La púgil local Marisa Portillo volverá a tener roce internacional en septiembre con un combate en Nueva York. La Nena, que también da clases recreativas, repasa sus inicios y su recorrido arriba del ring, y confiesa: “Vivo pura y exclusivamente para el boxeo”.

En el pequeño pero coqueto gimnasio ubicado en el complejo de canchitas de fútbol 5 de Corrientes y el río, Marisa espera a los cronistas de este periódico con una amplia sonrisa. Mientras transcurre la charla, la Nena, como la bautizaron en el ambiente, no para de moverse. Bailotea, bah, como si estuviera arriba del ring. Entre sacos de arena y espejos, la púgil rosarina contará que su primera incursión en deportes de contacto fue a través del kung fu pero que los consejos de su abuelo, quien en su juventud supo tirar ganchos y jabs, la llevaron a abrazar el boxeo, deporte del que se terminó enamorando apasionadamente según confesará sobre el final de la entrevista y visiblemente emocionada: “Yo me levanto todos los días a hacer lo que más me gusta en la vida”.

Nena de antes

El 1° de mayo de 1948 se levantaron los cimientos del Ñaro Boxing Club, en Castro Barros 5233. Fue fundado por el Zorro Eugenio Pereyra, promotor y manager de ese mítico gimnasio durante 42 años. Por allí pasaron el campeón argentino Rubén Macario González, y el también campeón sudamericano Hugo Antonio Corti, entre varios más. La primera mujer que lo pisó fue, mucho tiempo después, Marisa Portillo. «Bueno, muéstreme al muchachito», cuenta que le dijo el entrenador de ese lugar cuando su madre la llevó por primera vez. Ir allí –dice– se lo recomendó su abuelo materno, que supo guantear en ese lugar en su juventud. Y además, también fue él quien le aconsejó dejar el kung fu. “Yo hice voley primero, por acompañar a una amiga que quería bajar de peso. Después vi que en el salón de adelante del club había taekwondo”. Y se le antojó, pero más por la pilcha que por la disciplina. “Cuando veía eso le decía a mi mamá que me gustaría usar el dobok, era un traje blanco. Después, mi prima me dijo que su hijo iba a empezar kung fu en un club cerca de mi casa y quise ir a ver porque seguro que usaban el dobok. Pero nada que ver, Usaban pantalón negro, una remera blanca, era otro deporte”. Lejos de achicarse, le dio para adelante: “Empecé a practicarlo y me encantó”.

Si Marisa Portillo se empeña en resaltar el apoyo familiar, no es sólo por tenerlos en momentos de rachas positivas. “Yo era muy mala, no podía levantar las piernas, no tenía elongación. Sin embargo ellos me acompañaban siempre, pese a que peleaba horrible en todos los torneos”.

Foto: Manuel Costa

Pero como bien dice el refrán «más sabe el diablo por viejo que por diablo», fue el abuelo quien le vio condiciones para seguir en el deporte de los golpes, aunque no en las artes marciales. “A mí no me gustaba, no quería saber nada”, confiesa la Nena, y recuerda sus inicios como esas cosas que no tienen demasiada explicación: “Un día, de la nada, me levanté y le dije a mi mamá que me lleve a un gimnasio de boxeo”. Y fueron nomás. 

En las puertas del club de la zona sur sólo encontraron a una vecina que les dijo que el entrenador solía salir a correr por la lindera Avenida del Rosario, les dio un par de características del tipo, y así dieron con él. “Mi mamá lo encara, le dice que quiero hacer boxeo”, y el hombre espera ver a un robusto muchacho. Pero nada de eso. “Hace 19 años el boxeo femenino casi no existía. Sólo estaba la Tigresa Acuña y no había mucho más”, señala Marisa.

Bendita tú eres entre todos los varones

“Nunca habían tenido mujeres entrenado ahí”, resalta la púgil local, y destaca la presencia materna: “Ella fue un pilar fundamental, porque me acompañaba a las prácticas”. Un día, viendo la rudeza del boxeo, su padre le preguntó qué pretendía de ese deporte. “Ser campeona del mundo”, le devolvió Portillo, que estuvo en varias ocasiones en las puertas de esa conquista. 

Marisa cuenta que sus inicios en el cuadrilátero fueron entre hombres. “Incluso hoy entreno mucho con varones”, aclara esta mujer mientras van llegando sus pupilos y pupilas al gimnasio ubicado dentro del complejo El Caño Fútbol 5 (Jujuy 1351). “Siempre fueron muy respetuosos mis compañeros –sigue–, nunca me sentí excluida del grupo. Sí, sentí la exclusión con las autoridades, en el nivel competitivo, ya que no ganamos lo mismo que los hombres y hay mucha menos competencia”. Aunque aclara, entre risas: “Alguna vez cobré alguna mano que me dolió”. Y detalla ese certero golpe que le hizo saltar las lágrimas: “Una vez, un compañero me metió un gancho, una mano que se le va, fue sin intención. El entrenador me pregunta por qué lloras. Porque me duele, le digo”.

Esta noche está encantadora

La primera función de Marisa fue en el club de Cochabamba y Provincias Unidas. “Estaba re nerviosa. Pero era todo una fiesta, tenía la hinchada de mis amigas, mi familia”, recuerda Portillo, quien de la memoria no saca un golpe artero que dio o que recibió en aquel combate primerizo: “Lo que me quedó fue que yo no quería abrazar a la otra porque tenía olor a chivo. Ahora entiendo que es normal”.

Foto: Manuel Costa

Ana María Torres es una mexicana campeona de peso gallo en su país, y campeona mundial de peso supermosca. La décima defensa de la corona del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) fue ante la Nena Portillo, en el año 2011, en Los Cabos, extremo sur de la península de Baja California, en México. La local retuvo el título en las tarjetas, lo que agigantó la figura de la rosarina, que fue de punto. “Esa pelea me abrió las puertas a pelear por más títulos mundiales. Yo era como un gato chico, no conocía el peligro. Pero esa era mi noche”, afirma la boxeadora, y compara: “Era como que hoy Canelo Álvarez pelee con un boxeador que recién se hace profesional. Yo venía con una inactividad de casi un año. Si bien nunca dejaba de entrenar, no tenía el roce del ring. Todos se pensaban que iba a perder por nocaut, por las diferencias que había”, pero le aguantó los 10 asaltos. “En el último le empezó a salir sangre de la nariz”, se enorgullece, y agrega: “Los periodistas me sacaron mucha mano porque cuando terminó la pelea me subí a las cuerdas a festejar. Yo sabía que había perdido, pero festejaba porque había llegado hasta el final. Ana María Torres era una exponente del boxeo mundial, de lo más groso del boxeo femenino”, y era entrenada por Erik Morales, El Terrible, ídolo de Marisa, quien esa noche, además, descubrió otra cosa: “El lugar se llamaba el Coliseo. El ring estaba como en un pozo y todo alrededor era tribuna. Esa fue la primera vez que sentí que a alguien le apasionaba tanto el boxeo como a mí”. 

Me caigo y me levanto

Marisa Portillo, que da clases recreativas de boxeo, acarició el título mundial cuando enfrentó de visitante a la entrerriana Débora Dionicius, en 2013. Las tarjetas de la tele la dieron como ganadora, y así lo sintió ella también. Pero los jueces, no conformes con el habitual fallo localista, vieron una exagerada ventaja para la de Villaguay. “En boxeo aceptamos, no de manera literal pero sí en el inconsciente, que cuando el evento lo organiza una promotora (yo nunca tuve, siempre me manejé con mi entrenador) y vas de visitante, ya tenés el 80 por ciento de la pelea perdida”. Salvo que metas todas las manos, o que te toquen jueces justicieros, o que ganes por la vía rápida. “Sentí que había ganado. Las tarjetas de la tele también me la dieron ganada. Y eso que a la tele la contrata el promotor”, se lamenta.

Foto: Manuel Costa

El próximo desafío para Marisa será el 16 de septiembre en Queens, Nueva York, ante Melissa St. Vil. “Es haitiana radicada en Nueva York, viene con más actividad que yo en los últimos años, pero no creo que sea imposible”, dice Portillo sobre su rival, y añade: “Es más grande que yo pero tiene la mitad de las peleas que yo hice. Es una pelea a 6 rounds y aunque no es por el título mundial es muy importante y me puede abrir las puertas a otras peleas”. 

Antes de despedirse, y ante la pregunta final de “qué es para vos el boxeo”, Marisa se quiebra de la emoción. Ante la atenta y también emocionada mirada de sus pupilos y pupilas, alcanza a balbucear con la voz entrecortada: “El boxeo es mi vida. Me levanto todos los días a hacer lo que más me gusta en la vida. Soy una agradecida, una afortunada de que puedo trabajar de esto. Vivo pura y exclusivamente para el boxeo”.

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