La pelota que conocemos en la actualidad, y que revolucionó la práctica del fútbol, es un invento argentino. El documental La Superball saca del olvido esa historia que nació en la localidad cordobesa de Bell Ville.

En la tarde del 16 de julio de 1950, el delantero uruguayo Alcides Ghiggia pateó al primer palo, mal cubierto por el pobre de Moacir Barbosa, el arquero brasileño convertido en mufa por ese yerro. Se dice que unas 170 mil almas presenciaron en el estadio Maracaná cómo la Superball (en versión brazuca) inflaba la red. La inventiva de Luis Polo, la visión industrial de Antonio Tosolini, más la capacidad comercial de Juan Valbonesi hicieron posible la pelota con costura invisible y válvula moderna de inflado, una creación revolucionaria que dos décadas después se coló en lo que la historia llamó Maracanazo. Agustín Sinibaldi es el director de La Superball, película que se puede ver gratis en la plataforma Cine.ar y que echa luz sobre la vida y obra de estos tres hombres oriundos de Bell Ville, desconocidos incluso entre futboleros. “Es que las cosas que no pasan en Buenos Aires quedan en el olvido”, lamenta el referente de la productora porteña Vaca Bonsai Colectivo Audiovisual, que en diálogo con El Eslabón, agrega: “Es una historia maravillosa, que tranquilamente podría ser un motivo de orgullo para el país”.

Una historia redonda

La redonda –o en su versión española, el esférico– como sinónimo de pelota no guardaba tanto sentido con la realidad antes de abril de 1931. Es que lo circular del balón de fútbol era interrumpido por una protuberante costura de tiento, una verdadera amenaza para las frentes de los cabeceadores. “Uno de mis compañeros de la productora tiene familia muy cerquita de Bell Ville, en Morrison y siempre estamos barajando ideas para posibles proyectos. Y en un momento me cuenta esta historia”, revela Agustín, que ya había leído en el texto que el uruguayo Eduardo Galeano incluye en El fútbol a sol y sombra, donde menciona a la Superball y a los tres próceres que la confeccionaron. Y ahí la historia le cerró por todos lados. “Cuando nos contó que estaba esto nos pusimos a investigar más, no había tanta información, y no había muchas noticias del tema, ni siquiera en Córdoba”.

En el medio del camino entre las ciudades de Rosario y Córdoba, por la vieja ruta 9, Bell Ville hace notar su presencia por las pelotas de fútbol. En aquella localidad que originalmente se llamó Fraile Muerto –hasta que Domingo Faustino Sarmiento, de poco apego a lo criollo, le cambió el nombre por uno con tonada extranjera– “hay como una mezcla”, dice Sinibaldi, y agrega entre risas: “No hablan con la tonada que uno espera que hablen los cordobeses”.

Así que hasta la Capital Nacional de la Pelota de Fútbol –declarada como tal por el Congreso de la Nación– partieron. “Fuimos para allá para charlar con la gente, para saber cómo se vive con esta historia, y nos encontramos con un montón de cosas y nos pareció súper interesante para desarrollarlo”, relata el ideólogo del film, que por ser el más futbolero de la productora, se cargó el equipo al hombro y encaró. “Hicimos una investigación, hablamos con muchas personas, vimos que también había mucha necesidad de hablar de esto en el lugar. Al parecer había varias promesas de documentales y películas y no se había terminado de concretar nada. Por eso nos pedían que la hagamos, así que nos pusimos las pilas y volvimos, armamos un guión, lo presentamos al Inca (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) y salió”.

Con la pelota encendida

Dicen quienes lo vieron jugar que Polo era 8, y que la antigua pelota con costura externa le provocaba fuertes dolores de cabeza, en todos los sentidos. “Voy a dejar el fulbo, pero le voy a sacar el tiento a la pelota”. Prometió y cumplió. El 25 de mayo y sus días previos inundan las páginas de los manuales de historia de nuestro país. El mismo derecho le corresponde a los libros de fútbol, porque en esa fecha patria y en la víspera, rodó –en una canchita de Bell Ville, claro– la Superball por primera vez. Esto se cuenta en la hora y seis minutos que dura el documental de Vaca Bonsai. “El puntapié inicial de la historia es que antes de los años 30 se jugaba con una pelota que tenía como un cierre con unos cueros, que le hacían como una protuberancia, y eso hacía que no sea perfecta, porque cuando picaba en esa protuberancia se iba para cualquier lado y era muy pesada y generaba lastimaduras. Y el sistema de inflado tampoco era muy bueno, porque cuando se hinchaba la cámara había que hacer un nudo y por arriba le pasaban otros cueros de tiento. No era muy fácil jugar a la pelota así”, admite Agustín Sinibaldi.

Tan peligrosa era que un árbitro fue hospitalizado tras un pelotazo, según testimonia un hombre que peina canas. Hay otro lugareño, mayor también, que se quiebra cada vez que menciona la invención local: “Lo único que me consuela –dice– es ir a verla cuando juegan los muchachos”.

El director de la peli adelanta que “a partir de ahí, lo que buscamos es ver qué se genera, en Bell Ville y alrededores, con la industria de la pelota de fútbol. Se monta la primera fábrica con estos tres amigos y la actividad empieza a crecer, hasta ser una de las principales actividades económicas de la zona”. Y en base a testimonios de viejos bellvillenses, asegura que “esta fábrica se perdió por un problema con la patente, los amigos se pelearon y los dos principales se mueren jóvenes (a los cincuenta y pico), y empiezan a surgir muchas fábricas, otras se trasladan a Buenos Aires”.

Ilusión hecha pelota

Pero para los fabricantes de Bell Ville no todo fue color de rosas, ni goles al ángulo. La última dictadura cívico militar les abrió el juego a las marcas internacionales, lo que sacó de partido a la industria nacional. “Nos interesaba mostrar lo que pasó en los años 70, con el ingreso de las grandes marcas de pelotas de fútbol, qué fue lo que pasó con las fábricas, con la apertura de las importaciones que hizo el gobierno militar desde el 76 al 83”, señala Sinibaldi. Situación similar pasó en los últimos años, bajo el gobierno de Mauricio Macri, que a través de YPF compraba balones chinos. “Nos interesó qué quedó de todo eso, más allá de la relación entre el pueblo y la pelota. Es también un ejemplo de lo que muchas veces pasa con las industrias locales”, agrega el realizador audiovisual.

En su momento, los bellvillenses también quisieron que su producto rodara en los estadios en los que se iba a jugar el Mundial 78, organizado por los milicos, y “no le dieron ni bola” según se cuenta en el documental. “Pero el de arriba es justo. ¿Quién fue el goleador?”, apunta uno de los entrevistados, en alusión a un hijo predilecto de Bell Ville, como Mario Alberto Kempes, que también se refiere al caso en la peli. “Lo principal de Fifa es el dinero, y lo demás no importa nada”, dice el Matador con su tonada inconfundible, y con una frase sanmartiniana. En definitiva, billetera mata pelotas.

Dios juega en Buenos Aires

Además de tener la calle más larga, el río más ancho, el dulce de leche, el gran colectivo, alpargatas, soda y alfajores, la Argentina es dueña de la invención de la primera pelota de fútbol moderna, con la que aún se juega en miles de ligas en el mundo y en más cantidad de potreros. Pero su historia no se menciona ni en la letra de la Bersuit (La argentinidad al palo, con la que arranca este párrafo), ni en los manuales de la FIFA. Y pasa desapercibida, incluso, entre muchos futboleros y futboleras de estas tierras. Para Agustín Sinibaldi –nacido y criado en Bariloche, pero que desde 1999 vive en la ciudad de Buenos Aires– el desconocimiento “tiene mucho que ver con el porteñocentrismo de este país, que las cosas que no pasan en Buenos Aires quedan en el olvido”.

Sostiene que “los que son muy fanáticos” del deporte de la redonda “capaz tienen la historia de oído” y no mucho más. “Es una historia maravillosa, que tranquilamente podría ser un motivo de orgullo para el país, para la provincia de Córdoba y la región”, señala este hincha de River y con pasado en la radio comunitaria FM La Tribu, y reflexiona: “No sólo vale la pena conocer la historia, sino también ver cómo nos relacionamos con esas cosas que nos pasan y que terminan como olvidadas. Y eso habla mucho de cómo nos relacionamos con nuestra propia historia. Como que somos recontra futboleros, siempre estamos hablando de eso, y tenemos ahí una historia que nos hace fundadores de la pelota con la que se sigue jugando hasta hoy, y es una pena tener que escarbar para encontrar ésto”. Por eso señala: “Es importante poder federalizar nuestras historias, nuestros conocimientos, y saber que las cosas que pasan en el país son de todos”. 

Entre las más lindas aventuras de la Superball, el realizador audiovisual elige la del Mundial de 1950. Y como dice el refrán «nadie es profeta en su tierra», la pelota tuvo en Brasil el protagonismo que no logró en el país en el 78. “Fue la pelota oficial del Mundial 50, el del Maracanazo, en la que Uruguay le ganó a Brasil contra todos los pronósticos. Era la clásica Superball, que tuvo un derrotero que daba para otra película, porque dicen que se la robaron, hay una en un museo de Uruguay que dicen que es la original, otros dicen que no”. Mientras tanto, Brasil decime qué se siente…

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