Se inauguró “Lo que aprendí estos últimos años”, una muestra de Alejandro Gómara en Gabelich Contemporáneo. La sala principal de la galería se llena de pinturas y objetos que van del humor a la tragedia.

De chicos nuestros padres nos decían que era peligroso acercarse demasiado al televisor porque podía dañarnos la vista. Se ve que no aprendimos mucho: nunca estuvimos más encima de las pantallas que ahora. En la última muestra de Alejandro Gómara para Gabelich Contemporáneo el mundo de los dispositivos electrónicos y sus imágenes se sienten en todo momento. Cada una de las piezas bidimensionales que componen esta muestra es contenida por un soporte metálico que simula o alude a algún tipo de aparato tecnológico: un televisor, un teléfono móvil, el monitor de una computadora, la caja de un DVD. En su interior nos encontramos con una realidad alternativa, un espacio de mera ficción donde todo se mezcla. Tal vez la metáfora de una memoria incapaz de procesar la vorágine imparable del scroll.

Foto: Alejandro Gómara

El universo iconográfico del que se sirve Ale proviene casi exclusivamente del ámbito del entretenimiento: las películas de acción, la música pop, el cada vez más grande mundo del shitpost y la historia del arte en un sentido amplio. En sus pinturas, las referencias muy concretas al cine “pochoclero” se mezclan con frases a modo de grafiti en entornos enrarecidos que parecen responder a una pulsión por llenarlo todo. “Me quedé sin ideas”, dice una de las paredes. En otra leemos: “Esto es cualquiera”. El pintor define estas frases que le vienen de golpe como “grana que decora una torta”. Una metáfora que hace justicia de su propuesta, en la que “lo popular” entra de lleno en un ámbito muchas veces reservado a los temas pretendidamente “serios”: el de la pintura.

Los cuadros de Ale son una sinfonía pop disonante y por momentos caótica, un amasijo de horror, dibujos animados, memes y reproducciones de pinturas. Espacios de ficción delirantes donde las cabezas de actores de Hollywood caídos en desgracia comparten escenarios con frases, tiroteos, escorpiones atacando personas diminutas o cuadros de artistas famosos. Nicolas Cage o Lindsay Lohan convertidos en esculturas de museos de cera son testigos de una serie de situaciones de lo más disparatadas desencadenadas por razones misteriosas. Lo que vemos siempre representa una acción frenética en tiempo presente como el estímulo constante de las redes sociales. Algo, no sabemos qué, está efectivamente ocurriendo. Un instante detenido y pasajero: lo demuestran el símbolo de pause en Spotify o la barra de YouTube que indica que el video aún no finalizó. El pintor no sólo construye sus ficciones sino que las habita y las colma de una carga festiva pero al mismo tiempo trágica.

Foto: Alejandro Gómara

En medio de todo lo anterior, en el centro de la sala, se ubican dos grandes piezas: se trata de unos conos de color verde. Se los puede pensar como una contracara de los pulcros pinos que muestran los shoppings en la época navideña. Estos dos “árboles” llevan lo trash casi a su sentido literal. Su materialidad recuerda la estética de los actos escolares y sus características escenografías de papel crepe y objetos de desecho. Los frutos de estas piezas son unas flores antropomorfas con caras de bebés. La presencia de estos seres, entre divertidos y perturbadores, especie de negativos del sol de los Teletubbies, acentúan la extrañeza del conjunto. 

Pararse frente a las obras de Ale Gómara renueva esa vieja fascinación de mirar una y otra vez las películas que pasaban por la televisión de aire por el simple hecho del deleite visual.

“Lo que aprendí estos años” podrá visitarse hasta el 24 de septiembre, de lunes a viernes de 15.30 a 19, y sábados de 11 a 14 en Gabelich Contemporáneo, de San Juan 911.

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