Revertir la crisis cambiaria y reducir la brecha de los dólares, misión del nuevo súper ministro para bajar la inflación, razón del desigual reparto de la torta entre capital y trabajo. Anuncio de ajuste y expectativas.

La prédica consensualista de Alberto Fernández y su exministro de Economía Martín Guzmán –heredero del parloteo cardíaco respondido con el bolsillo que inmortalizó el radical Bernardo Grinspun en su paso por Economía a mediado de los años 80- produjo, entre otros efectos, una profundización de la desigual distribución del ingreso nacional entre capital y trabajo, iniciada –podría suponerse que con éxito- en la segunda mitad del macrismo. El último informe del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra) de la CTA y del Área de Economía y Tecnología de Flacso da cuenta de que, en términos generales, el sector asalariado (registrado y no registrado) perdió nueve puntos de participación en la torta total, mientras que la porción relativa del capital se incrementó siete puntos entre 2016 y 2021. Ese retroceso de los trabajadores sólo se matiza con un incremento de dos puntos, en el mismo período, de los cuentapropistas (denominado como “ingreso mixto”), que en algunos sectores de la economía –conjetura el informe- podría tratarse de una forma de precarización laboral a través de la tercerización de tareas que antes realizaban empleados formales.

En ese irrevocable contexto –que se combina con una corrida cambiaria, una crisis financiera y el restrictivo acuerdo con el FMI– asumió la conducción del Ministerio de Economía Sergio Massa, quien en su primera conferencia de prensa anunció una serie de medidas que podrían considerarse como un ajuste que, al menos de entrada, recaerá sobre los sectores sociales que están habituados a pagar la cuenta.

Macro y micro

La llegada de Massa al gabinete de Alberto Fernández, que cuenta con el aval de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, no obedeció fundamentalmente –al parecer– a la imperiosa necesidad de restablecer un equilibrio entre capital y trabajo en la distribución de la renta producida por el país, sino a atacar alguno de los problemas que provocan ese desequilibrio.

Sólo en ese marco pueden centrarse expectativas positivas por el arribo del tigrense a la conducción de los principales resortes de la administración de la hacienda pública.

Por los signos de sus primeros pasos, Massa busca –como lo dijo en la rueda de prensa– atacar la emergencia: sortear el cuello de botella de la restricción externa sumando dólares a las reservas del Banco Central; cumplir con el déficit fiscal del 2,5 por ciento anual pactado con el FMI (achicando gastos y adelgazando subsidios de servicios públicos); intentar frenar la corrida y paliar la malaria de los sectores de ingresos fijos. Más o menos en ese orden.

El éxito o el fracaso en el cumplimiento del primero de los objetivos –tranquilizar el mercado cambiario y reducir la brecha del dólar oficial con los paralelos– determinará conseguir resultados en el plano de la distribución regresiva del ingreso y la atención de las urgencias sociales.

Los efectos de la contención de la cotización de los dólares financieros e ilegal redundarán en una reducción de la tasa de inflación, creen en el gabinete económico. Junto a la reducción del déficit fiscal son las condiciones indispensables para contener el alza de los precios y una forma indirecta de mejorar –o dejar de deteriorar– el poder adquisitivo de salarios, jubilaciones y asistencias sociales.

Es decir, atacar los desequilibrios y restricciones de la macroeconomía –eso que suele identificarse como tan lejano a las necesidades populares– para generar las condiciones de estabilidad necesarias que permitan mejorar el acuciante cuadro social que atraviesa el país, profundizado durante los dos primeros años del gobierno del Frente de Todos, y motor de sus conflictos internos.

La situación de debilidad en la que se colocó el Gobierno en sus dos primeros años de gestión al hablar con el corazón y ser respondido con el bolsillo –pandemia y guerra mediantes–, mengua sus posibilidades actuales de acción y lo colocan en el lugar de ofrecer más zanahorias que amenazar con palos.

La torta

El informe de Cifra-CTA y Flacso muestra que tras un crecimiento de la torta –que en términos técnicos se designa “valor agregado”– en los dos primeros años de Cambiemos, comienza a caer tras la corrida y devaluación de 2018. Continúa así hasta 2020 –pronunciada por los efectos de la pandemia– pero pega un repunte vertiginoso, de 10 puntos, en 2021. Sin embargo, su apropiación entre capital y trabajo mantuvo el desequilibrio.

“Respecto a la trayectoria general del valor agregado, se puede apreciar que luego de un atenuado incremento entre 2016 y el año electoral del 2017 de casi el 3% disminuye hasta el 2021 en que crece significativamente al superar el 10%. No ocurre lo mismo con los asalariados registrados y no registrados, ya que si bien sus ingresos se elevan también entre 2016 y 2017 posteriormente se reducen sistemáticamente, incluso en el 2021”, señala el trabajo.

Y agrega que “el excedente empresario tiene cuantitativamente altas y bajas durante el período considerado, pero su rasgo más significativo es el considerable incremento que exhiben en el 2021 donde alcanzó el valor máximo del periodo bajo análisis”.

El aumento de la productividad durante el gobierno del Frente de Todos no aminoró el proceso. “Se puede apreciar claramente que desde 2017, en el contexto de una tendencia declinante de la generación de valor agregado, se registra una disminución sostenida de la productividad (valor agregado/ocupados) que reconoce al año de la pandemia como su punto culminante para reaccionar en el 2021 superando levemente el nivel de 2019”, sostiene el informe.

“Asimismo –sigue–, las evidencias disponibles indican que ese no fue el periplo del ingreso del sector laboral y especialmente de los salarios registrados y no registrados. Si bien ambos declinan hasta 2019, se estabilizan en el 2020 y se desploman en el 2021, aunque su caída es algo menor en términos relativos a la reducción sufrida durante el macrismo entre el 2018 y 2019. De todos modos, la registrada durante el Frente de Todos es más compleja porque entre esos años se acrecienta la productividad superando el nivel del 2019 y el valor agregado crece por encima del 10% en ese año, antes de que el acuerdo con el FMI fuera refrendado por el Congreso Nacional”.

Es decir: mayor productividad y aumento de la torta durante 2021 tampoco garantizaron una más equitativa participación en el ingreso entre trabajadores y empresas, lo que rompe el mito neoliberal de producir más para distribuir mejor. O lo que en los años 90 se conoció como “teoría del derrame”.

Lo que se produjo, advertido por Cristina Kirchner cuando dijo que había que adoptar medidas para evitar que el crecimiento pospandemia se lo apropiaran “cuatro vivos”, fue una desigual distribución del ingreso entre quienes producen el valor agregado.

Comercio de industria

El informe de Cifra-CTA y Flacso muestra, al desagregar los datos por sectores económicos, que de los 15 analizados hay siete en los que el sector asalariado no cae en la distribución del ingreso, mientras que otros ocho sí lo hacen. Refleja, de ese modo, la heterogeneidad al interior del mundo laboral y productivo, fenómeno que no es nuevo.

“Entre los 8 sectores que evidencian una pérdida de la incidencia de los asalariados en el valor agregado se destacan la industria manufacturera –cuya reducción fue de 18,6 puntos porcentuales entre 2017 y 2021-, enseñanza privada con una pérdida de 17,7 puntos, y comercio mayorista, minorista y reparaciones con una reducción de la gravitación de los salarios de 11,6 puntos”, indica.

Agrega que en el caso de Enseñanza Privada la caída es pronunciada durante los años de la crisis macrista (la participación de los asalariados en la apropiación del valor agregado retrocede 17,8 puntos entre 2017 y 2019), pero son Industria y Comercios quienes explican la mayor parte del regresivo reparto de la torta durante el período 2016-2021.

“En la actividad industrial y comercial la reducción de la gravitación de los salarios se advierte en ambos períodos, y su magnitud es de tal importancia que llevaron la participación de los salarios en la industria del 48% del valor agregado sectorial a apenas el 29,3% en 2021, y en el caso del comercio del 36,4% a 24,7%”, dice el informe, y agrega que si se quitara a la industria y el comercio del conjunto de la actividades, la caída de la participación del sector asalariado en el reparto de la torta se reduciría de 56 a 53 puntos en los cinco años analizados.

Así, explica que la caída de la participación del sector asalariado en la distribución del valor agregado en ambos sectores económicos coincide con un crecimiento del “ingreso mixto”, es decir, los cuentapropistas, “y que presumiblemente estaría indicando una mayor precarización del empleo”.

Además, “en 2021, con una economía que se expandió al 10,4% y donde la industria lo hizo al 15,8%, los salarios reales cayeron 6,5% al calor del proceso inflacionario. Ello ocurrió en un contexto donde se advierte una importante recuperación de la productividad industrial que subió 11,2% respecto a 2020 y 5,7% en relación a 2019”. Otra vez, aumento de la productividad y expansión del sector, con baja en el poder adquisitivo de los salarios y caída de mano de obra formal, reemplazada en parte por el “cuentapropismo”.

Algo similar, explica el trabajo, ocurrió con el Comercio. Y precisa que durante el gobierno del FdT “se transfirieron en la industria (1,7 billones de pesos) y el comercio (1,5 billones) alrededor de 3,2 billones de pesos de 2021, que equivalen al 77,9% de las transferencias totales de los asalariados al capital (4,1 billones de pesos). Esto demuestra la centralidad que tuvieron estos sectores de actividad en la regresividad distributiva a la que se asiste en la actualidad”.

Toda para mí

Paralelamente, sigue el trabajo, “en la industria y el comercio es donde se puso de manifiesto una mayor recuperación de los márgenes de ganancia” empresarial.

Ambos sectores lideran la captación del excedente bruto de explotación. “En el caso industrial donde el excedente de explotación subió del 36,3% del valor agregado al 51,8% entre 2017 y 2021. Se trata de una recomposición inédita de 15,5 puntos porcentuales. En ese mismo período el excedente apropiado por los empresarios que operan en el comercio mayorista y minorista aumentó del 38,5% al 46,8% (8,2 puntos porcentuales de ascenso), en tanto que en el resto de las actividades el incremento fue 5,8%”, dice.

Por último, el estudio indica que ello se logró por la vía de los precios. “En la industria los precios implícitos del valor agregado se incrementaron 494,2% entre 2017 y 2021 y en el comercio 451,0%, mientras que en el resto de las actividades los aumentos de precios rondaron el 306,9%”.

Agrega: “Dicho de otra manera, los precios industriales subieron 46% por encima del resto de las actividades y los del comercio 35,4%”. Los “cuatro vivos” que señaló Cristina y que Alberto buscó persuadir –sin buena fortuna– sobre las virtudes del altruismo.

El retroceso de las y los trabajadores en el último lustro, en términos de participación en la renta, es tan diverso como evidente. Con niveles de tasa de empleo relativamente aceptables, el proceso hace visible la pérdida de poder adquisitivo con la alta inflación como una de sus principales causas, aunque no la única.

De la eficacia de las políticas que implemente el Gobierno para revertir ese sendero a través de su ministro de Economía, el empoderado Massa, receptor de la morosa lapicera presidencial que agitó Cristina en sus discursos, dependerá la suerte de una porción mayoritaria de los argentinos en el corto plazo, y las chances electorales del Frente de Todos el próximo año. Lo que hay enfrente, asusta.

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