Un informe del Instituto Tricontinental de Investigación Social analiza las embestidas conservadoras en la región. Señala que todas contienen clasismo, homofobia, misoginia, autoritarismo, militarismo y represión. Pero también señala las alternativas que lograron avances para dignificar a los excluidos.

Un reciente informe del Instituto Tricontinental de Investigación Social señala que América Latina no estuvo a salvo de esta oleada de nuevas formas de la derecha. “Desde la elección de Jair Bolsonaro en Brasil, el país más importante de la región en términos económicos y geopolíticos, hasta la llegada a la presidencia de Nayib Bukele en El Salvador, los actores de la derecha no tradicional han ganado peso, visibilidad e incidencia de masas”, señala el texto titulado “Nuevas ropas, viejos hilos. La peligrosa ofensiva de las derechas” publicado en la página oficial de esta institución.

El Instituto Tricontinental de Investigación Social es una organización internacional, promovida por los movimientos sociales, y dedicada a estimular el debate intelectual al servicio de las aspiraciones populares.

El informe señala que en la región se mezclan, “o al menos abren el espectro político-discursivo” las expresiones más conservadoras y tradicionales de la derecha junto con otras que, bajo otras máscaras y ropajes, tienen idénticos objetivos y “demonios”: el progresismo, las izquierdas y los proyectos nacional-populares.

Pero más allá del enorme poder militar, económico y simbólico de las distintas y cambiantes formas de la derecha, el informe considera que “el quiebre de la inercia neoliberal permitió a la región latinoamericana reconstruir los vínculos entre los pueblos, dignificar a las y los excluidos, mejorar las condiciones de vida, pero en el marco de una tendencia a la precarización total de la vida que no pudo alterarse de raíz”.

Y atribuye la falta de un cambio “de raíz” a los resultados de la batalla cultural: “El triunfo cultural del neoliberalismo cambió de manera radical la subjetividad de las mayorías. Una hegemonía que ha echado profundas raíces basadas en el individualismo, el consumismo y la pérdida de perspectiva de futuro que no hace más que ceñir nuestro horizonte a lo posible, que para la gran mayoría de la humanidad es sobrevivir”, señala el estudio, que en este punto hace referencia a lo que plantea Mark Fisher en su libro Realismo capitalista, que también apunta a la batalla cultural: “El poder del realismo capitalista deriva parcialmente de la forma en la que el capitalismo consume y subsume todas las historias previas”.

El neoliberalismo incrementó sus niveles de intervención, sofisticó sus métodos y logró su objetivo de desestabilizar el equilibrio progresista de la región latinoamericana en unos pocos años. Pero le costó sostenerse en el poder y hoy soplan vientos de cambio en varios países.

“No lograron cumplir sus promesas basadas en el antipopulismo. Por el contrario, son también parte del problema (…) Las derechas adoptan nuevos rostros que se entremezclan con los viejos y, al mismo tiempo, rompen con ellos. Derechas alternativas, derechas neo-reaccionarias, ultraderechas, derechas post fascistas, fundamentalismos religiosos, anarco-capitalistas, pasaron de los márgenes completos del sistema político a lugares de relativa importancia en el Norte Global”, enumera el informe.

La decadencia de los proyectos neoliberales se tradujeron en una nueva embestida desde Washington: golpes de estado, lawfare, fake news, ejércitos de haters, fueron diferentes formas de la guerra híbrida que EEUU llevó adelante. El imperio incrementó sus niveles de intervención, sofisticó sus métodos y logró su objetivo de desestabilizar el equilibrio progresista de la región latinoamericana en unos pocos años. Y ante un nuevo surgimiento de gobiernos populares que no respondan a las directivas de EEUU, el imperio recurre a sus viejas y sangrientas formas para imponer sus intereses.

El mundo occidental vive en el descontento, afirma el informe. Por un lado, los modelos progresistas no han logrado mantener los niveles de politización, la mística, la capacidad de interpelación, la vocación transformadora y las posibilidades de cambios concretos para las mayorías. Por otro lado, los proyectos neoliberales fallan sistemáticamente en cumplir con las aspiraciones que ellos mismos impulsan: aprovechar las nuevas tecnologías, apostar por la capacidad emprendedora y lograr mejoras sensibles en los niveles de vida de las poblaciones.

En este sentido, señala la investigación, “los modelos de éxito vinculados al ascenso social a través del trabajo o bien vinculados a que las personas se conviertan en empresarias de sí mismas, quedan atrasados y ponen a las mayorías en una situación de constante frustración y descontento”.

Y este descontento es bien aprovechado, entre otros, por la derecha y la ultraderecha, con la ayuda de la impunidad que brindan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación a las corporaciones y los medios hegemónicos.

Sobre este punto, el informe del Instituto Tricontinental de Investigación Social es contundente: “En gran medida, la relación entre los nuevos desarrollos tecnológicos de Silicon Valley y las nuevas derechas emergentes es bastante conocida: Peter Thiel, cofundador de PayPal, es un defensor furioso del ideario de la derecha alternativa; las criptomonedas y la tecnología de blockchain son promovidas por el supremacista blanco Richard Spencer como la moneda de las derechas alternativas; la CEO de Oracle, Safra Catz, donó unos 127 mil millones de dólares a la última campaña electoral de Donald Trump, entre otros vínculos. Sobre todo, los sectores alineados a las posturas neorreaccionarias, seguidores de Nick Land y otras expresiones de una filosofía basada en la ucronía, como Mencius Moldbug, han reforzado a partir de los nuevos desarrollos de plataformas, redes sociales y criptos, las nociones anti-estatistas y anti-globalistas que son el combustible de los nuevos movimientos de derechas en el Norte”, agrega el texto.

La región resiste la embestida

“Pero en la región latinoamericana, la tierra arrasada neoliberal no pudo evitar el resurgimiento de las luchas de los pueblos y el florecimiento de nuevos liderazgos populares que alcanzaron su esplendor en la primera década del siglo XXI. Este nuevo auge de gobiernos populares y de movilizaciones de masas logró trastocar la tranquilidad de cementerio en la que nos pretendían mantener los proyectos neoliberales. Esperanzas renovadas, nuevos mitos, nuevas identidades políticas, nuevas luchas y nuevas tácticas pusieron sobre el tapete para millones de personas un sentido movilizador, masivo y popular por el cual luchar y por el cual vivir”, señala el informe con referencia a un proceso que una vez más se está produciendo en América Latina y que se plantea como alternativa a la hegemonía neoliberal global.

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