¿Cómo impactan las primeras medidas del superministro? Su gestión avanza con ajustes establecidos en el acuerdo con el FMI, mientras enfrenta reclamos salariales frente a una incesante suba de precios. Opinan los economistas Nicolás Pertierra y Ana Rameri.

Sergio Massa, un político manejando la economía, cumple un mes como superministro. Ni bien asumió, el ex jefe de Diputados, una de las tres patas del Frente de Todos, anunció un plan estabilizador anticrisis, más ortodoxo que otra cosa, con el ojo puesto en acumular reservas en el Banco Central y calmar a las fieras del poder económico y financiero camufladas en la entelequia denominada los mercados. Al tiempo que despliega un ajuste fiscal atado al FMI, Massa debe hacer equilibrio y emparchar los crecientes reclamos por recomponer salarios e ingresos, arrollados por una inflación que no para.

Ya bajó la espuma del arranque. La estridente llegada del ex intendente de Tigre al Gabinete nacional, convirtiéndose en una suerte de primer ministro a la europea que contó con apoyo transversal, apaciguó la interna en la coalición gobernante, entró como salvataje político, aunque desdibujó la figura del presidente Alberto Fernández. El kirchnerismo lo acompañó, pero hasta ahí. CFK aceptó la foto y, luego, silencio. En la vorágine que caracteriza a la política argentina, empezó a hablarse de Massa 2023.

Tales comentarios basados en las aspiraciones presidenciales que Massa tiene desde hace tiempo parecieron quedar en segundo plano en las últimas semanas a partir del protagonismo central que recobró la vicepresidenta, blanco de una avanzada judicial, política y mediática. Con banca masiva y federal, con actos en todo el país, vigilias y cierta mística militante que volvió a fluir desde una esquina porteña del corazón del barrio de Recoleta (Juncal y Uruguay, donde está su domicilio), y que la provocación y represión policial no lograron aplacar, sino todo lo contrario, hoy, en contraposición a una derecha radicalizada que de volver al poder promete un shock de reformas estructurales regresivas, se habla cada vez más de CFK 2023. Igual falta mucho. El Frente de Todos, en su gran mayoría, se encolumna detrás de la defensa a Cristina, mientras enfrenta la tensión que combina la reactualización del lawfare, el ajuste y las demandas de los sectores más desprotegidos.

Massa asumió una titánica tarea en un escenario de incertidumbre y expectativa, donde varios interrogantes continúan abiertos. Se reunió con hombres de negocios y en pocos días viajará a EEUU para verle la cara a la directora del FMI Kristalina Georgieva. El Ministerio de Hacienda que él conduce engloba las secretarías de Agricultura, Producción y Comercio. Los funcionarios que ocupan estos casilleros son de su extrema confianza. El viceministro es Gabriel Rubinstein, de perfil bien ortodoxo, defensor del desdoblamiento cambiario, de quien se ventiló un mensaje de guasap algo contradictorio al comentar que “por ahora” (y solamente por ahora, decía el relator de fútbol Marcelo Araujo) no habrá una fuerte devaluación.

Siguiendo el hilo de sus predecesores en el cargo, Massa ratificó que cumplirá las metas de austeridad que impone el acuerdo firmado con el Fondo por la deuda macrista, que incluye recortes fiscales y aumentos de tarifas. Entre las principales medidas, anunció mayor control a importaciones, implementó recortes de partidas presupuestarias en áreas sensibles y, en cuanto a la política de ingresos, presentó refuerzos para jubilados y en asignaciones sociales y familiares para trabajadores y también se actualizó el salario mínimo mas no vital. Más allá de estas compensaciones, la tendencia alcista de precios al consumidor aparece como la primera preocupación en vastos sectores de la sociedad.

La inflación de agosto, ya durante la gestión económica de Massa, se acercó al pico de julio, que tocó 7,4 por ciento según el Indec, la cifra mensual más alta en veinte años, intempestiva ida de Martín Guzmán, recambios ministeriales y corrida cambiaria mediantes. Para el mes que recién terminó, consultoras privadas y centros de estudios midieron una inflación de entre 6 y 6,5 por ciento, mientras diferentes proyecciones merodean el 90 por ciento para todo el año.

Organizaciones sindicales y sociales están en la calle por la reapertura de paritarias, por el pago de emergencia de una suma fija que ayude a trepar hasta la cúspide montañosa de fin de mes, por un salario mínimo que supere la inflación y por la implementación de un salario básico universal para que millones de personas logren traspasar la línea de indigencia. Hubo movilizaciones y protestas frente a los principales puertos y entidades financieras del país, con el objetivo de, según los manifestantes, “señalar dónde está la riqueza que no se distribuye”.

“Queremos un Estado más firme y presente con los humildes y menos contemplativo con los sectores concentrados de la economía”, dijo Dina Sánchez, de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (Utep). Varios de estos movimientos sociales, sindicales y políticos son parte de la convocatoria popular “Todos con Cristina”, evocando los logros socioeconómicos del ciclo kirchnerista 2003-2015 y por lo que la ex presidenta encarna hacia el futuro. En rigor, la recuperación del poder adquisitivo de salarios e ingresos se vuelve crucial desde todo punto de vista.

El gobierno anunció el pago de un refuerzo de 10 mil pesos en asignaciones familiares de trabajadores del sector privado con ingresos de hasta 131 mil pesos mensuales que se pagará en septiembre, octubre y noviembre y se financiará con el adelanto del pago del impuesto a las Ganancias. El incremento alcanza a más de un millón de trabajadores.

Massa destacó que el bono apunta a “pelear contra la inflación, el veneno que se come el ingreso de la enorme mayoría de las familias argentinas”, aunque sigue sin encontrar un antídoto contra la remarcación incesante de precios, que afecta principalmente a sectores populares, base electoral del FdT.

Por la estabilización heterodoxa

Para el economista Nicolás Pertierra, el primer mes de gestión de Massa mostró “un giro más conservador, ortodoxo y defensivo del Frente de Todos en la política económica” y estuvo caracterizado por la escasez de divisas. “Eso explica que se rasque en las distintas fuentes de dólares que pueden aparecer, como el BID, en algún programa más del Fondo Monetario como el Fondo de Resiliencia, en acuerdos puntuales con algún sector para ver si liquidan exportaciones. Son todas medidas que se enmarcan en ese contexto de escasez de dólares”, analizó el economista del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso).

Pertierra consideró que el tema inflacionario sigue siendo la gran agenda pendiente. “Se entiende que en este contexto Massa tenía que frenar y estabilizar una corrida cambiaria y financiera. Ahora ese giro ortodoxo para contener la corrida tiene sentido si es la antesala y prepara las condiciones de un plan antiinflacionario y de estabilización heterodoxo. Un programa que incluya congelamiento de precios claves de la economía, con un aumento inicial de suma fija en salarios que necesitan entrar a ese congelamiento en una mejor situación que la actual”, dijo en declaraciones a este medio.

Y continuó: “Un congelamiento no sólo como Precios Cuidados, sino pensando en insumos difundidos de la industria, como metales, plástico, vidrio, materiales de la construcción, tarifas, combustibles. Estos aumentos de tarifas pueden ser la base sobre la cual encarar un congelamiento más adelante. Esto tendría que servir para generar un colchón de dólares y pasar a una estrategia más ofensiva contra la inflación”.

El economista advirtió que intentar frenar la inflación “solamente con política fiscal y monetaria resulta débil porque hay una inercia muy arraigada”. Y recordó: “El 2021 arrancamos con una fuerte reducción del déficit fiscal y eso no se tradujo en una menor inflación. Y lo mismo con políticas monetarias muy estrictas como en 2018, 2019, cuando la inflación fue muy alta. Se necesitan estrategias más ambiciosas que los acuerdos de precios. También implementar algo parecido al pacto social de los 70, algo intermedio que ayude a bajar algunos escalones la inercia inflacionaria”.

Ajuste, inflación, FMI

La economista Ana Rameri trazó su análisis de coyuntura. “El primer mes de gestión de Massa marca una continuidad en el ajuste fiscal y monetario respecto a lo que venía aconteciendo, con mayor claridad desde julio a partir de la corta administración de la ex ministra Silvina Batakis. Más aún, cada recambio (ministerial) trajo consigo una aceleración de los recortes de partidas presupuestarias y de las novedades que en general contribuyen a una mayor astringencia monetaria”, opinó la coordinadora del Instituto de Pensamientos y Políticas Públicas (IPyPP), centro de estudios, investigación y formación de Unidad Popular.

En declaraciones a El Eslabón, Rameri recordó que “al déficit cero de caja anunciado por Batakis, que también comunicó el fin de la asistencia monetaria del Banco Central al Tesoro, se le sumaron desde agosto las decisiones de Massa que buscan continuar por este sendero pero a una mayor velocidad. Por eso el diseño de segmentación tarifaria, cuyos cambios anunciados auguran que el recorte será más extendido de lo que se pensaba. Todo indica que alrededor de un 30 por ciento de la población aproximadamente perderá la totalidad del subsidio”.

Y añadió: “Además se avanza con recortes de un conjunto de partidas del Presupuesto. Hay una lógica de implementación del ajuste, donde se permite por un lado una caída real en el caso de partidas indexadas como las salariales, jubilaciones y otros ingresos que tienen una movilidad automática. Con una inflación creciendo por encima de estos aumentos y a lo sumo dando algunos bonos discrecionales para apenas aliviar. Por otro lado, un ajuste ortodoxo de partidas que no están atadas a una indexación automática y tienen que ver con inversión pública. Por decisión administrativa hubo un recorte de 128 mil millones de pesos que afectó a salud y otros programas concretos, como también en lo que se destina a infraestructura, a hospitales públicos, a educación, con recortes para jardines de infantes, en el Conectar Igualdad, en el Procrear, como así en programas de financiamiento a pymes”.

“Lo que sí pudo lograr Massa”, diferenció la economista, “fue patear los próximos vencimientos de deuda en pesos, bajar el riesgo país y, como está de moda decir, tranquilizar a los mercados. Pero sabemos bien que esta es una calma inestable, ya que eso fue posible porque se dio un salto enorme en las tasas de interés, ubicadas en términos de tasa efectiva anual entre 96 y 98 por ciento. Y, por otra parte, el poder económico, principalmente el agroexportador, muestra desconfianza, retiene granos, no liquida divisas. Tengamos en cuenta que, después de varios meses, tenemos signos negativos en la balanza comercial”.

“El problema que continúa sin resolverse es la inflación, que afecta principalmente a los que no tienen un extra para cubrirse de los aumentos, que se traducen en mayores ganancias para un conjunto de empresas oligopólicas. En los últimos dos años el aumento de precios de alimentos y bebidas es exactamente igual al ritmo de aumento de las ganancias netas de los principales oligopolios de la alimentación. La inflación también es funcional al ajuste fiscal, ya que mejora la recaudación y licúa gastos”, señaló.

Por último, la economista reflexionó: “A pesar de las buenas intenciones del ministro o ministra de turno, lo cierto es que la primera traba a la que nos enfrentamos para resolver la inflación es el acuerdo con el Fondo Monetario, un acuerdo que tiene incorporado una trayectoria de devaluación, aumentos tarifarios, de tasas de interés, y todo esto tiene que ver con una política fuertemente inflacionaria”.

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