La concentración mediática atenta contra la democracia y formatea mentes para que el Síndrome de Estocolmo se convierta en pandemia. Pensadores y académicos analizan cómo defendernos.

El filósofo, ensayista y profesor de Ciencias de la Educación de la Universidad de Quebec (Canadá) Normand Baillargeon se tomó muy en serio la afirmación de Noam Chomsky con relación a la necesidad de “analizar y reflexionar sobre la propaganda” en el ámbito de la educación: “Creo firmemente que los ciudadanos de las sociedades democráticas deberían hacer un curso de autodefensa intelectual para protegerse de la manipulación y el control, y sentar las bases para conseguir una democracia mejor”, señaló Chomsky.

En 2005, Baillargeon publicó Petit cours d’autodéfense intellectuelle (Pequeño curso de autodefensa intelectual), donde analiza los problemas epistemológicos, políticos, y de educación cívica que produce la utilización propagandística de la mentira, entre otras formas de manipulación.

“Me preocupa –quizás debería incluso decir me horroriza– lo que parece ser el estado verdaderamente deplorable de la reflexión, el conocimiento y la racionalidad en amplias capas de la vida académica e intelectual. Lo diré con la mayor moderación posible: me asombran algunas de las cosas que se hacen y se dicen en ciertos sectores de la universidad contemporánea, donde florece la ineducación y la charlatanería. Y no soy el único que piensa así”, señala Baillargeon.

Derecho a la información

Baillargeon también apunta a una cuestión central: la incompatibilidad entre la manipulación y la democracia: “Mi segunda preocupación es política y tiene que ver con el acceso de los ciudadanos de las democracias a una comprensión del mundo en que vivimos, a una información rica, seria y plural que nos permita entender ese mundo y cambiarlo. Seré franco: como muchas otras personas, me preocupa el estado de nuestros medios, la concentración y convergencia de los medios y la forma en que el mercado los impulsa. Me preocupa el papel propagandístico que han llegado a jugar los medios de comunicación en la sociedad, en un momento en que cada uno de nosotros es bombardeado con información y discursos que intentan obtener nuestra aprobación y hacernos actuar de determinada manera”, agrega Baillargeon en la Introducción a su Pequeño curso de autodefensa intelectual.

“Esto me indigna especialmente, dado que esta formación es hoy más necesaria que nunca para los futuros ciudadanos. La mentalidad centrada en el cliente y el reduccionismo económico que se encuentra en demasiadas personas en estos días, y particularmente entre los tomadores de decisiones del mundo de la educación, constituyen, en mi opinión, razones más serias para estar inquietos por el futuro de la democracia participativa”, agrega el autor.

El pensador canadiense se ocupa en su libro del trabajo de vaciamiento de la palabra. Hace referencia al accionar de la comadreja, que ataca los nidos de otras especies y vacía los huevos, pero a través de un pequeño agujero, casi imperceptible, que los deja vacíos pero enteros.

El pensamiento complejo

Las distintas formas de manipulación y desinformación, un fenómeno que es mucho más amplio y complejo que la utilización de noticias falsas, tienen un denominador común: la simplificación, la reducción y descontextualización de los fenómenos, y la creación de falsas dicotomías. 

Ante lo que consideró “la crisis del paradigma occidental de simplificación y disyunción, basado en la reducción y separación de los saberes”, el filósofo francés Edgar Morin planteó la necesidad de un nuevo paradigma basado en la complejidad. 

La noción de pensamiento complejo refiere a la capacidad de interconectar distintas dimensiones de lo real. Es el pensamiento capaz de profundizar críticamente sobre los fenómenos. 

Parte de la idea de que cualquier elemento del mundo no es un objeto aislado, sino que forma parte de un sistema mayor que lo contiene, por lo que se encuentra en constante interacción con otros elementos del sistema, así como con el sistema completo. 

El pensamiento complejo tiene en cuenta la naturaleza multicausal y no lineal de los acontecimientos, y tiene en cuenta las infinitas variables y sus impredecibles interacciones.

En 1990, Morin publicó Introduction á la pensée complexe (Introducción al pensamiento complejo), donde planteó la necesidad de superar el paradigma mutilante de organización del conocimiento.

Para el autor francés, el pensamiento simplificador desintegra la complejidad de lo real, mientras que el pensamiento complejo rechaza las consecuencias reduccionistas, unidimensionalizantes y finalmente cegadoras de una simplificación, que se suele tomar por reflejo de aquello que hubiera de real en la realidad.

Morin aboga por un saber no parcelado, no dividido, no reduccionista, que incluya el reconocimiento de lo inacabado e incompleto de todo conocimiento.

“Hemos adquirido conocimientos sin precedentes sobre el mundo físico, biológico, psicológico, sociológico. La ciencia ha hecho reinar, cada vez más, a los métodos de verificación empírica y lógica. Mitos y tinieblas parecen ser rechazados a los bajos fondos del espíritu por las luces de la Razón. Y, sin embargo, el error, la ignorancia, la ceguera, progresan, por todas partes, al mismo tiempo que nuestros conocimientos”, escribió Morin en 1990, antes de la aparición de las redes sociales.

El pensador francés demuestra con un ejemplo cómo funciona una de las operaciones de simplificación muy en boga por estos días: tomar el todo por la parte, elegir un elemento dentro de la complejidad de un sistema y erigirlo en la verdad, la clave, la esencia de todo el sistema.

“Tomemos ahora un ejemplo que está en el corazón mismo de los problemas antropo-sociales de nuestro siglo: el del sistema concentracionario (Gulag) en la Unión Soviética (URSS). Se puede considerar, de facto, que el Gulag debe ser ubicado en la periferia del socialismo soviético, como fenómeno negativo secundario y temporario, provocado esencialmente por el encierro capitalista y las dificultades iniciales de la construcción del socialismo. O por el contrario, se podría haber considerado al Gulag como núcleo central del sistema, revelador de su esencia totalitaria. Vemos entonces que, de acuerdo a las operaciones de centramiento, jerarquización, disyunción, o identificación, la visión de la URSS cambia totalmente”, señala Morin, que concluye que el ejemplo nos muestra que es muy difícil pensar un fenómeno tal como “la naturaleza de la URSS”, y no porque nuestros prejuicios, pasiones e intereses, estén en juego por delante de nuestras ideas, sino porque no disponemos de medios de concebir la complejidad del problema.

“Se trata de evitar tanto la identificación a priori (que reduce la noción de URSS a la de Gulag), como la disyunción a priori que disocia, como extrañas entre sí, a las nociones de socialismo soviético y de sistema concentracionario. Se trata de evitar la visión unidimensional, abstracta. Es por ello que es necesario, ante todo, tomar conciencia de la naturaleza y de las consecuencias de los paradigmas que mutilan el conocimiento y desfiguran lo real”.

El 13 de enero de 2006, Morin brindó una conferencia en español en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se encuentra disponible en YouTube con el título “La Complejidad hoy / Edgar Morin”.

Una sociedad sin anticuerpos contra la manipulación

El académico inglés William Davies señala en su libro de 2018 Nervous States: How Feeling Took Over the World (Estados nerviosos: Cómo las emociones se adueñaron de la sociedad) que “las sociedades globalizadas y tecnificadas son más vulnerables, no tienen anticuerpos contra las manipulaciones, están inmunodeprimidas para defenderse de las tácticas virales de propagación de contenidos falsos”.

Y aclara que sólo se necesita persuadir a un número reducido de gente que pertenezca a ciertos entornos clave para que, desde allí, el contagio se extienda a la sociedad.

Según Davies, uno de los mayores cambios en los medios de comunicación es que ya no informan, sino que se ocupan de “sincronizar la atención y canalizar las emociones de un grupo de personas”.

El autor asegura que desde la década de 1990, los rápidos avances en neurociencias elevaron al cerebro por sobre la mente como la forma principal para entendernos a nosotros mismos, demostrando la importancia de la emoción y la fisiología para todas las tomas de decisiones. 

“Como la sociedad fue inundada por la tecnología digital, se volvió más difícil especificar qué pertenece a la mente y qué al cuerpo, qué es el diálogo pacífico y qué es el conflicto. En el espacio turbio entre mente y cuerpo, entre guerra y paz, se encuentran estados nerviosos: individuos y gobiernos que viven en un estado de alerta constante y elevado, confiando cada vez más en sentimientos más que en hechos”, señala Davies. 

“La cualidad crucial de los sentimientos es su inmediatez. Y esto es también lo que los hace potencialmente engañosos, engendrando reacciones exageradas y miedo. Políticos y empresas sin escrúpulos vienen explotando nuestros instintos y emociones, desde hace mucho tiempo, para convencernos de creer o comprar cosas que, luego de una reflexión cuidadosa, no hubiéramos creído ni comprado”, asegura el autor de Estados nerviosos: Cómo las emociones se adueñaron de la sociedad.

“Nos adiestran con técnicas conductistas”

El escritor, músico y pionero de la realidad virtual Jaron Lanier escribió en 2018 el libro titulado Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato. Allí afirma que las redes sociales, al desplegar una vigilancia constante y manipular nuestro inconsciente, nos están convirtiendo en personas rencorosas, tristes, asustadizas, poco empáticas, aisladas y triviales. “Nos adiestran con técnicas conductistas y ni siquiera nos damos cuenta”, señala. 

Según Lanier, “el producto es el cambio gradual e imperceptible del comportamiento y la percepción del mundo de las personas”. El único producto posible, afirma, es cambiar lo que la gente hace, cómo piensa, cómo es y se autopercibe.

Y cita a Sean Parker, el primer presidente de Facebook, quien afirma que la red social “cambia literalmente la relación de la persona con la sociedad y con los demás”.

El ex vicepresidente de crecimiento de usuarios de Facebook, Chamath Palihapitiya, señaló que “A corto plazo, los bucles de retroalimentación a base de dopamina que hemos creado están destruyendo la manera en que funciona la sociedad. Ni debate público civilizado ni cooperación: desinformación, afirmaciones engañosas (…) Está erosionando los cimientos de cómo se comportan las personas entre sí. Y no tengo una buena solución. Mi solución es que he dejado de usar esas herramientas. Hace ya años”.

Manipulación o democracia

En su libro de 2002 República.com. Internet, democracia y libertad, Cass Sunstein reflexiona sobre la incompatibilidad entre el actual sistema de medios concentrados y la democracia, y pone el foco en el poder de los “consumidores de información” para filtrar lo que ven, escuchan y leen, y señala qué reformas políticas son necesarias para garantizar que las nuevas tecnologías de la comunicación estén al servicio de la democracia.

Sunstein es un abogado estadounidense y profesor universitario dedicado al estudio del derecho constitucional, derecho administrativo, y economía conductual. Se desempeñó como Director de la Oficina de Información y Asuntos Regulatorios (Oira) en la administración del ex presidente Barack Obama.

“Gran parte de mi intención consiste en explorar qué elementos contribuyen al buen funcionamiento de un sistema de libertad de expresión”, escribió el autor estadounidense en 2002.

En su libro de 2020, Too Much Information. Understanding What you don’t Want to Know (Demasiada información. Entendiendo qué no queremos saber), Sunstein parte de la idea de que la información puede mejorar la vida de las personas y ayudar a tomar decisiones. Pero luego problematiza esta afirmación para investigar los efectos de la información (y del exceso de información), y de esta manera emergen nuevas preguntas sobre qué queremos saber, cómo deseamos alcanzar ese conocimiento y qué hacemos con esa información.

En este sentido, acaso una de las trampas más utilizadas por los medios para manipularnos consiste en presentar como “información” aquello que no lo es. Según Sunstein, la información que nos permitiría decidir qué datos, hechos y conocimientos nos resultan útiles es escamoteada. No tenemos la información necesaria para saber distinguir qué es información y qué es manipulación.

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