La escritora Micaela Domínguez Prost recopiló situaciones –propias y ajenas– en las que la sola mención de la palabra Maradona, en distintas partes del mundo, provocó pequeños milagros y hasta salvó vidas. Y las transformó en el libro La mano de Diego.

En 2014, durante la entrega de los premios Oscar, el director italiano Paolo Sorrentino subió a recibir la estatuilla dorada a la mejor película extranjera y agradeció, en un inglés con mucho de cocoliche: “Gracias a mis inspiradores, Federico Fellini, Talking Heads, Martin Scorsese y Diego Armando Maradona”. La referencia al más grande futbolista de todos los tiempos no tuvo nada de casual. El cineasta confesaría luego que el Pelusa le había salvado literalmente la vida porque siendo un pibe prefirió no ir a un viaje familiar que terminó en tragedia y se quedó en Nápoles para poder ir a la cancha a ver al 10. Esa historia, que Sorrentino transformó en el conmovedor film Fue la mano de Dios (está en Netflix), es una de las 10 historias que Micaela Domínguez Prost despliega en el libro que se editó en Uruguay, donde reside actualmente, y que espera pueda desembarcar pronto en su Argentina natal.

“La idea nació de una experiencia personal, que tiene que ver con mi historia”, confiesa la autora, y detalla: “Viví en varios países, y si bien no soy futbolera en absoluto, no miro y no me interesan los partidos de fútbol, noté viajando que el hecho de pertenecer al mismo país de Maradona me abría muchas puertas y generaba como una simpatía y un vínculo inmediato con personas de culturas muy distintas. Entonces, hará unos 10 años, me sucedió una situación con un taxista que era de Ghana, pero ambos estábamos en EEUU, y él me hizo un favor enorme, simplemente porque nos pusimos a hablar de Maradona”.

Cosas del destino o de la divinidad maradoniana, en la semana un grupo de periodistas sudamericanas que cubre el conflicto Rusia-Ucrania salvó su pellejo gracias al tatuaje del Diego que un camarógrafo argentino tiene impregnado en su pierna. De haber ocurrido antes, integraría las páginas de La mano de Diego, libro que además incluye relatos de un joven detenido en la frontera entre India y Bangladesh; una mujer perdida en la inmensidad de Beijing; un hombre en coma en un hospital en Miami; un grupo de periodistas atravesando una peligrosa ruta en la noche nigeriana; un motociclista preso en Chad, acusado de ser espía de Gaddafi; y una inglesa atrapada en Kuwait, ocupado por Saddam Hussein. “A todos ellos Diego Armando Maradona les dará una mano para superar una situación límite”, reza la presentación.

Subí que te llevo

Micaela Domínguez Prost esperaba, a la salida de la Universidad de Vermont, en el noreste de Estados Unidos, el bondi que la llevaría hacia el aeropuerto de Boston. Era un invierno crudo, con tormenta de nieve incluida. Pero esa noche, no sólo padeció el frío: “Había ido a una estación o terminal de buses porque me tenía que tomar uno para ir a Boston, que estaba a 3 horas en auto. Y el bondi se fue antes, sin mí”. Eran las 2 de la mañana, con 15 grados bajo cero. “Yo estaba con mucho equipaje, a la intemperie, e intentaba llamar a mis amigos, pero estaban todos durmiendo”. La desesperación le fue ganando a la resignación, hasta que escuchó la voz de un taxista. “«Querés esperar adentro del taxi así no te morís»”, dice que le dijo el tipo, un ghanés, y ella entró. “No sabía qué hacer, porque faltaban seis horas para mi vuelo, y yo estaba a tres de distancia en auto, no había más bondis. Así que le pregunté al taxista si me llevaba, y me dijo no, ni en pedo, es super tarde, hay tormenta. Ni le insistí, pobre hombre, sólo se lo pregunté para ver qué pasaba”.

Foto: La Diaria (Uruguay)

Resguardada del frío y sin esperanzas de llegar a destino, la charla con el tachero fluyó y pasó por varios temas. “Nos pusimos a hablar de la vida de cada uno, hasta que le conté que era argentina. Y en seguida nos pusimos a hablar de Maradona, del Mundial y se empezó a acordar cosas de su pasado en Ghana, de su familia, y algo le hizo clic en la cabeza, que de repente hizo un silencio y me dijo: «che, te llevo». Arrancó el taxi y me llevó hasta Boston, en medio de la nieve y pilas de horas”. El milagro, la mano de D10S, ya estaba en marcha. “Fue un favor muy grande que me hizo ese señor”. 

La conversación sobre el astro argentino fue “de temas más generales”, pero “sentí que él estaba copado de poder hablar con alguien de esos temas”, señala Micaela, y cuenta que el país que le dice soccer al fútbol “no es muy futbolero, y el Estado en el que vivíamos nosotros menos, y ni siquiera hay muchos latinoamericanos”, así que “supongo que el tipo también conectó con eso de poder hablar con alguien de Maradona después de andá a saber cuánto tiempo que llevaba sin mencionarlo”. Y concluye: “Maradona es como un código para muchas personas”.

Fue deseo de D10S

La historia le quedó rondando en su cabeza pese al paso del tiempo, se la comentó a una amiga (“le dije que ese día Maradona me salvó la vida”), y más tarde se hizo libro. “Ahí pensé, esto es una buena idea para un libro porque yo sabía que no era la única persona que le había pasado esto. Justamente ahora le pasó lo mismo al tipo del tatuaje de Maradona en Ucrania, que lo liberaron. Sigue pasando en todos lados, en todos los continentes, así que me puse a rastrear y reuní 10 historias, que en el libro son como cuentitos más largos, y hay otros 10 relatos cortitos. Veinte en total”.

Esa experiencia personal fue el puntapié inicial. Sacó del medio con su historia en EEUU, y después hizo jugar al resto. Algunas conocidas, otras no tanto, varias totalmente anónimas. “Las primeras que encontré son de personas públicas, famosos. Como lo que le pasó al cineasta italiano Sorrentino, después también vi en un programa de televisión al periodista Korol contando que él se llama Diego Armando, lo que le abrió muchas puertas viajando por el mundo. Y también conocía la historia de Pedro Monzón, el ex jugador de Independiente”, quien había tomado la decisión de suicidarse pero antes, con el arma en la mano, decidió llamar a Diego y pensó: “Si no viene, me quito la vida”. Y Maradona, por supuesto, le extendió su mano.

“El resto de las historias las conseguí googleando”, admite la autora nacida en el glorioso año 1986, en Bahía Blanca, y con residencia en Montevideo. Con “Maradona me salvó la vida; Maradona me ayudó” como palabras clave, se sumergió en el buscador: “También leía los comentarios. Por ejemplo, en el video de Sorrentino, alguien ponía «a mi primo le pasó algo parecido», y ahí aparecía yo preguntando quién era el primo, que me pase su contacto. Me metía en foros maradonianos, o de argentinos en diferentes países”. 

 

Maradona no es una persona cualquiera

“Todo tiene que ver con Maradona en la vida de una niña nacida en el 86”, asegura Micaela Domínguez Prost, en cuyo currículum se lee una doble licenciatura en Film & Media Culture e Italiano en Middlebury College (EE.UU) y una Maestría en cine documental en Escuela TAI (España). Señala que pese a no disfrutarlo como jugador, recuerda el fatídico Mundial de 1994, “cuando lo sacaron por doping positivo”. 

Pero para querer a Diego Maradona, no hace falta saber de fútbol. “Fui consciente de la importancia de su figura en la concepción de mi identidad, primero cuando me fui de Argentina, a los 17 años, y luego cuando murió”, admite la directora de los largometrajes documentales Voz de murga (2013) y El molino quemado (2017). “Ahí me di cuenta –sigue– que mi vida sin Maradona no existía, y no importa si no eras futbolera. Maradona aparecía en todos lados, estaba siempre presente, en publicidades, en sus programas, en sus conflictos por paternidad. Y generaba esa cosa de amor-odio”.

El debate de siempre (si son compatibles ser feminista y maradoniana), también atraviesa a la escritora: “Yo más que una contradicción lo considero una complejidad. Las personas somos seres complejos, no hay personas del todo buenas y del todo malas. Yo no estoy de acuerdo con perdonarle todo a alguien porque uno lo admira. Nosotros podemos querer mucho a alguien, sea a un famoso, a nuestro ídolo o incluso a nuestro mejor amigo, pero si hace algo que yo cuestiono, se lo voy a marcar. No lo voy a dejar de querer porque lo estoy cuestionando. Con los ídolos nos pasa lo mismo”.

Pero lejos de gambetear el conflicto interno, de tirar la pelota afuera, aclara: “Yo me hago cargo de eso, que es parte de mi vínculo complejo con Maradona, que no es un vínculo de decir que está todo bien lo que hace. Todo esto no quita que yo valore su rol en la construcción de identidad como argentinos”. Y agrega: “Nos genera una especie de inquietud interna, porque no sabemos dónde ubicarlo como personaje. Pero eso habla más de nuestras limitaciones, de siempre querer poner etiquetas, que esto está bien, esto mal, y si estás a favor de esto, tenés que estar necesariamente en contra de esto otro. Y dentro del feminismo hay muchos feminismos, y dentro de nuestras formas de percibir a las personas hay muchas variables, incluso nosotros mismos vamos cambiando minuto a minuto y también ha ido cambiando mi vínculo con Maradona”.

Para cerrar, advierte: “Pero el libro no es sobre él, sino que los protagonistas son hombres y mujeres de distintas edades, de distintos lugares, con diferentes profesiones, que están viviendo sus propias vidas. En el libro no hablo ni bien ni mal de Maradona, hablo del impacto que él generó en el mundo sin siquiera proponérselo”.

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