Respaldar el planteo de Cristina Fernández de Kirchner para avanzar sobre una Reforma Judicial integral implica hacer política nacional popular a partir de un episodio relevante y movilizador. 

Luego, eso no implica para nada dejar de analizar y cuestionar las designaciones y los primeros pasos de Sergio Massa y Gabriel Rubinstein, que pueden modificar negativamente las políticas económica y exterior de la Argentina. 

Para efectuar esa crítica es preciso admitir que con todos sus errores, Alberto Fernández, Martin Guzmán y Matías Kulfas sacaron al país de la recesión macrista y pusieron en marcha la producción, al tiempo que delinearon una positiva re vinculación con América latina y, en el orden global, con los emergentes multipolares. 

A diferencia de los compañeros que proponen alineamiento automático, pienso que las acciones políticas de una referencia importante como la de CFK pueden ser aceptadas o cuestionadas según sus resultados. En concreto, comparto su visión del Poder Judicial; no comparto su condena a rajatabla de la gestión Guzmán. 

A diferencia de quienes identifican a Massa con Guzmán, considero que deberían observar los indicadores reales de la economía nacional durante los primeros dos años y medio de gestión del Frente de Todos. En cierto punto, los hipercríticos de ese tramo abrieron involuntariamente el camino a la configuración actual de la cartera económica. Protestaron por izquierda y obtuvieron resultados de derecha. Esa es una fuerte equivocación política. 

En vez de reflexionar sobre lo ocurrido, insisten en situar el problema allí, desdeñando el crecimiento del PBI industrial y la activación del mercado interno como si fueran datos menores. En vez de traer liberales a la administración, era preciso respaldar las luchas del movimiento obrero y social para mejorar el ingreso promedio de la población. Pero también la emprendieron contra sindicalistas y piqueteros; unos por una cosa, otros por otra, fueron señalados cómplices de “la entrega”.

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, cuyos contenidos no se ocultaron a los funcionarios oficiales que no operaron sobre el mismo, ni fue realizado bajo cuerda, es muy semejante al establecido por la acción de Néstor Kirchner en su momento. Queda bien extrapolar potentes discursos condenatorios de la entidad multilateral por parte de ese gran estadista, pero no es correcto difundirlos sin especificar el sentido profundo de lo suscripto. De hecho, se le llamó desendeudamiento y no moratoria o ruptura con el FMI. 

La inflación, generada por la escasez de dólares y la situación mundial, pero acentuada intencionalmente por el poder concentrado para desarticular el crecimiento nacional, lo tapó todo. Y así se anuló la sana tarea de observar los aspectos positivos y negativos de un gobierno escogido por la base social que nos contiene. Cualquier debate quedó aplastado por un indicador que debería haberse tomado como derivación de una agresión, como síntoma, y no como eje. De esa filosofía han surgido los peores planes antiinflacionarios de nuestra historia, destinados a enfriar la economía. 

Un elemento más sobre los debates. Así como en nuestro movimiento las imputaciones de facho y zurdo en décadas previas tendían a eliminar el análisis político, en los tiempos recientes las de socialdemócrata, progre entre otras, cumplen el mismo objetivo. Al calificar de plano a un polemista se anulan los elementos de verdad que puede haber en su posición. El peronismo siempre fue integrador de variados orígenes y los mismos se expresaron en su interior, potenciándolo. Si repasamos las acusaciones más recientes, nos encontraremos con que al decir de los que dejan de lado la viga en el ojo propio, nadie es peronista. 

Un verdadero problema si de lo que se trata es de exigir “más peronismo”. Esa es una expresión adecuada. Pero ¿a quién se lo exigimos?

Estas dos semanas fueron un impacto para quienes se presentan doloridos por la ausencia de futuro y evalúan que todo está perdido. Las grandes movilizaciones (primero el movimiento obrero, luego quienes repudian el accionar del Poder Judicial), limpiaron las calles e insuflaron brío a la causa nacional. Es difícil hallar explicación al raro prestigio ganado por los portavoces del desánimo y la derrota. Tal vez, apunto, se debe al amparo que le ofrecen los grandes medios, cuyo objetivo es menoscabar los logros del pueblo argentino y deprimirlo, haciéndole sentir que todo el horizonte no es más que el humo que surge de los humedales del Paraná. 

*Director La Señal Medios

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