“Los humanos son el dominio en disputa. El objetivo es convertir a cada ser humano en un arma”, señalan documentos oficiales de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en los que se plantea “la militarización de la opinión pública”.

La maquinaria bélica más mortífera del planeta tiene como objetivo conquistar la mente humana. No es ciencia ficción, ni una teoría conspiracionista. La información surge de documentos oficiales de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Con fecha junio-noviembre de 2020 se publicó el texto de 45 páginas titulado “Cognitive Warfare” (“Guerra cognitiva”), firmado por el contraalmirante francés y comandante de la Fuerza de Tareas Naval francesa François du Cluzel. Allí se afirma que existe un nuevo tipo de guerra cuyo campo de batalla es la mente, y se dispone un plan detallado para que la OTAN participe de esa contienda con el objetivo de dominar los sentimientos, las opiniones, las percepciones, las ideas y las acciones de todos los habitantes del planeta, que de esta manera pasan a ser objetivos militares.

El texto de la OTAN es sólo el más reciente informe de una serie de investigaciones que la alianza militar viene realizando. Otro documento oficial, fechado en septiembre-diciembre de 2020 y titulado “Guerra Cognitiva. Un ataque a la verdad y el pensamiento”, ofrece definiciones de este nuevo tipo de conflicto y deja en claro que la OTAN se está preparando para participar con la misma efectividad que en el terreno no virtual.

“La guerra cognitiva, sin embargo, va un paso más allá que simplemente luchar para controlar el flujo de información. Más bien, es la lucha por controlar o alterar la forma en que las personas reaccionan a la información. La guerra cognitiva busca hacer que los enemigos se destruyan a sí mismos de adentro hacia afuera. Definimos la guerra cognitiva como la militarización de la opinión pública por una entidad externa para el propósito de influir en la política pública y gubernamental y desestabilizar instituciones”, señala el documento publicado por la OTAN y la Universidad Johns Hopkins (EEUU), y firmado por Alonso Bernal, Cameron Carter, Ishpreet Singh, Kathy Cao y Olivia Madreperla.  

“Hoy nos enfrentamos a los problemas que produce la capacidad de las redes sociales para transmitir información a miles de millones de personas en minutos. Debemos defendernos de los algoritmos que pueden identificar quién sería el receptor más susceptible al material publicado y quién está más dispuesto a difundirlo. La capacidad actual de falsificar y manipular información no tiene precedentes, y los avances recientes en tecnología e inteligencia artificial también han hecho que el video y el audio sean sospechosos. La gente no está segura de qué hacer ni creer. Simultáneamente, nosotros estamos revolucionando lo que sabemos sobre cómo funcionan nuestros cerebros y emociones, considerados como experimentos individuales sobre las distintas formas de control”, indica el documento publicado por la OTAN y la Universidad Johns Hopkins.

Una nueva forma de conflicto

“La mayoría de los conflictos actuales permanecen por debajo del umbral de la definición de guerra tradicionalmente aceptada, pero han surgido nuevas formas de guerra, como la Guerra Cognitiva: la mente humana ahora se considera como un nuevo dominio de la guerra”, señala el documento firmado por Du Cluzel.

“Con el papel cada vez mayor de la tecnología y la sobrecarga de información, las habilidades cognitivas individuales ya no serán suficientes para garantizar una toma de decisiones informada y oportuna, lo que lleva al nuevo concepto de guerra cognitiva, que se ha convertido en un término recurrente en la terminología militar en años recientes”, agrega el documento de la OTAN, que califica a esta batalla por las mentes como un “desafío insidioso” que interrumpe la comprensión y las reacciones ordinarias a los eventos de una manera gradual y sutil, pero con efectos dañinos significativos a lo largo del tiempo. 

La OTAN expresa su decisión de anticiparse a los avances en estas tecnologías creando conciencia sobre el verdadero potencial de guerra cognitiva, y hace especial hincapié en la necesidad de controlar el comportamiento humano, que pasa a ser un nuevo teatro de operaciones bélico. “Cualquiera que sea la naturaleza y el objeto de la guerra, siempre se reduce a un choque de voluntades humanas y, por lo tanto, lo que define la victoria será la capacidad de imponer un comportamiento deseado a una audiencia elegida. Las acciones emprendidas en los cinco dominios (aire, tierra, mar, espacio y cibernético) se ejecutan para tener un efecto en el dominio humano. Por lo tanto, es hora de que la OTAN reconozca la importancia renovada del sexto dominio operativo, a saber, el Dominio Humano”.

El texto también destaca el alcance universal de esta guerra: desde el individuo hasta los estados y las organizaciones multinacionales. “Se alimenta de las técnicas de desinformación y propaganda dirigidas a agotar psicológicamente a los receptores de información”, señala el texto elaborado por Du Cluzel, en el que también se afirma que “todo el mundo contribuye” a propalar el conocimiento en diversos grados, consciente o inconscientemente, y se advierte que el conocimiento puede convertirse en un arma. 

La conquista del ser humano

La OTAN es muy clara y taxativa a la hora de definir que su objetivo militar es la conquista del ser humano, sus gustos, opiniones, preferencias, sentimientos y todas sus funciones cerebrales. La esencia de esta batalla “es tomar el control de seres humanos (tanto civiles como militares), organizaciones, naciones, pero también de las ideas, la psicología, especialmente del comportamiento, los pensamientos, así como el medio ambiente”. 

La contienda por las mentes, asegura el documento, se da a través de una acción conjunta que se ejerce sobre tres dimensiones (física, informacional y cognitiva), y de esta manera se encarna la idea de Sun Tzu del combate sin pelear cara a cara (“El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”, escribió el estratega militar chino). 

“El estudio del dominio cognitivo, así centrado en el ser humano, constituye un nuevo desafío que es indispensable para cualquier estrategia relacionada con la generación de poder de combate futuro”, señala el texto, en el que se define a la cognición como “nuestra máquina de pensar” que tiene entre sus funciones percibir, prestar atención, memorizar, razonar, producir movimientos, expresarse, decidir. “Actuar sobre la cognición significa actuar sobre el ser humano”, reitera el documento de la OTAN.

“Definir un dominio cognitivo sería demasiado restrictivo; por lo tanto, un dominio humano sería más apropiado”, afirma el documento firmado por Du Cluzel.

Cómo dar forma a las creencias y comportamientos

Por su parte, la revista de la OTAN publicó el 20 de mayo de 2021 un artículo titulado “Contrarrestando la guerra cognitiva: conciencia y resiliencia” (“Countering cognitive warfare: awareness and resilience”). El texto fue elaborado por la Universidad Johns Hopkins y el Imperial College de Londres, y ubica esta contienda en el marco de una variedad de desafíos y conflictos emergentes que debe enfrentar la alianza.

“En la guerra cognitiva, la mente humana se convierte en el campo de batalla. El objetivo es cambiar no sólo lo que la gente piensa, sino también cómo piensa y actúa. Realizado con éxito, da forma e influye en las creencias y comportamientos individuales y grupales para favorecer los objetivos tácticos o estratégicos de un agresor. En su forma extrema, tiene el potencial de fracturar y fragmentar a toda una sociedad, de modo que ya no tenga la voluntad colectiva de resistir las intenciones de un adversario. Es concebible que un oponente pudiera someter a una sociedad sin recurrir a la fuerza o la coerción directas”, señala el artículo de la publicación dedicada a informar y promover el debate sobre cuestiones de seguridad. 

“Hoy en día, la guerra cognitiva integra capacidades de ingeniería cibernética, informática, psicológica y social para lograr sus fines. Aprovecha Internet y las redes sociales para dirigirse a personas influyentes, grupos específicos y un gran número de ciudadanos de una sociedad de forma selectiva y en serie. Busca sembrar dudas, introducir narrativas contradictorias, polarizar opiniones, radicalizar grupos y motivarlos a realizar actos que pueden perturbar o fragmentar una sociedad cohesionada. Y el uso generalizado de las redes sociales y los dispositivos inteligentes en los países miembros de la Alianza puede hacerlos particularmente vulnerables a este tipo de ataque”, señala el informe de la Revista de la OTAN, que define al Dominio Cognitivo como un nuevo espacio de competencia, más allá de los dominios terrestre, marítimo, aéreo, cibernético y espacial.

El estudio también aborda la problemática de las redes sociales y su capacidad para medir, anticipar y modificar las preferencias de los receptores de información. “Una copia en papel de su periódico favorito no sabe qué noticias prefiere usted leer. Pero su computadora sí. El anuncio que usted vio en el periódico no sabe que fue a la tienda a comprar lo anunciado; su teléfono inteligente sí lo hace. El editorial que lee no sabe que lo compartió con entusiasmo con algunos de sus amigos más cercanos. Su sistema de red social sí lo hace. Nuestras aplicaciones de redes sociales rastrean lo que nos gusta y creemos; nuestros teléfonos inteligentes rastrean a dónde vamos y con quién pasamos el tiempo; nuestras redes sociales rastrean con quién nos asociamos y a quién excluimos. Y nuestras plataformas de búsqueda y comercio electrónico utilizan estos datos de seguimiento para convertir nuestras preferencias y creencias en acción, al ofrecer estímulos para animarnos a comprar cosas que de otro modo no habríamos comprado”, señala el texto elaborado por la Universidad Johns Hopkins y el Imperial College de Londres.

Las neuro-armas, Rusia y China

La información y el conocimiento pueden convertirse en un arma “que ofrece a los adversarios de la OTAN un medio para eludir el campo de batalla tradicional con importantes resultados estratégicos, que pueden utilizarse para transformar radicalmente las sociedades occidentales”.

“Los instrumentos de la guerra de la información, junto con la adición de «neuro-armas», se suman a las perspectivas tecnológicas futuras, lo que sugiere que el campo cognitivo será uno de los campos de batalla del mañana. Esta perspectiva se fortalece aún más con los rápidos avances de las NBIC (Nanotecnología, Biotecnología, Tecnología de la Información y Ciencias Cognitivas) y la comprensión del cerebro. Los adversarios de la OTAN ya están invirtiendo fuertemente en estas nuevas tecnologías”, afirma el estudio.

Y al llegar a la página 26 se puede leer con todas las letras a qué se refiere con las sociedades occidentales y los adversarios de la OTAN. El apartado se titula “Guerra cognitiva rusa y china”. 

El documento cita al miembro del Instituto Ruso de Investigación Estratégica (The Russian Institute for Strategic Studies) Vladimir Karyakin, que en 2012, afirmó: “El advenimiento de las tecnologías de la información y las redes, unido a los avances de la psicología en el estudio del comportamiento humano y el control de las motivaciones de las personas, hacen posible ejercer un efecto específico sobre grandes grupos sociales sino también para remodelar la conciencia de pueblos enteros”.

La OTAN afirma que la guerra cognitiva emprendida por Rusia es una forma de “Doctrina de Control Reflexivo”, una operación integrada “que obliga a un tomador de decisiones adversario a actuar a favor de Rusia alterando su percepción del mundo”.

El texto aclara que la operación rusa va más allá del “puro engaño”, porque influye sobre la toma de decisiones utilizando tanto información verdadera como falsa para hacer que la persona sienta que la decisión de cambiar su comportamiento es propia.

La versión rusa de la batalla por las mentes, según la OTAN, se basa en una comprensión profunda de los objetivos humanos gracias al estudio de la sociología, la historia, la psicología, el uso de la información y la tecnología del objetivo a manipular. “Rusia ha priorizado la Guerra Cognitiva como precursora de la fase militar”, concluye.

En cuanto al otro gran adversario de la OTAN, el documento señala que China adoptó una definición aún más amplia de guerra cognitiva que incluye la sistemática utilización de las ciencias y en particular la biotecnología para lograr la “superioridad mental”.

“China ha definido el Dominio Cognitivo de las Operaciones como el campo de batalla para llevar a cabo penetración ideológica con el objetivo de destruir la moral y la cohesión de las tropas, así como formando o deconstruyendo capacidades operativas”, indica el texto a la vez que enumera seis tecnologías, divididas en dos categorías: “Cognición”, que incluye estratagemas que afectan la capacidad de pensar y funcionar de una persona; y “Cognición subliminal” que abarca técnicas que se dirigen a las emociones subyacentes, el conocimiento, la fuerza de voluntad y la creencias.

“La innovación china está lista para buscar sinergias entre la ciencia del cerebro, la inteligencia artificial y la biotecnología, y esto puede tener implicaciones de largo alcance para su poder militar futuro y para la competitividad nacional agregada”, señala el documento citando un trabajo de Elsa B. Kania, en el volumen 8, de 2019, de la publicación Prism.

“Los estrategas chinos predicen que el ritmo y la complejidad de las operaciones aumentará dramáticamente”, advierte el texto al tiempo que afirma que el ejército chino se viene ocupando de los intensos desafíos cognitivos que enfrentarán los futuros comandantes, especialmente sobre la importancia de optimizar la coordinación y la fusión o integración hombre-máquina.

Como parte de su Dominio Cognitivo de Operaciones, China ha definido “Ciencia Cerebral Militar” como una ciencia innovadora de vanguardia que introduce cambios fundamentales en el concepto de combate, creando un tipo de batalla completamente nuevo: la “guerra de cerebros”.

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