Yo no sé, no. En los días previos al carnaval, con Pedro lo más que deseábamos era que no lloviera y que hiciera calor, por lo menos esos cuatro días. Y aunque esa cuadra, la de la calle Zeballos no era muy de jugar con agua, nosotros nos habíamos gastado parte de nuestras chirolas en unos pomos que lanzaban un chorro que llegaba a casi 2 metros. Y, si hacía calor, sólo había que esperar que Gracielita se lanzara a jugar. Si ella empezaba, no habría marcha atrás, para nosotros era el comienzo del carnaval.

En los carnavales posteriores, al pomo se le sumaban las bombitas de agua y nos venía al pelo a nosotros que estábamos lanzando piedras o lo que sea casi todo el tiempo. A las pibas, en principio no les gustaba pero al tiempo se hicieron tan buenas lanzadoras como nosotros. Al tiempo comprendimos que aparte de ser buen lanzador, había que saber parar a tiempo y empezar ese otro juego que era lanzarse a la conquista de aquellas que en medio del juego, con su sonrisa o su mirada, nos lanzaban otra señal. Pedro decía que era como tener un saque lateral cerca del área: hay que saber lanzar la bocha justito, como si fuera la última jugada. Y como con las bombitas de agua, ellas hacían lo mismo, aunque el “¡ustedes son unos lanzados!” siempre era para nosotros.

Mientras tanto, la carrera a la conquista del espacio ya lanzada unos años atrás parecía culminar con la llegada a la luna. Nosotros de a poco dejábamos de lanzar bombuchas y nos lanzábamos a cuestiones que el bobo con sus latidos nos marcaba. A veces eran cosas personales y otras colectivas, y cuando se complementaban era como haber acertado en el lanzamiento del último lateral. No había mejor momento como aquellos en que nos encontrábamos lanzados a la calle con la persona querida en pleno festejo por el triunfo del equipo de fútbol o porque en lo político la idea de un mundo mejor dejaba de ser un sueño irrealizable para transformarse en victorias reales, posibles.

El otro día, cuando mirábamos que los precios de los alimentos subían en forma injustificada, Pedro me dice: La verdad que llegó la hora, que en realidad fue ayer, de volver a lanzarse hacia la conquista de ese mundo lo más parecido al que alguna vez soñamos. Fijate, me dice, tenemos un gobierno que seguro es distinto al anterior pero falta que se lancen las medidas, los planes, para que el beneficio de tener Patria y hacerla crecer sea para todas y todos. Y mirando una niña que de un lado de la calle le va a lanzar una pelota a su amiguito que está del otro lado, enfrente, y que la niña calcula, espera que pasen el 126, una moto y una en bici para que el lanzamiento sea exitoso, Pedro concluye: La cuestión es mejorar este presente para que ellas, ellos, los más peques, sigan teniendo la posibilidad de lanzarse a sueños que parecen, o nos hacen creer que son irrealizables, pero son posibles, muy posibles.

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