La masividad de la movilización del 8 de Marzo pasado dio cuenta de la fuerza del movimiento por la igualdad de géneros pero también de la avidez por volver a juntarse en las calles tras la oscuridad del encierro forzado. Las ganas de volver a compartir pedazos de vida cuerpo a cuerpo con otros y otras se pueden apreciar en estadios, anfiteatros, parques, playas; y obviamente en concentraciones, marchas y actos políticos de diversos tenores y temáticas. Entre estos últimos y en la Argentina y por ende en Rosario, se destacan desde hace ya casi cuatro décadas, los de una fecha emblemática como el 24 de Marzo, que este año tiene ese plus de poder recuperar la calle como escenario de encuentro entre quienes reivindican la vigencia y la importancia de sostener en alto las banderas de Memoria, Verdad y Justicia; y la necesidad de defender y promover el efectivo cumplimiento de los Derechos Humanos para toda la población y no solo para apenas una parte de ella, objetivo aún difícil de cumplir cabalmente.

Quienes transitan esta ancha avenida han ido creciendo en número y por ende en diversidad, pero también ha sido progresiva la persistencia en encontrar los tonos afines para procesar las diferencias sin dejar de sostener cada 24 de Marzo como expresión de unidad y encuentro popular, tal vez la frontera más inexpugnable para quienes quieran reeditar el Terrorismo de Estado genocida.

De ahí para arriba, es lógico que los debates sean muchos. Cómo revertir la debilidad del actual sistema democrático a la hora de garantizar igualdad de acceso a los Derechos Humanos es uno de los interrogantes que discute a la vez que se agiganta. No solo es desesperante el vaivén en lo que tiene que ver con los históricamente considerados principales de esos Derechos. El devenir de la historia moderna, signada por la irrupción de las nuevas tecnologías y su potencia transformadora de la vida cotidiana de las personas por lo menos similar a ese último gran sacudón que fue la revolución industrial, hace que sean cada vez más las necesidades y sus consiguientes derechos los que hacen falta para vivir una humanidad plena, en comunidad, de felicidad compartida.

Claro que este objetivo planteado de cumplimiento universal y permanente de los Derechos Humanos, así enunciado en generalísimos términos, suena cada vez más inobjetable, lógico, de sentido común. Pero es evidente a la vez que quienes insisten en vivir no con si no a costa de los demás no solo se las arreglan para acumular y concentrar más y más en términos materiales. Además, atacan a fondo para dar vuelta la también evidente debilidad ideológica que sustenta el poder que ejercen. La embestida en este plano es ciber feroz, apunta a la destrucción de cualquier expresión de un mínimo sentido común humanitario. La confusión, la fragmentación, la división, la desconfianza, el desencuentro, el aislamiento, son los proyectiles que se fabrican y se lanzan para bombardear en ese plano simbólico pero cada vez más entremezclado con la disputa por la distribución de los bienes materiales que la época exige.

El 24 de Marzo que se viene, afortunadamente, es otra oportunidad de reafirmar el repudio a ese camino de deshumanización que se ofrece como pretendida vía de salvación personal y reafirmar el de los Derechos Humanos así con mayúsculas y como meta y construcción colectivas y dinámicas. Y de volver a hacerlo en concreto, cuerpo a cuerpo, en la calle, el escenario común para el fluir en paz de los cinco sentidos que supimos conseguir.

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