El escritor Claudio Gómez, fanático de Independiente pero que participó de la restitución de carnets a socios desaparecidos de Racing, celebra el avance en materia de derechos humanos que se viene dando en el fútbol argentino de los últimos tiempos.

Claudio Gómez es tan hincha de Independiente que además de sus redes sociales propias, creó un twitter aparte –De pie que entra Bochini, en homenaje al ídolo máximo del club– para expresar su amor por el rojo. Pero su compromiso desde el deporte en causas de derechos humanos, que le valieron la publicación de los libros Maten al rugbier y El partido Rojo, lo llevaron a estar presente en el estadio Presidente Perón en diciembre de 2021, cuando Racing, el eterno rival, le restituyó de manera simbólica el carnet a sus socias y socios desaparecidos por la última dictadura cívico-militar. En la crónica de su paso por el Cilindro (publicada en el portal oficial de la Academia), este fanático del Diablo contó la historia de Armando Croatto, una de las 46 víctimas a las que el club le devolvió su condición de asociado. “Una historia como muchas de las treinta mil, pero con un dato revelador: Armando Croatto era hincha de Independiente”, escribió.  

Contra viento y marea (y contra las resistencias de algunos clubes), Claudio busca –desde la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino– replicar el gesto de Racing en su club y en los demás, tal como ya hicieron, entre otros, Rosario Central, Banfield, Argentinos Juniors, Ferro.

Si bien se define como “muy crítico del ámbito del fútbol” por su costado “xenófobo, homofóbico y discriminador”, a horas de un nuevo 24 de marzo, aclara: “Noto que año a año, el fútbol está cada vez más involucrado con los derechos humanos”.

El fútbol marcha

El deporte más popular, desde hace unos años, dejó de tirar la pelota afuera cada vez que entra a jugar el tema de los derechos humanos. Por eso, Claudio Gómez tiene una mirada optimista al respecto en la víspera del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia: “Si tengo que vincular a esta fecha con el deporte, me genera mucho entusiasmo, porque noto que año a año, el mundo del deporte –y más que nada el fútbol que es lo que más repercusión tiene– está cada vez más involucrado con los derechos humanos, que era un tema que hasta hace unos años estaba absolutamente fuera de este ámbito”.

En una entrevista con El Eslabón, el periodista y editor de Deportes del diario Perfil celebra que “en los últimos años, el ámbito del fútbol fue tomando las banderas de los derechos humanos, con distintas agrupaciones, distintas acciones en los clubes, y esto hace que el tema se vaya imponiendo cada vez más y por lo tanto llegue a gente que tal vez esa sea la única vía por la que recibe los mensajes de Memoria, Verdad y Justicia”.

Antes de arrancar la multitudinaria marcha de este jueves –en su caso, la de Capital Federal– destaca el encuentro con sus compañeros y compañeras de la Coordinadora de DDHH del Fútbol Argentino, espacio de diversas camisetas y una sola consigna. “Ahí vamos cada uno con nuestras remeras y nos juntamos. La causa es la misma, ahí no hay rivalidad, no hay clásicos, no hay enemistad. Todos tenemos bien en claro que nuestros rivales no son los que tienen otras camisetas, sino que estamos todos juntos, de la mano y abrazados, reivindicando las banderas de los derechos humanos”, dice.

Foto: Nadia Petrizzo

El autor de Maten al rugbier: La historia detrás de los 20 desaparecidos de La Plata Rugby Club y de El partido rojo: La hazaña más grande del fútbol argentino en medio de la más sangrienta dictadura se muestra “incluso siendo parte, alguien muy crítico del ámbito del fútbol en general”. Y explica su postura: “El fútbol es discriminador, es homofóbico, xenófobo. En una cancha, todas esas características se exacerban y hasta me pongo a pensar las cosas que yo cantaba en la cancha, o lo que les gritaba a los jugadores de Racing y de Boca. Y me avergüenzo de mí mismo haber dicho semejantes barbaridades, pero creo que desde hace unos años a esta parte nos estamos deconstruyendo. Así como la sociedad se está deconstruyendo en cuestiones de género, el fútbol está también en ese camino, en cuestiones de género y en cuestiones de derechos humanos, que son dos banderas indispensables”.

A la hora de ahondar en las causas que separan a la pelota de los DDHH, remarca que “el fútbol viene con unas tradiciones arraigadas y es muy difícil cambiar eso”, y pone de ejemplo a un jugador que admitió su homosexualidad: “Hay uno sólo que lo admitió, porque no lo aceptan ni sus compañeros, ni los dirigentes, ni los hinchas. Está mal visto. Los jugadores gay, que los hay, prefieren evitar esos momentos, el tener que dar explicaciones, que los marginen. Imaginate lo que haría una hinchada rival con un jugador que admite su homosexualidad, lo volverían loco”. Y en ese combo repudiable de expresiones, Claudio agrega: “También está lo de gritar boliviano o paraguayo como agresión. O puto, con una conotación negativa”.

Pero como la esperanza es lo último que se pierde, y con más razón para un militante que no conoce de bajar los brazos, Gómez confía: “Sé que es un laburo lento, pero yo apuesto a que vaya cambiando la mentalidad de la gente, de los dirigentes, jugadores, y fundamentalmente de los hinchas”. Y tras aclarar que esto no es un fenómeno sólo argentino (porque “en Europa ocurren muchos episodios xenófobos, con hinchas que bastardean a jugadores porque son negros”), se entusiasma: “Año a año se va incrementando la presencia y los mensajes que tienen que ver con cambiarnos la cabeza de todos los que somos parte del fútbol, lo amamos y laburamos de una u otra manera”.

La memoria al rojo vivo

A fines de la década del 70, en plena dictadura cívico militar, Claudio Gómez empezaba a dejar atrás la escuela primaria y continuaba con la secundaria. En aquellos tiempos oscuros, sus preocupaciones pasaban sólo por Independiente y por divertirse con sus amigos. Tras el retorno de la democracia, le saltó la ficha de lo que ocurría en el mismo suelo que solía pisar para ir a la escuela o a la cancha. “Fue revelador y shockeante”, según revela en diálogo con este medio. “Eso generó un interés que derivó en informarme, en leer sobre el tema, mirar películas o documentales y hasta escuchar algunas canciones que reflejaban el horror que se había vivido durante esos años, en los que yo tenía conciencia pero ignoraba lo que ocurría”, subraya.

Su biblioteca personal se pobló de libros de Historia que reflejan la década del 70, lo que marcó su orientación dentro del periodismo deportivo. “Intenté generar ese cruce entre el deporte y los derechos humanos, que es una posta que tomo de periodistas que lo hicieron antes que yo, como Gustavo Veiga, Ariel Scher. Leía las notas que escribían ellos, las notas que publicaban, y fue una suerte de revelación esto de usar al deporte, en el buen sentido, para contar la historia de un jugador desaparecido, o qué es lo que pasaba mientras Argentina ganaba el Mundial”.

En ese sentido, este cronista nacido en Valentín Alsina y uno de los finalistas del II Concurso de Cuentos de Fútbol “Roberto Santoro” –organizado por Ediciones Al Arco–, con un relato que se publicó en la antología Jugá conmigo, reflexiona: “Con la popularidad, la masividad, la penetración que tiene el deporte en la sociedad, me parece un vehículo extraordinario para llegar con determinados mensajes. Y está bueno que desde nuestro rol de periodistas lo aprovechemos”. 

El 6 a 0 a Perú, y muchas cosas más

Por último, Claudio Gómez –que se recibió de periodista en TEA y hoy es docente allí– se mete en la polémica del Mundial disputado en Argentina, en el que mientras los futbolistas de la Selección y Jorge Rafael Videla levantaban el más preciado de los trofeos, miles de sus compatriotas eran torturados y asesinados. “Creo en la inocencia de los jugadores en el momento en que se jugó el Mundial”, aclara de entrada, y argumenta: “Así como gran parte de la sociedad estaba absolutamente ajena e ignoraba los horrores que se estaban cometiendo (incluso hay familiares de las y los pibes detenidos que ignoraban la existencia de centros clandestinos de detención y de tortura), los futbolistas tenían veintipico de años, eran todos muchachos. Si ya de por sí el futbolista suele vivir en una burbuja, en ese momento es entendible que no supieran, porque había una fuerte censura”. 

Pero muchos de esos campeones mundiales, quizá por temor a que le bajen el precio a la conquista deportiva, siguieron gambeteando los temas referidos a la dictadura que los usó de vidriera. “Lo que sí me hinchó las pelotas y me sigue jodiendo, es que muchos años después fueron muy pocos los jugadores que salieron a decir que se sintieron usados”. Y agrega: “En el momento no le podés pedir nada a un pibe en ese contexto, pero 20 años después, con más conciencia, madurez y entendimiento de lo que ocurrió, hubiera sido bueno que una gran mayoría hubiera salido a repudiar o a hacer un mínimo mea culpa. Fueron muy pocos: el Pitón Ardiles, el Loco Houseman, el Pato Fillol, y muy pocos más. Hacer un mea culpa no le quita mérito deportivo a la Selección, que jugó muy bien y ganó el título legítimamente, más allá del dudoso 6 a 0 a Perú”.

Incluso hoy, las expresiones a favor de las consignas Memoria, Verdad y Justicia por iniciativa de los propios jugadores, son escasas, contadas con los dedos de la mano. “Cuando en diciembre hicieron la restitución de carnet a los socios de Racing, estuvo Sebastián Beccacece, que ya no era técnico de Racing, pero estuvo en el acto. Qué bien, qué buen gesto el haber estado ahí. Además, porque su presencia le da más difusión al evento. Pero son casos aislados, como el del Patón Guzmán que sale con los guantes de las Madres y Abuelas”. Y pará de contar.

Para el ex Sudestada, El Gráfico, La Maga, entre otros medios, este desentendimiento “tiene que ver con una cuestión de formación, de qué temas vieron en la escuela, en su casa, en su entorno o si este es un tema que en sus ámbitos lo consideran relevantes o no”. Y desea: “Estaría bueno que los clubes involucren a los jugadores. Hay muchos que tienen integradas dentro de la estructura del club comisiones o subcomisiones de DDHH, eso me parece genial, pero no todos lo tienen. Estaría bueno que esos espacios involucren a los jugadores de Primera, a los pibes de las inferiores, con charlas para llevar el mensaje a todos los estamentos del fútbol”. Y cierra: “Hay muchas deudas pendientes con esto. Hay que ir saldándolas de a poco”. O paso a paso, como decía Mostaza Merlo, aunque la cita no le calce justa a este fanático de Independiente.

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