El telescopio James Webb nos acerca al origen de las primeras galaxias y a la posibilidad de que haya vida en otros planetas. “Es una mirada nueva que explora un territorio distinto, más cercano al inicio de los tiempos”, dice el físico argentino Alberto Rojo.

Mientras el presente se crispa y el futuro se contrae frente a una crisis planetaria energética, de inflación y conflictos, el universo profundo se devela a la humanidad a través de los poderosos espejos del James Webb, el telescopio más grande jamás construido, capaz de rastrear galaxias hasta el comienzo del tiempo cósmico. Así de trascendente son las noticias que vienen del cielo y nos convierten en contemporáneos de un hecho histórico que plasmará el 2022 como el inicio de una nueva era astronómica, viendo el pasado y no como metáfora, a través del polvo de estrellas que perfora su ojo infrarrojo. 

Las primeras imágenes del trabajo estelar del JW, reveladas el pasado 12 de julio, y sólo a modo de ejemplo, muestran cúmulos de galaxias, tal como eran hace 4.600 millones de años, es decir cuando el sistema solar comenzaba a configurarse. Claro que no es sencillo pensar en que se está viendo en detalle un momento del tiempo en función de la velocidad de la luz. “Hoy, presentamos a la humanidad una vista nueva y revolucionaria del cosmos desde el telescopio espacial James Webb, una vista que el mundo nunca antes había tenido”, dijeron desde la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), que en diciembre 2021 puso en órbita al JW en asociación con la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Canadiense (ESA y CSA, por sus siglas en inglés, respectivamente).

Inéditos también son los detalles que el JW observa sobre la composición química de las galaxias. Entre ellas, la luz de las estrellas que se filtra a través de la atmósfera de un planeta fuera de nuestro sistema solar (exoplaneta) a 1.150 años luz de distancia y que reveló la “señal inconfundible de agua con evidencia de bruma y nubes que no había sido detectada en estudios previos de este planeta”, señalaron desde la agencia espacial. El dato habilita interrogantes y reflexiones sobre la vida más allá de lo conocido, y baraja de nuevo las canónicas certezas.

“Esta es la imagen en infrarrojo más profunda y nítida del universo lejano que se ha visto hasta el momento, la imagen revela miles de galaxias en un fragmento mínimo del vasto universo que, para alguien observando desde la tierra, parecería un grano de arena sostenido a la distancia por un brazo extendido”, describió la Nasa. Se trata de las capacidades de la cámara de Webb para mirar a través del polvo cósmico, revelando nuevos aspectos sobre cómo se forman las estrellas. Y hasta habilita a pensar sobre el papel que desempeñará en la búsqueda de planetas potencialmente habitables en los próximos años. Asombro por donde se lo mire. 

Alberto Rojo, doctor en física graduado en el Instituto Balseiro, nació en Tucumán, terruño del que aún conserva las erres, pese a que hace tres décadas que vive en Estados Unidos con una importante carrera en las universidades de Chicago y Michigan. Rojo dialogó con El Eslabón desde su casa en Ann Arbor. Con la misma pasión articula ciencia y arte, tiene proyectos educativos en Argentina y es un divulgador científico de fuste.

Foto: NASA

“La actividad que está desarrollando el telescopio JW es una mirada nueva que explora un territorio distinto, más cercano al inicio de los tiempos. Mirar lejos, de alguna forma es mirar más atrás en el tiempo porque la luz tarda tiempo en llegar del objeto que la emitió hasta la tierra”, explicó. Y dijo que el JW, que puede ver muy lejos y con mucha nitidez y resolución, permite observar a un tiempo tan lejano como para poder explorar, por ejemplo, las primeras estrellas, “algo que es extraordinario”, enfatizó. 

Según Rojo hay un ejemplo que permite acercarse a la idea de “ver” el pasado considerando la expansión uniforme del universo. Si se dibujan puntitos en un globo, a medida que se va inflando, esos puntitos se van alejando y cuanto más se expande el globo, más rápido se alejan entre sí. “Uno al mirar el pasado puede saber, por esta expansión, cuán atrás en el tiempo está viendo, y puede verlo en distintos momentos, cuanto más lejos están los objetos, más lejos se ve en el tiempo”, explicó. A modo de ejemplo, se pueden ver cosas de 50 mil, 4 millones o de 4 mil millones de años.

“Es realmente extraordinario, es como ver una película de la autobiografía del universo”, comentó sobre la actividad del telescopio que está orbitando a una distancia tres veces la de tierra – luna, millón y medio de kilómetros de nuestro planeta, mirando en dirección opuesta al sol. “Lo curioso es lo que ve el JW. No es luz visible, como ve el ojo humano, sino que es luz infrarroja, como la luz que se ponen en las películas para ver de noche y que penetra el polvo interestelar que no es transparente a la luz visible. La luz infrarroja atraviesa esa polvareda y se puede ver hacia atrás”, detalló sobre la acción que vuelve inédito al telescopio disponible para astrónomos de todo el mundo. 

“Polvo de estrellas que en su conformación contienen los mismos elementos químicos que nos componen a nosotros, somos literalmente polvo de estrellas”, sintetizó en vuelo literario. 

Más allá del hecho científico

El paso adelante en el misterio cósmico que permite dar este observatorio astronómico, interpela más allá del hecho científico. “No sabemos cómo ese polvo de estrella que nos constituye, cobra la vida. Esto quizás nos dé algunas claves para saber si hay vida o posibilidades de vida en otros lugares, cómo ese polvo inorgánico termina combinándose en la Tierra para dar lugar a organismos vivos y al ser humano. Eso es un milagro y un misterio”, aseguró. Y dijo que a pesar de que hay avances en la dirección de entender cómo se generó la vida, “aún estamos muy lejos de eso”. 

“Este avance nos conecta y no es la primera vez. La historia de la ciencia es una interpelación constante sobre estos problemas”, enfatizó. En su opinión, y sobre la detección de agua en la atmósfera de un exoplaneta, y por extensión de posibilidades de vida, “es improbable pero no imposible”, definió. Y dijo que al haber miles de millones de soles, y se estima que uno de cada cinco tiene planetas, no es impensable que en algunos haya un planeta o varios que tengan condiciones parecidas a la Tierra para generar vida”. Un dato, basado en el decurso evolutivo, indica que puede haber vida parecida a la nuestra pero con seres distintos aunque basada en la misma bioquímica y los mismos elementos constitutivos, como el carbono y agua, a modo de ejemplo.

“Por una cuestión estadística, sería muy raro que seamos los únicos en un universo tan vasto. Y por otro lado, es muy probable que al no ser los únicos haya por lo menos algunos con un mecanismo de vida como la que conocemos nosotros. Sería raro que hubiera otras maneras que desconocemos”, estimó. 

Según Rojo, las revelaciones del JW se pueden enumerar: estudiar atmósferas de planetas de la Vía Láctea (se encontró agua, algo que no se conocía literalmente dos semanas atrás), mirar el comienzo de las estrellas, cómo se forman las galaxias. Eso es algo que no se vio hasta ahora, como el efecto de las lentes gravitacionales (la curvatura de la luz al pasar cerca de un objeto pesado como una estrella o un agujero negro). Además de ponernos a la puerta de datos inesperados que van a generar nuevas teorías.

Una especulación permite dimensionar las revelaciones del JW, que ve unos 12 mil millones de años para atrás: si hubiera un ser ubicado en ese lugar mirando hacia nosotros con un JW, “vería un gran vacío: la Tierra, porque aún no existía. Vería polvo de estrellas, calor y radiación, que en algún momento se aglutinarán”, se asombró Rojo. 

“La magia de la realidad”

¿Cuál es su posición frente a esto? “Un sentido de profundo asombro y de conexión hasta espiritual, porque se puede ser agnóstico y espiritual, sintiendo como algo que me acompaña, me motiva y me inspira, que me hace pensar que hay tantas cosas que aprendimos antes ni soñadas, como dice Arthur Clarke: toda tecnología lo suficientemente avanzada es inextinguible de la magia. Creo que hay una magia de la realidad con la que me siento profundamente conectado”, resaltó. 

En uno de sus libros, Borges y la Física Cuántica, establece una conexión entre el cuento El jardín de senderos que se bifurcan, que Borges escribió en 1942 y en que postula un universo múltiple en el que se van creando universos paralelos con cada decisión que uno toma. “Pero 15 años después, para resolver un problema de la física cuántica, se postuló que una de las soluciones sería teorizar con que en cada medición cuántica, en cada observación de una entidad microscópica cuántica, el universo se replica en tantas copias como alternativas hay a los resultados de la medición”, detalló. Y dijo que es fascinante que Borges se haya anticipado con tanta precisión, de eso trata su libro.

También publicó textos que relacionan la divulgación científica y de la física en la vida cotidiana, como El azar y la vida cotidiana, La Física en la vida cotidiana, Ojo de gato, entre otros títulos. Y sobre el cierre, definió a la física cuántica: nació como teoría hace un siglo, para tratar de explicar ciertos números que no tenían explicación con las teorías de Newton ni Maxwell, había que construir una teoría nueva para las anomalías que aparecían en el mundo de lo muy chiquito (moléculas, electrones) y se llegó a que el movimiento de las partículas microscópicas es muy distinto del movimiento de las pelotas de tenis o las hojas de los árboles, porque esas partículas pueden estar en varios lugares a la vez, cosa que no existe en lo macroscópico, donde están en un lugar a la vez. “Hay una movida new age de extrapolar estas ideas del campo microscópico, a otros campos de aplicación donde no tienen validez”, alertó Rojo.

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