El pasado viernes 28 de enero Natalí Incaminato (más conocida en redes y otros lugares como La Inca) presentó su libro Peronismo para la juventud en el Museo de la Memoria de Rosario. Luego, se abrió la palabra y participaron distintas personas del público. 

Natalí Incaminato nació en Viedma, Río Negro, y es profesora y doctora en Letras por la Universidad Nacional de La Plata, adonde fue a estudiar en el período muy cercano al 2001. Tiene una columna en la radio Futurock todos los sábados. Además, tiene varios videos en YouTube viendo “colectivamente” debates como el de Zizek y Peterson, o la ocasión en que David Viñas estuvo en el programa televisivo Los siete locos, así como charlas sobre cuestiones filosóficas o contenido que tiene que ver con esta mezcla entre boludeo y reflexión política, que quizás podríamos calificar de “boludeo reflexivo”, pero no de “política del boludeo”: no se trata de subordinar una cosa a la otra sino de hacerlos compatibles con el formato en el que están presentados, que es, en este caso, un video de YouTube. Paralelamente, es muy activa en Twitter y hace un podcast con Pedro Saborido, Cátedras devaluadas. Ha escrito artículos y ensayos para distintos medios como Télam, Revista Anfibia, Revista Arlt, y demás. 

Peronismo para la juventud es, según el prólogo de Saborido, una “fiesta desopilante de redistribución simbólica a la que están todas y todos invitados”. El libro, que en un principio parece más una reconstrucción histórica que hace jugar otros lenguajes, rápidamente se convierte en una sátira política que abre al peronismo a estos tiempos, que desacraliza (o resacraliza) a los santos del movimiento, así como trae a dialogar al viejo gorilaje de referentes infinitamente más respetables que los actuales (Borges, Bioy Casares, las hermanas Ocampo y Martínez Estrada, por nombrar una generación específica), siempre en un lenguaje satírico, con una estética carnavalesca, que de alguna manera evoca aquel 17 de octubre del 45, cuando el gran otro bárbaro invadió al centro de la civilización; aunque sin olvidar que para la construcción finalmente de un proyecto político, la borrachera constante es quizás algo a lo que (lamentablemente) hay que renunciar, y parece ser necesaria, como dice en el mismo libro, “cierta organización gris y embolante, sin fernet ni carnaval carioca y sin posteos de Instagram con filtro Gingham”. “Lo más difícil de pensar y llevar a cabo es la transformación en el día después del carnaval”. 

Preparando el carnaval

Una mesa con agua y copas, el libro en el medio. Cuatro sillas alrededor, algunos micrófonos. Están sentadas tres compañeras y un compañero. La Inca está a la derecha y mira al compañero, que es el primero en agarrar el micrófono y señala, entre ladridos de un perro que quizá esté pidiendo la palabra: “No es una cuestión unidireccional, de la dirigencia al pueblo, sino que es un camino de dos vías, y en ese sentido nuestra responsabilidad es también imaginar nuevas soluciones, nuevas problemáticas. Cualquier tipo de militancia hoy va a venir muy bien, sin entrar en disputas entre si es necesaria una micromilitancia o una militancia orgánica. Me parece que la clave está en ese diálogo que se puede dar entre el autonomismo y las organizaciones partidarias. A partir especialmente de los veinte años del 2001 se reflotó un poco este debate entre las luchas autónomas y las orgánicas”. Manuel Schillagi es el nombre del compañero, quien dijo luego que ese debate a veces se planteaba como un versus, pero que lo que había que buscar era un encuentro entre esas dos formas, una construcción que involucre a esos dos actores. 

Con ese tenor fuertemente político empezó la presentación del libro de La Inca. 

Luego ella tomó la palabra y se refirió un poco más a la obra. Contó que intenta inscribirla en una tradición satírica propia del peronismo. En ese sentido, habló justamente de “una sátira jauretchiana millenial post 66”, subiéndose al tren en el que viajan Discépolo y Saborido. Sin embargo, dijo que “abajo subyace ese terror y esa memoria de las luchas” y que, en el medio de ser un libro que todo el tiempo hace chistes, hay “algo ahí que reverbera como deuda, como llamado, como vocativo”. 

Por otro lado, ya la presentación toma como primer gran eje la identidad peronista, cuestión particularmente difícil de entender, sobre todo para aquellos que no han vivido de cerca la experiencia no sólo política sino social que significa y resignifica el peronismo. Califica también a Peronismo para la juventud como una obra que por momentos haría rabiar a los peronistas ortodoxos. Así, este peronismo, que parecería muy de entrada una bolsa de gatos, el gran “Aleph político” de la Argentina, como ella dice, donde hay de todo y con ideas muy distintas, La Inca lo pone en términos de baile. Ella habla del “boliche”, el “baile” del peronismo, donde uno está ahí haciendo lo que se hace en un boliche, y anda por ahí el compañero (Juan) Grabois, (Andrés) Larroque, y de repente uno se da vuelta y también ahí anda (Luis) Barrionuevo, que le pone algo a la bebida, y uno tiene que tomar esa bebida porque es parte del peronismo. 

Sin embargo, a pesar de compartir lugar y tomar del mismo vaso, hay algo en este boliche del peronismo de elegir con quién bailar. Así, ante la pregunta que surge sobre cómo convivir con esos sectores que son extremadamente distintos dentro del mismo movimiento, la autora dice que se trata de una convivencia en el conflicto. “A mí me parece que la única manera de convivir es peleando. También es importante el tema de quién conduce. Digo, Manzur hoy está atrás de Cristina, no se le para de mano, y en una época la quería echar del peronismo”. No es un quedarse callado sin más, un aceptar las diferencias y andar juntos por los ríos de chocolate, es la constante discusión y pugna. “Vos te metés a bailar con Barrionuevo, y hacés un pogo con Barrionuevo, pero le vas tirando unos codazos, lo vas corriendo, y quizás sigue ahí, pero el reflector ya no está sobre él, y en algún momento quizás se aburra y se vaya”, dijo, volviendo a la metáfora del baile. “La renovación que el kirchnerismo hizo del peronismo fue muy disruptiva, y si bien ahora nadie va a discutir que Cristina es una figura del movimiento, o muy pocos, en un momento sí estaba en discusión. El peronómetro es muy álgido”. También señala que este peronómetro, esta discusión de qué es peronismo, qué no, quién es peronista y quién no, hace también a la identidad, y es algo constitutivo. 

Señaló que, a la hora de convivir con esas figuras que están en las antípodas ideológicas, existe también un balance racional de qué se gana y qué se pierde. Tiene que ver con disputar el poder, claro que no termina allí pero una cosa que tiene el peronismo es que no le gusta perder, como ciertos sectores que parece que se mantienen en un lugar de comodidad en el margen, criticando pero no teniendo grandes logros a nivel de sanción de leyes o proyectos. 

Evita queer

“Me interesaba pugnar con el mismo imaginario peronista, con esta cosa de la Evita santa que depende de polarizaciones muy machistas en un punto: de la santa a la puta”. Una de las cosas que dice La Inca sobre Evita es que es un personaje que en el libro le cuesta satirizar. “Están Diego, Messi, Evita, ahí como ídolos de la Argentina”, dice, entre risas. En este sentido, Natalí, que se la juega no por el peronismo ortodoxo (que, como ya ha mencionado, su libro haría despertar la rabia y el rechazo total de gran parte de ellos), sino por otra cosa, recupera una obra de teatro de Copi, Eva Perón, de 1970, donde Evita es representada por una travesti, y recuerda que una vez que representaron la obra en los ‘90, con presencia de muchos peronistas ortodoxos, se armó todo un revuelo. Era un sacrilegio a la “santa Eva”. En la misma época, y a similares efectos, Madonna la representaba en la película Evita, de 1996. Si bien la película no le parecía muy interesante a La Inca, sí la razón del rechazo: el rechazo no se debía a que la película no fuera buena o fuera mala, sino que el problema era de nuevo que la santa Eva fuera representada por una puta, así como antes por una travesti. “Hoy día, al calor de todas las discusiones que se dan, no tiene ningún sentido quedarse atrapado en esa sacralización. Primero porque eso repite las lógicas machistas, binarias que son totalmente cuestionables. Pero además porque la propia Evita en su vida fue una complejidad, ella fue actriz, fue una casquivana. Esto lo dice Saborido y algunos se le enojan, bueno, sí, Evita se sacaba fotos en malla, ¿cuál es el problema? Y también es una mujer que fue acusada por los antiperonistas, como Martínez Estrada, como «la mujer macho». Todas estas cosas me hacen pensar: bueno, esta es una figura recontra queer. Evita era queer”, reflexiona La Inca, y aclara que no es algo nuevo, que ella se haya inventado, sino que es algo que aparece en las mismas militancias, los putos peronistas que hacían fiestas y había en ellas una Evita travesti por dar un ejemplo. “Es algo que incluso la academia hoy día las estudia y piensa en cuáles son los mecanismos de identificación. La cuestión de lo trans y lo travesti como hacerse a sí misma, y Evita fue alguien se hizo a sí misma.”

Una suerte de carnaval

Ya cerca del final de la presentación, empezaron a surgir diálogos. El primero en tomar la palabra hizo una pregunta fundamental que desató un carnaval discursivo muy interesante: a grandes rasgos, qué opinaba ella sobre el sindicalismo. “Es un terreno espinoso”, empezó diciendo. Si bien en su respuesta aparecía por momentos una voluntad de crítica muy fuerte, también había un fuerte respeto porque fueron perseguidos. Así, mientras criticaba la prácticamente nula presencia de mujeres en el sindicalismo de camioneros, por ejemplo, señalaba que el gran poder que accionaba en contra de ellos era el de la gestapo macrista. “Hay que ver cómo hacer para modificar estas cosas que son complicadas, que son problemáticas, sin caer en ese lugar de persecución que tiene otros intereses. No tiene el interés de mejorar las estructuras sindicales”, comentó. También tomó a Bernie Sanders, quien piensa a los sindicatos como un actor muy importante a la hora de cambiar la estructura de su país y a la hora de pensar su proyecto político. “Tampoco hay que negar que hay culturas políticas que hay que modificar para mejor. Volver mejores también significa eso, no es hacer la vista gorda con un montón de cosas que los antiperonistas critican y que tienen un poco de razón en todo eso”. Sobre el final, volvió a recalcar la importancia de no caer tampoco en el juego de la derecha que, repitiendo su idea anterior, no tiene intención de cambiar ni mejorar los sindicatos sino de romperlos. 

Su compañera de mesa, Ivana Díaz, remarcó que “la estructura del sindicalismo que nació con el peronismo es la que permitió que no pasara en Argentina lo que pasó en el resto de América entera con el sindicalismo. La estructura sindical argentina es la que permitió que conservemos muchísimos derechos que en países hermanos no tienen, y recuperar la estructura (una vez que se pierde) es muy difícil”. Por otro lado, señaló que “personajes poco deseables hay en todas partes, y la prensa está particularmente interesada en buscar los defectos de los «gordos morochos sindicalistas»”. En cuanto a la gestapo macrista, comentó que “te venden que van por lo malo del sindicalismo pero en realidad van por lo bueno del sindicalismo”. 

Las voces empezaron a multiplicarse y se sumó al carnaval una compañera del público que comentó que su padre es delegado bancario desde hace mucho tiempo, y ella lleva 7 años siéndolo. “Crecí con el discurso de que el sindicalismo es la columna vertebral del peronismo”, señaló, y agregó: “A lo largo de la historia se ha estigmatizado al sindicalismo. Sinceramente, desde adentro, veo que hay muchos dirigentes sindicales que están intentando pegar un timonazo para que las cosas empiecen a cambiar. Habemos muchos sindicatos que estamos tratando de cambiar con todo eso que hoy pueden decir del sindicalismo, con lo más estigmatizado, y estamos tratando de alejarnos de esa política sindical que se hacía hace 15, 20 años atrás”. Luego de dar una vuelta por la política sindical más propia de los bancarios, tocó un tema que viene resonando en distintos sectores con distintos actores pero una misma idea central. “Hay un montón de sindicalistas que tienen entre 60 y 70 años que vienen con esa vieja política, y que no tuvieron en el medio quienes les disputaran el poder, porque muchos de los que deberían haberles disputado el poder hace 15 o 20 años atrás son los compañeros desaparecidos. Dentro de los 30 mil desaparecidos hay un gran número que eran delegados gremiales. Es toda una generación que ahora tendría cuarenta y pico de años que es la que debería haber agarrado el mando un tiempo atrás. Ahora estamos en un momento de transición, en el que es nuestra generación la que está empezando a tomar esos cargos. Por lo menos estamos camino a eso: introduciendo el feminismo, el ambientalismo, la equidad”, concluyó. 

Peronismo para la juventud

Desde El Eslabón se tuvo la posibilidad de hacer una pregunta, o más bien un señalamiento o cuestionamiento, respecto al nombre del libro. Hay en los movimientos secundarios al menos, toda una discusión que tiene que ver con la construcción de la juventud y el lugar en el que se la pone: muchas veces el mejor de los casos es “un gabinete joven que se encargue de cosas de jóvenes”, una suerte de destierro de la juventud de la política y una puesta en los lugares que tienen que ver más con festivales culturales, con encuentro con otros jóvenes. Por supuesto que no está mal de ninguna manera ocupar ese espacio, lo problemático está cuando es el único lugar donde la juventud tiene una participación política constante y fuerte. En ese sentido, el cuestionamiento a La Inca fue: ¿Por qué “para la juventud”? 

En primer lugar, se mostró de acuerdo con el planteo sobre la juventud, y mencionó que el nombre en parte tenía que ver con una determinación editorial. “Es una cuestión de mercado que yo la tengo que mencionar porque no la naturalizo: esta cosa de la idea de hacer un libro de peronismo más juvenil. Lo que está viendo el mercado editorial es que hay un universo creciente en las redes de jóvenes sub-40, influencers, que le hablan a chicos de entre 18 y 30, más o menos. Ahí hay una lógica de mercado que yo por supuesto cuestiono, aunque la acepté porque acepté escribir el libro. También hay algo de ironía en este nombre, Peronismo para la juventud, así como Domingo para la juventud, es un nombre muy viejo”, comentó La Inca. “Ya hablar de la juventud es algo de viejo, cuando en las charlas me preguntan qué hacemos con la juventud yo digo «dejemos de hablar de la juventud, dejemos ese tipo de preguntas de lado». Sin embargo, sí hay algo que tiene que ver con la juventud, ya no como una cosa focalizada, sino con lo que le imprimió la juventud al peronismo, al kirchnerismo. Tiene que ver con lo que hablábamos de la renovación generacional en los sindicatos. Cuando yo iba a las marchas feministas, si bien por supuesto había feministas viejas, había una gran mayoría de jóvenes. En ese sentido de nuevas demandas y nuevos estilos, de una irrupción que actualiza una doctrina y que obliga a repensar, y que es además lo que me permitió releer a Evita. Eso es algo que creo que el libro lo recupera. No lo inventa ni ahí, pero lo recupera”.

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