Los bastiones de la derecha latinoamericana tambalean. Chile y Perú están gobernados por presidentes que están fuera de la matriz neoliberal que los ha caracterizado en las últimas décadas, y Colombia está ante una oportunidad histórica que se definirá en ballotage.

El pasado domingo, Colombia fue escenario de unas elecciones que estuvieron a un millón de votos de producir un hecho histórico: el triunfo de un candidato de izquierda en uno de los bastiones de la derecha en América Latina, bastiones que han sido ya sacudidos con la llegada a la presidencia de Pedro Castillo en Perú y de Boric en Chile. Colombia, que se mantuvo firme en su relación con Estados Unidos y conservó gobiernos neoliberales antes y durante toda la llamada “ola progresista” (que encontró a varios países del sur unidos bajo una agenda similar de soberanía), está más cerca que nunca de tener un gobierno de izquierda en el poder, aunque cualquier afirmación sobre el resultado estaría de más.

Teniendo como antecedente inmediato la insurrección popular, o lo que muchos medios han llamado el “Estallido social” de Colombia durante el 2021, el Pacto Histórico, coalición de izquierda y centroizquierda que lleva a Gustavo Petro como candidato a presidente y Francia Márquez a vicepresidenta, se llevó el primer lugar con el 40,32 por ciento de los votos. Sin embargo, al no superar el 50 por ciento necesario, irá a ballotage.

En segundo lugar, con el 28,15 por ciento, quedó la Liga de gobernantes anticorrupción, con Sergio Hernández a la cabeza, desplazando del ballotage al candidato (directo) del uribismo y apoyado por los grandes partidos tradicionales de Colombia, Federico Gutiérrez, que sacó un 23,91 por ciento. En cuarto lugar quedó Sergio Fajardo, candidato de Centro esperanza, con el 4,20 por ciento. 

Cabe marcar una diferencia importante en relación a la cantidad de votos que recibió Petro en 2018, cuando también fue candidato a presidente, y pasó a segunda vuelta con alrededor de un 25 por ciento, yendo a ballotage con Iván Duque, alcanzando un porcentaje del 41,77. Y vale la pena también dedicarle una mención a Sergio Hernández, cuya actividad política más importante (antes de su postulación a presidente) fue la de alcalde de Bucaramanga, ciudad del norte de Colombia con alrededor de 600 mil habitantes. Ejerció el cargo entre 2016 y 2019, ya que renunció en septiembre de ese año, en medio de diversas controversias relacionadas con casos de corrupción y otras de carácter “mediático” (entre las que podría contarse una cachetada que le concedió al entonces concejal de Bucaramanga, Jhon Claro, quien ahora, a su vez, apoya a Petro).

Lo que este resultado arroja a primera vista es un fuerte voto castigo contra el uribismo gobernante hasta ahora, siendo que tanto Petro como Hernández se ponen del otro lado de la vereda, mostrándose, aunque de maneras muy distintas, como opciones de “cambio”. Opciones de cambio que vale la pena ser revisadas, teniendo en cuenta que Federico Gutiérrez (candidato de los partidos tradicionales de la derecha colombiana) anunció rápidamente que votaría por Hernández en el ballotage y recomendó a sus seguidores hacer lo mismo. Otros políticos de la derecha tradicional (y gobernante) colombiana lo siguieron en su apoyo, sin muchas muestras de escrúpulo ni de dolor, a Hernández. A su vez, el representante de la Liga de gobernantes anticorrupción llegó a la alcaldía en su momento con el apoyo expreso de Álvaro Uribe, cuestión que queda fuera del ámbito de la superstición o la imaginería siendo que él mismo lo dice en un video que circula por las redes sociales: una intervención de Hernández en el programa colombiano “Nos cogió la noche”, en que habla de esa “ayuda” que le dio Uribe (para conseguir la alcaldía) y dice tener una “deuda de gratitud” con él, aunque no con su partido. 

Cuando se habla de Hernández, se lo refiere muchas veces como el “Trump colombiano”, justamente porque, aun a pesar de su previa participación política como alcalde, su imagen es más bien la de un outsider empresario, que viene a la política con un fuerte discurso anticorrupción (como el nombre de su partido lo dice) y anti “politiquería”. Eso, sumado a una “falta de filtro al hablar” y comentarios sobre el rol político de las mujeres, como sugerir que “el ideal sería que las mujeres se dedicaran a la crianza de los hijos”, así como “tropiezos” como declararse en un programa de radio “seguidor de un gran pensador alemán… Adolfo Hitler”. Sobre eso último, dijo que fue “un lapsus”, que se quería referir a otro pensador, y sumó una disculpa al pueblo judío, alegando a su vez que él “es humano, y tiene derecho a equivocarse”. También se destaca la presencia de Víctor López, asesor de Rodolfo Hernández en su campaña digital (casi toda su campaña se desarrolló de esta manera), y que también habría participado en la campaña del actual presidente de El Salvador Nayib Bukele, de clara tendencia derechosa y neoliberal, y en la de Donald Trump. 

Por otra parte, aunque Hernández no haya dicho mucho de su relación con Estados Unidos, lo ha hecho por él Alberto Bernal, economista y banquero colombiano “exitoso” en EEUU, en una entrevista con La Política Online en la que, ante la pregunta de una eventual victoria de Hernández, dijo que “la relación entre Estados Unidos y Colombia va a seguir siendo buena”, agregando también que “podría haber alguna posibilidad de renegociar algún capítulo del Tratado de Libre Comercio (TLC) para que la administración Biden lo ayude desde el punto de vista político”. Y explicitando algo que quizás podría parecer obvio a esta altura: “Es mucha mejor noticia para Biden que gane Hernández antes que Petro, porque iba a poner muchos problemas a Biden y a la economía de EEUU”. 

Es por esa y otras varias razones que muchos analistas ven en Hernández no el “cambio” respecto al uribismo en que tanto se insiste, sino una continuación de esa matriz. Al respecto, Roy Daza, Diputado en Venezuela a la Asamblea Nacional por el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), escribe un texto que titula “Colombia: entre la barbarie y el cambio”, y que en su primer párrafo postula: “El 19 de junio (día del ballotage) será un día decisivo en la historia de la hermana República de Colombia, deberá elegir un camino: o el de la barbarie que significa la continuidad del uribismo, o el cambio que un amplísimo bloque de fuerzas sociales y políticas progresistas propone, y que sintetiza en la candidatura de Gustavo Petro.”

“Sin duda alguna, la agenda política colombiana es la más compleja del continente, y hay que decirlo con toda claridad, está en juego la puesta en marcha de un proyecto político democrático, ecologista, incluyente, que supere el hambre, que le dé a la juventud la oportunidad de construir un futuro promisorio, que ponga a participar en la construcción de una economía productiva a todos los sectores, y para ello hace falta que la democracia y la justicia social impere”, agrega Roy en el texto. 

Para ganar el ballotage, Petro va a necesitar sumar un millón de votos, número que no es fácil pero tampoco imposible. Por su parte, la sumatoria de los votos tanto de Hernández como de Federico Gutiérrez, teniendo en cuenta que Hernández mantenga todos sus votos así como que los de Federico vayan sin derivar ni uno hacia otro candidato, hace que la posición de Petro esté complicada. En cuanto al 4 por ciento de Fajardo, él mismo lo ha dejado en libertad de decisión de sus votantes, aunque sí ha dicho que lo ha llamado Rodolfo (Hernández), y que ha hablado con él, que ya se conocían de antes, pero que no ha habido comunicación de parte de Petro. El vicepresidente de su coalición, Centro Esperanza, a diferencia de Sergio, adhirió a la campaña del Pacto Histórico. Es muy difícil, sin embargo, determinar adónde irán esos votos. 

Las encuestas, por su parte, con todo su enorme margen de error que han demostrado, dan a Hernández 52 por ciento contra el 44 de Petro, que es básicamente la sumatoria de los votos de derecha; falta la campaña. 

La nueva derecha alternativa colombiana

Horacio Duque, Politólogo y Periodista colombiano escribió el artículo “Rodolfo Hernández la nueva derecha alternativa colombiana”, con expectativas de dar ciertas “herramientas y claves de análisis crítico” para plantear una “estrategia de manejo de este fenómeno” por parte del Pacto Histórico. 

Horacio dirá que esta “nueva derecha alternativa” ya sustituye “y supedita la derecha neonazi paramilitar”, representada por Uribe y encarnada por el fracaso de su sucesor Iván Duque, “colocado en una bancarrota estructural con grandes impactos en todo el régimen de dominación tradicional de la oligarquía colombiana, regresándonos a la idea del Estado fallido en el que el centro de la autoridad legítima no es apta para asegurar la integridad y bienestar de sus súbditos y también el cumplimiento de la Ley y de las disposiciones gubernamentales. Un Estado que no puede comportarse como tal, y que por tanto ve aparecer en su seno una multitud de poderes menores oportunistas que arrebatan trozos de poder al Estado en las regiones para imponer sus sangrientos lenguajes de masacres y exterminio de líderes sociales”. Sobre esa realidad política de debilitamiento (e incluso casi desaparición en algunas zonas) del Estado surgirá esta nueva derecha alternativa, que Horacio caracterizará como “un movimiento político que pretende replantear la ultraderecha desde formatos originados en la izquierda”.

Rodolfo Hernández, el candidato de derecha de Colombia.

¿A qué se refiere con “formatos originados en la izquierda”? A que esta ultraderecha nace de la lectura y la comprensión de los filósofos de la escuela de Frankfurt. “La escuela de Frankfurt fue un grupo de marxistas heterodoxos que en la segunda mitad del siglo XX realizaron la gran crítica intelectual al nazismo y se erigieron como el máximo referente de los jóvenes del 68 y la nueva izquierda”, caracterizará Horacio. Lo que hizo entonces esta nueva ultraderecha es recurrir “a los máximos críticos de sus referentes políticos (el fascismo), que son a su vez los padres intelectuales de sus enemigos directos (la nueva izquierda)”, comprender su estructura de pensamiento y subvertirla para ponerla al servicio del pensamiento reaccionario “como en efecto lo estamos viendo acá con el discurso ambiguo de Hernández”. 

Esta reconfiguración a través de una lectura y una subversión del pensamiento de la Escuela de Frankfurt es, para Horacio Duque, una de las grandes claves para entender y, por ende, poder generar estrategias para combatir la “nueva derecha alternativa”. 

El Plan Colombia

Ana Esther Ceceña es una economista mexicana y experta en geopolítica. Escribió en 2013 La dominación de espectro completo sobre América, un artículo que puede ayudar a explicar la importancia de Colombia para EEUU en la región, así como cómo articula este las presiones sobre los países de América. Ceceña diferencia tres “grandes regiones” con las que Estados Unidos se relaciona (para “disciplinar”) de distinta manera: Los aliados, “el área desarrollada agrupada en organismos de gestión internacional y comprometida en el establecimiento y cumplimiento de las normativas que aseguran la marcha del sistema y el respeto y resguardo de la propiedad privada”; el “área de riesgo o ingobernable”, un amplio grupo de países y de zonas marítimas “que es reconocido como «brecha crítica» en el que siempre hay riesgo de colapsos, de insubordinación frente a las reglas establecidas por los organismos internacionales como la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial”. Esta es una región conflictiva, que podría incluso poner en riesgo a las áreas aledañas a la manera de “ampliación de la zona podrida” o que incluso puede poner en riesgo de colapso al sistema mundial. A su vez, es la región más extensa y que posee la mayor cantidad de riquezas de la Tierra. 

Y una tercer región, “bisagra”, que “es una región importante en sí misma tanto políticamente como por sus riquezas pero se le ubica como el eslabón o punta de lanza en el convencimiento o recuperación de los países de la brecha crítica (…) la componen países semidesarrollados o emergentes, como se suele caracterizar, respetuosos de las reglas del juego aunque en ocasiones con dificultades para seguirle el paso a las políticas internacionales (casos de renegociaciones de deudas o similares), pero interesados en mantenerse dentro de las dinámicas de lo establecido”. En esa última categoría Ceceña situará a la Argentina neoliberal de los 90, por ejemplo, y también es posible situar a Colombia. Dirá, a su vez, que “con los países de esta región es posible confiar en acuerdos diplomáticos, políticos y económicos sin necesidad de intervenirlos directamente mediante la fuerza”. 

A su vez, Ceceña hablará de “pliegues” que componen esta Dominación de espectro completo que da nombre al artículo. El primer pliegue es el económico: se trata sobre todo de los tratados de libre comercio y de inversión, ejemplificados sobre todo con el Alca, que, a pesar de su fracaso del 2005 en Mar del Plata, “ha ido consumándose poco a poco por subregiones”, según dirá la autora. El segundo es el territorial, que se relaciona más con megaproyectos de infraestructura “concebidos como soporte de una creciente exportación de commodities, en gran medida producidos por las grandes transnacionales de la minería, la madera/celulosa y los energéticos, en simultaneidad con la extensión de las plantaciones de soya, palma y caña de azúcar, entre otras, ya sea para alimentar al ganado, para la generación de biocombustibles o para usos industriales”. Y un tercero que es el pliegue militar: “marca el área latinoamericana y caribeña estableciendo una amplia red de bases militares y bases de operación antinarcóticos; patrullajes navales crecientes y constantes antes y después de la reconstitución de la IV Flota en 2008; ejercicios conjuntos que van naturalizando la presencia de tropas estadounidenses y homologando criterios entre fuerzas armadas de la zona; una generalización de códigos civiles criminalizantes y de las llamadas leyes antiterroristas que introducen la figura del sospechoso y la tolerancia cero; un conjunto de acuerdos o iniciativas de seguridad subregionales, todas ellas con la participación de Estados Unidos”. De este pliegue, Ceceña hablará del “Plan Colombia”, que consiste no sólo en la proliferación de las bases militares de Estados Unidos en el país, sino en la “cooperación” en materia de seguridad, y en el uso de Colombia como base desde la cual arrojar y coordinar atentados desestabilizadores, intentos de golpes de estado, o incluso prototipos de invasiones o ejercicios militares en fronteras como la de Venezuela (país de esa brecha crítica que podría “extender la podredumbre”), que en los últimos años de Trump vio la posibilidad de una invasión ya no como algo lejano sino como algo palpable, con incluso el desembarco de grupos mercenarios en sus costas. 

A su vez, las bases militares funcionan como un “corredor militarizado” que no se limita a Colombia, sino que se extiende a través de Perú y Chile, teniendo presencia también en países como Paraguay o Uruguay.

“Las piezas jugadas de esta manera, cada una por su lado pero claramente articuladas en el diseño estratégico continental, han ido conformando una ruta segura que recorre América de norte a sur y que permite tener condiciones de respuesta rápida para cualquier tipo de situación de riesgo. Las tropas estadounidenses y sus aliadas, que han entrenado juntas y mantienen protocolos similares cuando no idénticos, que han trabajado en simulacros de respuesta a contingencias variadas entre las que están también las sublevaciones, disturbios urbanos u otras del estilo, al tener una plataforma territorial tan extendida y adecuadamente equipada, están en buenas condiciones para intervenir con eficacia en caso necesario”, dirá Ceceña, dando cuenta a su vez de la importancia de Colombia en este marco, por un lado por su posición geográfica y por otro por la cantidad de bases militares y de apoyo militar que ha recibido por Estados Unidos. En su artículo, menciona también un informe preparado por el Latin America working group educational fund, Center for International policy en el que se afirma que “Colombia ha sido el principal receptor de asistencia policiaco militar durante los últimos 20 años (excepto uno)” (el informe es del 2014). 

Todo eso da cuenta de la importancia de Colombia en la configuración geopolítica yanki, y explica también las palabras del anteriormente citado banquero colombiano, cuando no tiene escrúpulos al decir que si gana Hernández, la relación con Estados Unidos seguirá siendo buena. Lo que no dice, pero se sobreentiende de sus palabras, es que si gana Petro, esa relación no será en los mismos términos.

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