Las concejalas Norma López, hincha de Central, y Nadia Amalevi, fana de la Lepra, empiezan a palpitar el choque de este domingo sin descuidar dos fechas trascendentales y cercanas: el 8M y el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia.

Nadia Amalevi y Norma López están en veredas opuestas en el Palacio Vasallo: la primera es oficialista y radical, la segunda es opositora de la gestión municipal y peronista. Nadia es fanática de Newell’s, Norma de Central. Pero ambas juegan en el mismo equipo a la hora de pedir un clásico en paz. El choque de la fecha 7 de la Copa de la Liga Profesional fue la excusa que encontró El Eslabón para charlar con ellas de fútbol, del Día Internacional de la Mujer Trabajadora que pasó y del 24 de Marzo que viene.

Bancar los trapos

La presidenta del bloque del Frente de Todos-PJ, Norma López, despidió días atrás a don Arturo López, su padre, fanático de Newell’s al que los hijos le salieron Canayas. “Me hice de Central en el barrio. Cuando se tiene un amor tan fuerte por alguien, también se diferencia, y creo que eso hice con mi papá. Más allá de la unidad y el amor inmenso que nos teníamos, estaba también la necesidad de referenciarnos en cosas diferentes”, dice la edil entre risas y congoja por la reciente pérdida. Pero las discusiones no sólo eran por los colores de la camiseta: “Pasó lo mismo con el peronismo, yo no provengo de una familia peronista. Después fuimos acompañándonos en todas las miradas, era una familia de mucha discusión en el interior. Las mesas de los domingos eran hermosas: porque siempre estábamos con lo picante del clásico y además con la mirada afectiva de poder tener esta familia tan diversa. Son las pasiones y las convicciones, justamente”.

A su padre se le escapó la tortuga con la simpatía de sus hijos por el club, pero a la ex periodista y vicepresidenta del PJ Santa Fe, no: “Mis hijos, tanto Juani como María, también son de Central, así que estoy acompañada en esta aventura de la pasión en familia”. Con el varón suele ir al Gigante cuando su agenda política y militante le da una tregua.

Por su parte, la integrante del bloque Arriba Rosario, Nadia Amalevi, sí heredó de su familia el amor a la Lepra. “Básicamente no había posibilidad de ser de otro club –reconoce–, mi abuelo era muy fanático y en algún momento participó de una comisión directiva. No era solamente un hincha sino que participaba activamente de la vida del club”. Gran parte de su infancia la pasó en el Coloso “hasta que en un momento empezó a ser sólo un club de fútbol y se perdió la vida social, y si bien siempre tuvo al fútbol como prioridad, Newell’s también se destacó mucho en deportes amateur y luego se perdió, y con eso hubo una desvinculación del socio con la institución”.

Las idas al estadio del Parque Independencia eran en familia, y con mucha anticipación, según recuerda: “Mi abuela tenía un palco y lo usábamos cuando yo era chica. Mi familia nunca iba en el horario del partido de Primera, sino que nos hacían ir dos horas antes. De ahí conocí todo el folclore de la cancha, desde comer la pizza La Popular envuelta en papel de diario y toda chorreada de grasa, que te parece maravillosa, hasta Pijuí que te vendía las golosinas con esa caja de madera y la tapita de vidrio”.

De grande no perdió la costumbre, aunque la universidad primero, la militancia después, y la política ahora, le fueron retaceando su presencia en las tribunas: “Seguí yendo, tenía mi platea en la visera pero la resigné cuando empecé a estudiar en la UNR y a militar, con muchas actividades partidarias, así que empecé a ir más espaciado y me pasé a la popular de El Palomar”.

Jugar de 8 (de Marzo)

“El fútbol es un ambiente machista, hecho para hombres”, sentencia Amalevi, y recuerda que de niña, “muchas de mis amigas jugaban al básquet a pesar de que querían jugar al fútbol, porque jugar al fútbol cuando yo tenía 14 o 15 años, que es la etapa en la que incluso intentás hacer un deporte federado, era imposible”. La legisladora oficialista destaca que ahora, con 44 años, la cosa cambió: “Las mujeres tenemos otro lugar en las instituciones, aunque falta un montón, sobre todo en lugares dirigenciales donde aún predominan los hombres. No es muy distinto en la política, por lo cual no me es ajena esa realidad”.

“En mi generación no era habitual que las mujeres fuéramos a la cancha solas, no tengo ese recuerdo, ni siquiera de mis amigas”, rememora López, que define como un “hermoso cambio” el avance en esa materia. “En los clubes también estaba muy presente la división sexista y las mujeres hacíamos otro tipo de deportes. Poder abrazar al fútbol también es un gran avance en lo igualitario, y un gran avance en las libertades, porque siempre hubo mujeres relacionadas a los clubes, pero que estaban más dedicadas a otro tipo de tareas”.

Foto: Juan Berón

La militante de La Corriente de la Militancia aclara que “aún tenemos que seguir avanzando en la construcción igualitaria de las conducciones de los clubes”, y reflexiona: “El gran logro de que hoy no haya casi ningún club que no acepta mujeres en su integración tiene que ver con las libertades, y también con un proceso político. Si no hubieramos pasado por Néstor y Cristina, y por esta gran apertura e interpelación de las políticas del Estado que se realizaron desde el movimiento de mujeres y el colectivo de la diversidad, que son grandes movimientos políticos y sociales, y que hicimos nuestros los reclamos en la calle, no hubiera habido esa gran ebullición y muchas de estas cuestiones no podrían haber sido reales”.

Con la misma camiseta

Las calles del centro rosarino, rumbo al Monumento a la Bandera, volverán a llenarse un 24 de marzo después de dos años de pandemia. Central y Newell’s, desde las últimas ediciones, han marcado presencia junto a los distintos movimientos de derechos humanos, políticos, sindicales y sociales. A diferencia de este domingo, Norma López y Nadia Amalevi caminarán el próximo jueves por la misma vereda y con la misma camiseta: la de Memoria, Verdad y Justicia. “Estoy ansiosa de estar nuevamente en las calles”, admite la dirigente peronista. “Yo nací en dictadura, todo ese renacer de la democracia era nuevo para mi”, aporta la radical.

La concejala auriazul resalta que “las marchas en Rosario siempre han sido multitudinarias, ejemplares en el respeto de los distintos espacios y el acompañamiento a nuestras Madres”, y apuntó con un dejo de nostalgia: “Será la primera marcha sin ninguna de las mamás, que es toda una interpelación a todas aquellas personas que militamos el tema de derechos humanos, a las organizaciones y movimientos, a encontrar otros puntos de construcción sin esa guía en Rosario”.

De todas maneras, asegura: “No tengo dudas de que será una marcha multitudinaria, porque con la pandemia lo que se ha despreciado es el valor de las movilizaciones y el valor de lo que significa estar permanentemente en las calles para sostener derechos y para interpelar a las políticas públicas cuando no respetan los derechos, y lo que significa la gran interpelación a la política misma”.  

La concejala rojinegra comenta que “siempre estuve muy relacionada a la política, mi abuelo me fomentaba el interés”. Y vuelve con su memoria a su niñez: “La vuelta a la democracia la recuerdo muy vivamente, era muy chica y me acuerdo de estar celebrando la vuelta a la democracia, a la libertad de expresión, y un montón de cosas que se habían perdido. Mi abuelo era militante y estaba muy contento por el triunfo de Alfonsín, pero siempre me explicaba que eso estaba más allá del triunfo de un partido político”. Y tomando ese ejemplo, revela: “Tengo una sobrina a la que siempre le digo que participe en las marchas, que es un resguardo a la memoria que esas cosas se transmitan, a conocer nuestra historia más reciente y tan dolorosa”.

“Siempre participé –agrega al final–, más cuando comencé la universidad, ya que la universidad pública te abre la cabeza. Siempre me interesé por el tema, no porque me lo fomentaran en la escuela, ya que hice primaria y secundaria en un colegio privado católico, sino por mi familia. Y también por amigos, algunos de sus padres son desaparecidos o muertos en la época de la dictadura”.

Los nervios clásicos

A horas de una nueva edición del partido que paraliza la ciudad, ambas concejalas coinciden en fomentar que sea una fiesta en paz y confiesan que lo viven con mucha pasión y nerviosismo. 

“Me pongo muy nerviosa y hago la peor de las opciones: escucharlo por la radio”, admite entre risas la leprosa Amalevi, y pregona: “Los clásicos en Rosario tienen una particularidad que no todo el mundo entiende y entiendo que responsablemente deberíamos bajarle un poco la carga tan emocional. Mirá que yo soy muy hincha de Newell’s y nunca se me ocurriría ponerme algo azul y amarillo, pero me parece que los niveles de violencia que se están viviendo no aportan, el fútbol tiene que transmitir otra cosa, porque es un juego maravilloso”. 

“Tengo una especie de cábala que veo un rato, me levanto, voy y vuelvo, prendo la tele, luego la apago, pongo la radio. Pero trato de no estar permanentemente los dos tiempos sentada frente a la tele o escuchando el relato. Necesito moverme”, devuelve de primera la canaya López, y concluye: “El clásico siempre debe ser un momento de felicidad, una fiesta, y tenemos que volver a tener la posibilidad de ver nuestras canchas con ambas parcialidades. Hay que construirlo, y lo tenemos que hacer desde la mirada de disfrutar del fútbol, disfrutar de una pasión, pero desde la no violencia”.

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