Apenas comenzaba febrero y Valeria se enteraba por los portales de noticias que un querido ex alumno suyo había sido asesinado por error. Dice que cuando leyó la información en la red social Twitter primero pensó que se trataba de una equivocación, más que nada porque el nombre de aquel niño, a quien había conocido en las aulas de su escuela de barrio Godoy, estaba mal escrito. Pero los mensajes de WhatsApp no se hicieron esperar y enseguida alguna compañera de trabajo le confirmó esa verdad que quería evitar reconocer.

A Mijail Enrique lo mataron en la madrugada del 31 de enero pasado cuando estaba en la puerta de su casa con un grupo de amigos. Tenía 15 años y empezaba el segundo año del secundario. “Lo acribillaron por error”, no tardaron en decir las noticias sobre el nuevo crimen que terminaba de suceder en Rosario.

Y junto con eso, las palabras de quienes lo conocían coincidentemente hablaban de Mijail como “un chico muy querido y trabajador”, que “había vuelto a la escuela y estaba por empezar el segundo año del secundario”. También que siempre “estaba preocupado por su familia” en especial por su mamá y sus hermanitos.

Cuando Valeria D’Alleva, vicedirectora –en licencia– de la Escuela N°6018 Victoriano Montes, de Larralde al 3200, se enteró de lo que pasó, enseguida tuvo la sensación de que “algo tenía que hacer”, como sumar recuerdos valiosos a la memoria de su querido alumno, pero también no naturalizar estas muertas tan violentas como absurdas. 

Valeria elige citar un pedacito del tema Queso ruso de Los Redondos para describir cómo se sintió al conocer la noticia de la muerte de Mijail: “Como tanta otra tristeza/ a la que te acostumbrás”. Enseguida dice que se niega a naturalizar lo que está mal, pero mucho más las muertes de pibes tan jóvenes en manos de una violencia inusitada. 

Cuenta que trabajó por 24 años en la escuela de Barrio Godoy, 14 de vicedirectora. Una primaria que ubica “en el extremo oeste de la ciudad” y a la que describe como “hermosa” y de una “construcción histórica” que sólo se puede recordar con afecto. En ese lugar lo ubica a su querido alumno.

“Todas las maestras lo conocen a Mijail, tanto las del turno mañana como tarde”, asegura Valeria, y luego dimensiona ese reconocimiento de quien era un niño: una escuela de 900 alumnas y alumnos, y 35 secciones de grados. 

Cuenta que era de esos pibes que se destacan por “lo bueno y especial”, porque siempre estaba presente dando una mano. “Tenía esa dulzura y predisposición” que exponía “como la vez que hubo una peña de folclore y él bailó con la maestra”. “Era de estos chicos amados, aunque mi escuela se caracteriza por el trato amoroso con los alumnos y también con la comunidad”, valora la educadora.

Valeria dice que lo quiere recordar como era: “Una estrella, un chispazo de alegría”. Pero también que el oficio docente la obliga a insistir en dar pelea para que estas muertes no queden como un dato estadístico más. Opina entonces que está en cada persona hacer que esto no nos atrape en la inercia de leer las noticias y dar vuelta la página. “No podemos naturalizar estos hechos, acá se perdió una vida y no tiene por qué ser así”.

Los números le dan la razón a la maestra. Más cuando las vidas más jóvenes que se pierden lideran las estadísticas.

Según datos reunidos por el Observatorio de la Seguridad Pública de la provincia de Santa Fe, entre el 1° de enero y el 3 de abril de este año se registraron 97 homicidios dolosos en la provincia, de los cuales 53 corresponden a la ciudad de Rosario.

No sólo esos números son alarmantes y dolorosos, sino también las edades de las víctimas. De ese total de 53 personas, 2 eran niños menores de 14 años; 14 tenían entre 15 y 19 años; 4 entre 20 y 24 y 10 eran jóvenes entre 25 y 29 años. Y 40 de esas muertes se dieron en la vía pública. 

La información que aporta este Observatorio provincial proviene de fuentes judiciales y policiales.

También Brian y Ticiana

El lunes 4 de abril pasado, otro adolescente de 16 años fue asesinado por error en Empalme Graneros. Según testigos que presenciaron el crimen, quienes dispararon contra Brian Sperling gritaron el nombre de otro chico. 

En septiembre de 2020, Ticiana Espósito, prácticamente una niña de 14 años, estaba lavando los platos en el interior de su casa –Magallanes al 2700– cuando una bala le dio en la cabeza y, por más que intentaron salvarla, murió cuando era llevada al hospital.

Ticiana era alumna de la Escuela Nuestra Señora de la Rocca, de Cerrito y Camilo Aldao, donde había cursado la primaria y había comenzado la secundaria. “Ticiana era una chica muy dulce, llena de proyectos, y soñaba siempre con el futuro”, la recordaba una de sus maestras. Sus compañeras y compañeros de clases, al cumplirse un año de su asesinato, le pintaron un bello mural en el patio de la que había sido su escuela (tal como lo cuenta una crónica publicada el 16 de octubre de 2021 en el Suplemento de Educación de La Capital).

Mijail, Brian o Ticiana y tantas chicas y chicos más ya no están en las aulas aprendiendo, dibujando su futuro, porque una violencia cada vez más imparable se llevó sus vidas. Como pide la maestra Valeria: que no se naturalicen estas muertes, que no nos dé lo mismo, que no sea otra tristeza a la que nos acostumbremos.

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