Las repercusiones del pedido de condena contra Cristina y la respuesta suya y de miles y miles de argentinos y argentinas vuelven a exponer lo ancho de la grieta política argentina y la nocividad de ese quiebre para un proyecto de desarrollo que privilegie los intereses de la Nación y su pueblo. En este contexto, todas las convocatorias a un gran acuerdo intersectorial para revertir la crisis suenan a intenciones imposibles de plasmarse en la realidad. Así, la enorme injusticia social persiste y se incrementa. Y el debate sobre cómo revertirla se diluye y pasa a un segundo plano.
En el marco de la movilización a la que convocó el 17 de agosto pasado, la CGT lanzó un documento que es claro en ese sentido. “Profundizar la grieta, sólo nos conduce al abismo”, se señaló en el tramo final del texto, tras los párrafos destinados a insistir en la necesidad de buscar entendimientos. “Hoy, el desafío que nos convoca, es la construcción, entre todos, de una sólida y duradera plataforma de Acuerdo Nacional de amplio consenso sobre políticas de Estado de corto, mediano y largo plazo”, planteó la central sindical.
“Para ello es imprescindible evitar consignas vacías de contenido o ejercicios políticos que apunten sólo a la cuestión coyuntural”, se escribió también en el documento que acompañó la masiva movilización a la que se sumaron la CTA y un amplio abanico de agrupaciones y movimientos sociales; y en el que a la vez se trazó un diagnóstico de la situación actual y se propusieron acciones para mejorarla.
“La inflación ha alcanzado niveles intolerables que pulverizan el poder de compra de todos los trabajadores. Mucha de la responsabilidad depende de sectores que se han apropiado de ganancias en tiempo de pérdidas para los trabajadores y trabajadoras.
No es ajeno a esto la irresponsabilidad económica de los grandes formadores de precios que remarcan el valor de los productos esenciales para mejorar los márgenes de ganancias. Como tampoco la especulación financiera en búsqueda de una devaluación que sólo favorece a los grupos económicos concentrados y empobrece a la gran mayoría de los argentinos”, se evaluó.
“Es hora que todos los sectores populares aseguremos una política antiinflacionaria con amplio consenso social, sin excepción y alcancemos acuerdos justos que permitan a los trabajadores, activos y pasivos mejorar plenamente sus ingresos”, se propuso.
Apenas unos días después, un fiscal metió la cola y la fortaleza y el propósito de la expresión sindical del 17 de agosto quedaron relegadas de la agenda pública.
Es más: el sentido de pasar “de la resistencia a la victoria” que trasuntó la movilización de la semana anterior derivó a, otra vez, movilizar “de la resistencia a más resistencia” frente al nuevo embate contra Cristina.
Lo dijo la propia Cristina en su alegato pronunciado por fuera del ámbito estrictamente judicial, cuando se refirió a “los argentinos que no tienen guita”. Entonces, ¿para defender a Cristina alcanza con ganar una vez más la calle, o con invocar a padres jueces para exponer la endeblez jurídica de las acusaciones en su contra? ¿No aportaría también algún anuncio de medidas en favor de la clase trabajadora y los sectores populares y contra los formadores de precios y especuladores a los que aludió el documento de la CGT?
Claro que no es fácil. Tampoco era fácil en 2003. Ni en el ‘45. Nunca fue fácil. Pero esto es peronismo che.
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