Abstraerse aunque sea un poco de las enormes violencia y superficialidad con que los principales canales de noticias de la tele dieron cuenta de las grandes movilizaciones de este último 17 de agosto en Buenos Aires, resulta muy difícil hasta para quien se lo proponga firmemente y desde cierto conocimiento sobre el funcionamiento de los medios; y seguramente se torna imposible para muy buena parte de las audiencias. Afortunadamente, la constante y aviesa incitación a la indignación y el odio contra los sindicatos y el peronismo de conductores, columnistas, entrevistados y especialistas entronizados por vía catódica no tuvo eco como para generar –al menos en simultáneo– hechos de violencia real que empañen la masividad de las movilizaciones y el sentido de sus reclamos, sobre lo que se recomienda leer la nota de Guillermo Griecco en la edición de El Eslabón.

Acá, la invitación es a detenerse en la saña opositora (mass)media. ¿Los marinos al mando de los aviones que bombardearon la Plaza de Mayo en 1955 habrán tenido tanto veneno adentro como el que fluye de estos pilotos catódicos que bombardean las 24 horas?

Catódicos pero no católicos, los pilotos estos –ahora hay pilotas también, vale señalarlo–. Lo de “no católicos” va sobre todo a la luz de las difundidas reflexiones del papa Francisco respecto de lo que llama “los cuatro pecados de la comunicación, del periodismo. Primero, la desinformación: decir lo que me conviene y callarme lo otro. No, decí todo, no podés desinformar. Segundo, la calumnia. Se inventan cosas y a veces destruyen a una persona con una comunicación. Tercero, la difamación, que no es calumnia, pero que es como traerle a una persona un pensamiento que tuvo en otra época y que ya cambió. Es como si a un adulto te trajeran los pañales sucios de cuando eras chiquito. Era chico, pensaba así. Cambió, ahora es así. Y para el cuarto pecado, usé la palabra técnica coprofilia, es decir, el amor a la caca, el amor a la porquería. O sea, buscar ensuciar, buscar el escándalo por el escándalo”.

En la misma entrevista a Télam a la que pertenece la cita anterior, el Papa también se refiere a la cuestión de la objetividad y sus alcances cuando de la prensa y las comunicaciones se trata: “Comunicarse es divino y hay que saber hacerlo con honestidad y autenticidad. Sin agregar cosas de mi cosecha y no decirlo. «Pasó esto. Yo pienso que debe ser esto o interpreto lo otro», pero que quede claro que sos vos”, señala, para luego pedir “que los medios de comunicación tengan esa sana objetividad, lo que no quiere decir que sea agua destilada. Reitero: «El hecho es así y yo pienso así». Y salís al ruedo, pero que quede claro lo que pensás. Eso es muy noble. Pero si vos hablás con el programa que te impone tal movimiento político, tal partido, sin decir que es eso, eso es innoble”.

Desde que es Francisco mucho más, aunque desde antes también, el Papa suele ser protagonista de los manejos de los medios a los que alude. De hecho, debe ser uno de los grandes líderes mundiales que más sufre la banalización de las palabras y la tergiversación de los mensajes que ellas expresan al ser difundidas mediáticamente, sobre todo por los grandes grupos y cadenas que monopolizan la prensa y las comunicaciones. En enero de este año, por tomar un ejemplo no tan difundido como el de las presiones en su contra para expresarse condenatoriamente contra el presidente ruso Vladimir Putin, repiquetearon titulares dando cuenta de sus pronunciamientos de ese entonces como si hubieran sido uno solo y pródigo en frases y tonos de crítica y condena contra personas (in)determinadas; y no como reflexiones serenas, profundas y sin ánimo de descalificación contra ser alguno, tal como pueden interpretarse si se las lee o escucha completos y sin más filtros que los de la curiosidad o el interés por conocer el pensamiento del actual referente máximo de la Iglesia Católica.

“El Papa criticó y llamó egoístas a quienes no quieren tener hijos pero sí perros y gatos”, aseguraron los títulos más replicados, respecto de lo dicho por Francisco en la Audiencia General que encabezó el jueves 5 de enero. Sin embargo, si se repasa el texto completo que el Papa hizo verbo, se puede apreciar lo discutible de semejante síntesis.

Y a ver, en este medio no se reniega de la necesidad de sintetizar, propia del oficio periodístico. No se pretende aburrir y expulsar a lectores y lectoras con bodoques indigeribles de parrafadas interminables. Pero estas premisas no son necesariamente incompatibles con la acción fundante del oficio que se ejerce, que es la de vincular hechos y dichos que suceden con quienes no son partícipes ni testigos directos de ellos.

Tampoco se pretende acá desmerecer el enorme valor del concepto “libertad de expresión”, indispensable para la actividad periodística, incluso aunque pueda chocar de frente con ese otro precepto clave para el rubro que es el de permitir a la población acceder a información con la que no cuenta.

En este marco –o pese a él– es que se señala lo de la banalización y tergiversación de las palabras papales, que aunque sean papales son igual de débiles y manipulables que cualquier otra cuando se ven despojadas de su vital ligazón con los conjuntos que integran y los contextos en los que fluyen.

Y lo que se pretende señalar es que Francisco habló de hijos, perros y gatos no para interpelar si se quiere más a unos u otros, sino al detenerse sobre la figura de “San José, el padre putativo de Jesús”, al que toma como disparador para discurrir sobre el origen, el futuro y el sentido de la vida. “Este aspecto particular de la figura de José nos permite hoy hacer una reflexión sobre la paternidad y sobre la maternidad. Y esto creo que es muy importante: pensar en la paternidad, hoy. Porque nosotros vivimos en una época de notoria orfandad. Es curioso: nuestra civilización es un poco huérfana, y se siente esta orfandad. Que la figura de San José nos ayude a entender cómo se resuelve el sentido de orfandad que hoy nos hace tanto daño”, planteó, para luego poner el acento en la cuestión de la adopción.

“Pienso de modo particular en todos aquellos que se abren a acoger la vida a través de la vía de la adopción, que es una actitud muy generosa y hermosa. José nos muestra que este tipo de vínculo no es secundario, no es una alternativa. Este tipo de elección está entre las formas más altas de amor y de paternidad y maternidad. ¡Cuántos niños en el mundo esperan que alguien cuide de ellos! Y cuántos cónyuges desean ser padres y madres y no lo consiguen por motivos biológicos; o, incluso teniendo ya hijos, quieren compartir el afecto familiar con quien no lo tiene”, dijo Francisco también, antes de manifestar los tramos de su mensaje a los que apelaron, quienes pretendieron reducirlo a una mera y agresiva crítica contra quienes gustan más de mimar y cuidar mininos que hacer lo mismo con cachorros y cachorras de la propia especie. “No hay que tener miedo de elegir la vía de la adopción, de asumir el «riesgo» de la acogida. Y hoy con la orfandad también hay un cierto egoísmo. El otro día, hablaba sobre el invierno demográfico que hay hoy: la gente no quiere tener hijos, o solamente uno y nada más. Y muchas parejas no tienen hijos porque no quieren o tienen solamente uno porque no quieren otros, pero tienen dos perros, dos gatos… Sí, perros y gatos ocupan el lugar de los hijos. Sí, hace reír, lo entiendo, pero es la realidad”, fue la coloquial y distendida mención de Francisco, presentada como admonición condenatoria, autoritaria.

“Este hecho de renegar de la paternidad y la maternidad nos rebaja, nos quita humanidad”, añadió, volviendo de lo gráfico a lo medular de su mensaje, que bien podría haberse titulado “El Papa alentó la paternidad y las adopciones ante la orfandad y el invierno demográfico que hay hoy”, en lugar de “el Papa criticó y llamó egoístas a quienes no quieren tener hijos pero sí perros y gatos”.

Volviendo a este agosto, el Papa estuvo lejos de ser el blanco principal de los TN y aviones de guerra afines lanzados contra las movilizaciones sindicales, pero igual la ligó de refilón. En el canal La Nación+ no faltó un analista que diagnosticó que “hasta la rama nacionalista católica”, que vendría a ser lo último digerible que quedaba, sucumbió bajo las fauces del “peronismo” a secas, o troncal, vendría a ser. “El Papa que defiende a Milagro Sala”, borboteó, para graficar de qué hablaba cuando gatillaba con lo de “hasta la rama nacionalista católica”.

Mientras tanto, por acá –y no es por ser más papistas que el Papa–, lo de tratar de informar y comunicar sin dejar nunca de decir desde dónde y para qué nos hace reiterar bastante seguido que la autogestión y el cooperativismo son colores de identidad con que nos autopercibimos todes, a los que la enorme mayoría sumamos como orgullo identitario al adjetivo peronista –más su rama del socialismo nacional que las otras, pero así a secas y troncales a full–. También solemos reiterar que creemos que lo peronista no quita lo valiente; y que un poco duele que los pilotos fusiladores del siglo XXI aturdan y embarullen no solo a audiencias desprevenidas si no también a sectores del propio gobierno y movimiento peronista, siempre más sometidos a la agenda y los tonos de los bombarderos que a las necesidades y demandas de bombardeados y bombardeadas, que resisten siempre con el fierro más a mano: ocupar las plazas y las calles para gritar una vez más que no nos han vencido.

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