El periodista Ricardo Gotta publicó Los 7 locos del fútbol, libro en el que reúne las pintorescas historias de personajes que llevaban ese número en la camiseta y que afuera de la cancha también jugaban al borde, y entre los que se coló el Trinche Carlovich.

“En el potrero es más lindo jugar que en el césped, porque cuando se levanta el polvito de la tierra, escondés la pelota y no hay Dios que la encuentre”, decía Oreste Osmar Corbatta, ídolo de Racing. A René Houseman, el por entonces entrenador de Huracán, César Luis Menotti, lo fue a buscar a la villa en la que disputaba un torneo cuando debía estar en la concentración. Y lo encontró en el banco: “El Flaco se acercó y me dijo: «Houseman, ¿qué hace acá?». Yo le contesté: «¿Qué quiere que haga? Mire cómo la mueve el wing nuestro»”. El norirlandés George Best tiró: “Gasté mucho dinero en coches, mujeres y alcohol. El resto, lo malgasté”. Ariel Ortega, muy identificado con River, confesó: “Me encanta sentir ese vientito de la pierna del jugador rival cuando lo gambeteo”. Garrincha, el brasileño, se enteró recién en la boca del túnel que estaba por disputar la final de un Mundial: “Ah, con razón hay tanta gente”. Horacio Narciso Doval fue ícono de San Lorenzo, aunque también jugó en Huracán, y conquistó los corazones de los dos grandes de Río de Janeiro: Flamengo y Fluminense. “De chico –rememoró– me tenían que llevar de una oreja a la escuela para que no me fuera a jugar a la pelota”. Más que hablar, de Tomás Felipe Carlovich hablaron: “Vos fuiste mejor que yo”, le dijo, nada más y nada menos, que Diego Armando Maradona.

Todos estos cracks y bandidos, dentro y fuera de la cancha, patean juntos en el libro de reciente aparición Los 7 locos del fútbol, de Ricardo Gotta. “El puntero derecho juega al lado de la raya, y estos jugadores también. Y fuera de la cancha, estuvieron cerca del borde, del abismo”, resume el autor, que también se anima a tirar paredes con Roberto Arlt.

Sólo sé que no sé nada de fútbol

El escritor Roberto Arlt, que hizo con el lunfardo lo que Maradona hizo con la pelota, no era muy amigo del deporte de la redonda. “Ayer fue el primer partido de fútbol que vi en mi vida”, confiesa en su crónica Ayer vi ganar a los argentinos, que publicó el 18 de noviembre de 1929 en el diario El Mundo, el día después de que la Selección Argentina derrotara a Uruguay en el Viejo Gasómetro de San Lorenzo. Por la redacción de ese extinto matutino porteño también pasó el periodista Guido Gotta, padre del también periodista, Ricardo. “Aprendí el oficio en esa redacción. Y me enteré que ahí había trabajado Roberto Arlt, y en la adolescencia me leí su novela Los siete locos. Fue algo que me quedó marcado y años después empecé a escribir, a pensarme como escritor. Siempre tuve la idea de armar algo con los locos”, confiesa.

El actual secretario de Redacción del diario cooperativo Tiempo Argentino –con pasado en La Prensa, Olé, La Razón, Clarín; en las agencias NA y ANP y en las revistas La Deportiva (Perfil), Codex, La Perinola, Rojo y Negro, Veintitrés, Contraeditorial y Acción– revela que la del libro “es una muy vieja idea, que la fui armando muy lentamente”, hasta que salió a la cancha en la Feria Internacional del Libro, que se realiza en Buenos Aires, donde fue presentado por jugadorazos del periodismo: Víctor Hugo Morales, Ariel Scher y Carlos Ulanovsky. “Al libro lo vengo haciendo desde hace tiempo, con mucha intermitencia. En la pandemia le encontré la vuelta a todo lo malo y la mierda que había, para refugiarme un poco en la lectura y en la escritura, y ahí lo pude terminar”, dice.

En cuanto a los textos, Gotta los define como “relatos no convencionales”, una especie de biografías “en las que cuento la historia de una manera más literaria, aunque sin perder el rigor profesional”. Y aclara: “Son historias reales de los tipos, no invento situaciones”.

Además, el autor adelanta que en las páginas de su flamante obra también juegan el Astrólogo, el Rufián Melancólico, Erdosain, la Coja y compañía: “En varias partes del libro hago mucho paralelo con los locos del libro de Arlt”.

La gran siete

Entre jugadores de selección, campeones mundiales y figuras planetarias, se coló el rosarino Tomás Felipe Carlovich, leyenda del ascenso argentino y héroe de Tablada, que nunca jugó en Primera División del fútbol grande. Y tampoco jugaba de wing derecho. “Son seis números 7, punteros derechos, wines, y uno no lo es”, admite el escritor, por el Trinche. “No fue puntero derecho, pero tiene todas las características de ese puesto, mereció haberlo sido por lo que fue dentro y fuera de la cancha”, se excusa, y añade como argumento: “Hace poco se conoció un video del último partido importante que jugó en su carrera, cerca del retiro, en el club Argentino de Monte Maíz, y en un momento se da vuelta y se le ve la número 7. Eso me dio la excusa para incluirlo en el libro”.

Entre sus 64 años de edad y sus 40 de profesión, Ricardo Gotta escuchó varias veces hablar de ese melenudo ídolo de Central Córdoba, a quien hace dos años asesinaron para robarle su humilde bicicleta. “Conocía la historia, más allá de que nunca fue un jugador de equipos top. Pero lo conocía por muchas cosas: primero, la declaración de Menotti que decía que fue uno de los más grandes jugadores que vio en su vida. También sabía de aquel partido que jugó para el seleccionado rosarino contra Argentina, integrado mitad por jugadores de Newell’s y mitad de Central, y él era el único que no estaba en esos equipos, sino en Central Córdoba”. Y lo describe: “Fue el líder de un baile fenomenal que le dieron a la Selección que iba a jugar el Mundial de Alemania. Además, cuando empecé a investigar, supe que le pidieron al DT que lo sacaran antes del final, para evitar la goleada”.

Caminito al costado del mundo

“El puntero derecho juega al lado de la raya, y estos jugadores, también fuera de la cancha, estuvieron cerca del borde, del abismo”, define Ricardo Gotta a sus 7 locos. “No sólo fueron futbolistas extraordinarios, sino que también tuvieron controversias muy grandes, vidas muy cerca del abismo”, agrega sobre estos personajes amigos de la línea de cal. 

El también autor de Fuimos Campeones. La dictadura, el Mundial 78 y el misterio del 6-0 a Perú (Edhasa, 2008) y Cábalas del Fútbol, desde el ’86 hasta hoy (Edhasa, 2018), además de diversos cuentos y ensayos, reconoce que “me llamaron mucho la atención las historias de los jugadores que no son argentinos”, ya que “a Houseman y a Ortega, por ejemplo, los conocí laburando, hice notas con ellos”. Pero que “de Garrincha y Best desconocía muchas de sus cuestiones más personales y menos conocidas”. Y destaca: “Lo que más me entretuvo de este trabajo fue buscar imágenes, videos. Ahí vi lo extraordinario jugador que era Best. Era un Houseman criado en Belfast. Era, incluso, más potente y más atrevido en varios sentidos. Un tipo peleador, desfachatado. Un fenómeno”.

De todas maneras, futbolisticamente hablando, Gotta admite que de los protagonistas de su libro no tuvo nada. “Siempre tuve la fantasía de que era el 9 de River y gritaba un gol en el Monumental”. Pero aquello sólo fue cosa de su imaginación, lamenta: “Por supuesto que estuve a años luz de que eso ocurriera. Fui un muy mal jugador de fútbol, un voluntarioso número 5 que trataba de recuperar la pelota y de entregársela a los que sabían jugar”, como sus 7 locos.

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