Entre la renuncia de Kulfas y la jornada de los empresarios de AEA, el oficialismo presentó el proyecto de pago por renta inesperada para compañías favorecidas por la suba de precios internacionales derivada de la guerra.

El proyecto de ley de impuesto a la renta inesperada alcanzará a un pequeño pero poderoso puñado de empresas que están obteniendo ganancias extraordinarias a prueba de bombas, es decir, derivada de la fuerte suba internacional de los valores de las materias primas por el impacto económico global que trajo la guerra en Ucrania, sumadas las astronómicas utilidades conseguidas por estas mismas compañías en medio de la crisis pandémica. Algo parecido a lo que fue la ley de aporte de grandes fortunas para atender urgencias resultantes de la peste y bastante diferente a aumentar la alícuota de los derechos de exportación (retenciones) a los granos para desenganchar precios como reclama un sector del oficialismo.  

La iniciativa que comenzará a debatirse en el Congreso, unificadora en la interna del Frente de Todos, fue presentada por el presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía Martín Guzmán después de un fin de semana agitado con la renuncia (despido) de Matías Kulfas al Ministerio de Desarrollo Productivo. El autor del libro Los tres kirchnerismos se fue en medio de dardos cruzados con el ala cristinista en Energía por la construcción del gasoducto Néstor Kirchner tras el reencuentro público entre Alberto y Cristina en Tecnópolis, donde se celebraron los cien años de YPF.

La divulgación del proyecto para gravar rentabilidad excepcional de compañías privadas, además, se anticipó al encuentro protagonizado por los principales hombres de negocios del país (aunque algunos estén radicados en Uruguay), en ocasión del vigésimo aniversario de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), nacida al calor de la crisis de 2002. Durante las respectivas intervenciones en la cumbre vip, los empresarios exponentes del poder real, ilustres fugadores de dólares, se opusieron sin fisura al proyecto de renta inesperada, en sintonía con la postura de la Unión Industrial Argentina (UIA) y también de la oposición macrista, la ultraliberal y los medios de comunicación más influyentes.

La propuesta busca aumentar la recaudación estatal y generar una distribución más progresiva de los recursos entre los sectores populares, en un contexto de inflación anual estimada por arriba del 60 por ciento que rebana ingresos familiares, aplana el poder adquisitivo del salario, contrae el consumo doméstico y consolida la pobreza. Al mismo tiempo, la macroeconomía sigue en recuperación, con una tasa de desempleo relativamente baja y se sostienen políticas sociales de refuerzos para las mayorías. Más allá del ruido político por el off the record de Kulfas y la meneada alusión a la lapicera, el tema inflación y la política económica en general que despliega el gobierno condensan las principales preocupaciones de la población.

Recaudar y repartir

El tributo a la renta inesperada afectará, principalmente, a compañías agroexportadoras, mineras y petroleras. Se trata de empresas que obtengan márgenes de ganancia superiores a los mil millones de pesos durante este año. Por balances anteriores, se calcula que el pago alcanzará a poco más del 3 por ciento de las empresas que operan en la Argentina, entre 350 y 360 grandes firmas acostumbradas a levantarla con pala, aunque esta vez fueron beneficiadas por una situación traumática y singular como el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.

El gobierno nacional estimó que la recaudación por dicho tributo rondaría los mil millones de dólares. El proyecto, avalado por el FMI, prevé una alícuota adicional del impuesto a las Ganancias del 15 por ciento sobre la actividad 2022. Con lo cual, el cobro del gravamen se haría efectivo recién el año próximo. La iniciativa, explicada en detalles durante un acto en el Museo del Bicentenario de la Casa Rosada el lunes 6 de junio ante representantes de todas las fuerzas del frente gobernante, había sido anticipada por Guzmán en abril pasado. España, Italia e Inglaterra son países europeos que ya adoptaron medidas en este sentido para administrar ganancias empresariales “caídas del cielo”.

“Todo el mundo está lidiando con un problema de inflación, de distribución de los ingresos y con la necesidad de acciones por parte de los estados para evitar un mundo donde haya mayor pobreza y mayor desigualdad”, expresó el ministro de Economía, y agregó: “Hay sectores que se han beneficiado de la situación de la guerra, que afecta a millones y beneficia a pocos, porque hay precios de determinados bienes que han experimentado aumentos muy grandes, y lo mismo ha ocurrido con la energía”.

El proyecto de renta inesperada, para nada “confiscatorio” ni “empobrecedor” como repiten detractores del mismo, no recaerá sobre personas humanas, ni afectará a trabajadores. Tampoco perjudicará planes de inversión ni rentabilidad empresarial ni crea un nuevo impuesto, como suele quejarse la clase dominante. Es una medida excepcional en un momento excepcional.

El complejo agroexportador, extendido en puertos del Gran Rosario y dominado por empresas extranjeras, impugna el proyecto de renta inesperada como se opuso a una eventual suba de retenciones, mientras vuelan los precios de cereales y oleaginosas como consecuencia de la guerra en la región del Mar Negro. No obstante lo cual, la mayor recaudación vía comercio exterior no tiene correlato en las alicaídas reservas del Banco Central.     

La inflación no es anónima, ¿o sí?

Entre los más duros opositores al proyecto de renta inesperada están, claro, los empresarios tocados por el tributo, muchos de ellos nucleados en AEA, que junto al Coloquio de Idea y el Foro Llao Llao son escenarios graficados como “círculo rojo” por donde transitan “los dueños de la Argentina”. 

Los ceos reunidos en la jornada por los veinte años de AEA realizada el martes 7 en el coqueto hotel Sheraton del barrio porteño de Retiro, visitaron todos los lugares comunes que caracterizan históricamente al establishment económico, empezando por exigir “reglas claras”, criticar la supuesta “presión tributaria”, o las plegarias para que el Estado se corra, haya cero regulación y deje hacer en libertad al mercado. “La propuesta de renta inesperada es un retroceso”, dijo Jaime Campos, presidente de AEA. El proyecto en cuestión fue defendido in situ por el ministro Guzmán, quien también se dedicó a rebatir la lluvia de críticas lanzada durante la conferencia empresarial. 

El preocupante proceso inflacionario que vive la Argentina, como se dijo, tiene un fuerte componente importado por la pandemia y la guerra, también arrastra un efecto inercial y se da por la concentración oligopólica de los formadores de precios, entre otras cuestiones. En rigor, lo más comentado del encuentro de AEA fue la honestidad brutal de Federico Braun, dueño de los supermercados patagónicos La Anónima. Consultado sobre qué hace La Anónima frente al problema de la inflación, se sinceró sin vergüenza: “Remarcamos precios todos los días, ja ja ja”. 

Primero Cristina y después Alberto repudiaron en sus respectivas cuentas de Twitter los dichos de Braun, “la cara de la inflación”, según le reprochó el presidente de la Nación, que, antes, había enviado un mensaje grabado a AEA, en el que defendió el proyecto de renta inesperada y elevó una crítica por la alta inflación, que a la vez sonó como autocrítica y/o mero comentario de la realidad: “No hemos logrado que nuestros productores de alimentos se asocien al conjunto de los argentinos y desacoplen los precios internacionales de los internos”.

Mientras el remarcador (no tan) anónimo, hincha oficial de la híper, confeso anticomunista, ceo de la cadena supermercadista que una vez CFK rebautizó como “ladrónima”, se mofaba de la inflación y develaba su afán especulativo en un rubro tan sensible como la comida, afuera, frente al hotel Sheraton donde era la reunión de AEA, organizaciones sociales y políticas no alineadas con el gobierno protestaban y forcejeaban con la policía que les impidió armar ollas populares. Los gritos contra los popes del empresariado, entre los que también se encontraban Alfredo “yo te conozco” Coto y Luis Pagani del grupo Arcor, no llegaban hasta el centro de convenciones pero retumban en la calle: “Bajen los precios”.

El reclamo con esa misma consigna y otra, como “no jodan con la comida”, se repitió al día siguiente en la ciudad de Buenos Aires frente a las puertas de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), que agrupa a grandes empresas productoras de alimentos, y fue protagonizada por organizaciones sociales de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular, la Utep, que comulga con el FdT.   

Kul-gas

La intervención de Paolo Rocca, ceo de Techint, fue una de las más esperadas en la jornada de AEA después del tole-tole, un tanto melodramático, que se armó en el FdT alrededor de la licitación de los caños para la construcción del gasoducto Néstor Kirchner, una obra de suma importancia para el país en un contexto global de crisis energética, que permitiría sustituir importaciones de gas y petróleo y fortalecer el mercado interno.

En el acto por el centenario de YPF, que dejó algunas señales de unidad frentetodista, CFK le pidió al presidente que use “la lapicera” para que el monopolio Techint “traiga su producción al país” de la chapa laminada que fabrica en Brasil para hacer esos caños, lo que motivó la reacción de Kulfas minutos después, primero en declaraciones radiales y luego con el polémico off the record difundido desde su cartera a sectores de la prensa donde, a contramano de los dichos de la vicepresidenta, se habló de “licitación a medida” del holding de la T, lo que motivó el enojo de funcionarios del área de Energía y de la propia CFK. “No hubo corrupción”, se defendió Rocca en AEA. Por si acaso, denunciadores seriales de la oposición corrieron enseguida a Comodoro Py.

Alberto le pidió la renuncia a Kulfas, un funcionario bien cercano al presidente que se fue en duros términos con una carta en la que, entre otros tópicos, criticó la política de subsidios energéticos del kirchnerismo y dijo que el gasoducto de unos mil kilómetros en dos etapas que se extenderá del corazón de Vaca Muerta en Neuquén hasta San Jerónimo, en el sur de la provincia de Santa Fe, servirá para el autoabastecimiento pero también para una estrategia exportadora, parecida a la que milita Techint. La Secretaría de Energía, con otro duro comunicado, volvió a responderle al ex ministro de Desarrollo Productivo. Carta va carta viene, la población espera en el llano una mejor y justa distribución de la riqueza nacional.

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