Un edificio de Manhattan representa un hito de la lucha de las mujeres trabajadoras. Allí tuvo lugar el incendio de una fábrica en 1911 que dejó un saldo de 146 obreras muertas. Hoy existen organizaciones (y tres placas en el lugar) que intentan hacer memoria.

Ocho personas rodean a la guía. La mujer explica en voz alta, con una dicción clara y segura, la historia del edificio de diez pisos ubicado en 23-29 Washington Place, entre Greene Street y Washington Square East, al sur de Manhattan. 

El predio está en Greenwich Village, el barrio que durante 1960 y 1970 fue epicentro de los movimientos rebeldes, el arte y la bohemia. Hoy esa impronta puede encontrarse más en Brooklyn que aquí, pero el área todavía vive de su pasado, de lo que alguna vez fue y ahora representa ser, como una reproducción para turistas. 

De todos modos, los árboles, las casas de ladrillos rojos con escaleras de hierro al frente, los clubes de jazz y las banderas del movimiento LGBTIQ permanecen aquí. Las calles arboladas y el silencio son impensables en otros barrios de Nueva York, y este es un rasgo distintivo que todos los sentidos captan de inmediato apenas uno asoma a la calle desde la estación de subte. 

Los edificios de la Universidad de Nueva York (NYU) están por todas partes en esta zona. Y uno de los epicentros del sector es Washington Square Park. En ese lugar parecen habitar los fantasmas del pasado de Greenwich Village. Hay muchos músicos, pintores, artesanos y artistas. Y junto a esos fantasmas se pasean, menos visibles para muchos, la sangre, el barro y el fuego de la explotación y el más absoluto desamparo.

Este espacio verde, como todo el resto de Nueva York, es uno de los escenarios donde se desarrollan escenas obscenas, ofensivas e inhumanas: junto al glamour y la riqueza opulenta, la miseria más descarnada. Al lado, a pocos metros, de los jóvenes estudiantes de la NYU con sus caras computadoras, se arrastran seres humanos que sobreviven en un revoltijo de cartones, bolsas y restos de comida. Suelen andar semidesnudos, manchados por sus propios excrementos todavía frescos y hediondos, convulsionando y profiriendo gritos guturales. “Parece que soy invisible”, decía el grasiento cartón escrito a mano que exhibía un mendigo, y esa frase sintetiza un fenómeno muy particular: varias ciudades, acaso varios mundos, cohabitan Nueva York. Y cada uno percibe lo que quiere o puede percibir.

El incendio de la fábrica de camisas

La guía sigue explicando que sucedió en el edificio Brown. Allí tenía sede la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist y hoy forma parte del campus de la NYU. Fue construido entre 1900 y 1901, en estilo neorrenacentista, y originalmente se llamaba Edificio Asch. Los tres pisos más elevados del edificio fueron ocupados por la Triangle Shirtwaist Factory, tristemente célebre por el incendio que sufrió el 25 de marzo de 1911, que dejó un saldo de 146 trabajadoras de la confección muertas. Ese hecho histórico fue uno de los hitos que marcaron las luchas feministas.

Por entonces, las mujeres eran explotadas brutalmente, con salarios mucho más bajos que los hombres. Tal como sucede hoy, claro, en distinta medida según cada país. Además de los patrones explotadores y brutales, las mujeres debían enfrentarse con el machismo de los sindicatos, que les negaban la participación. 

El incendio comenzó a las 16.40. La mayoría de las trabajadoras fallecidas eran mujeres recién emigradas de Europa del Este e Italia, de entre catorce y veintitrés años de edad. La fábrica ocupaba los pisos 8, 9, y 10. Trabajaban allí unas 500 personas, con un horario de nueve horas diarias más siete los sábados. Ganaban, por 52 horas de trabajo a la semana, entre 7 y 12 dólares.

Cuando comenzaron las llamas, las trabajadoras quedaron encerradas. Según la versión patronal, los responsables de la fábrica de camisas habían cerrado todas las puertas de las escaleras para evitar los robos que eran habituales en la zona. Pero la historia no oficial señala que los propios patrones cerraron las salidas. Por esos días, y desde mucho antes del incendio, se intensificó la lucha de las mujeres trabajadoras con grandes huelgas y protestas públicas.

Muchas de las trabajadoras, al no poder escapar del edificio en llamas, saltaron al vacío. Las primeras referencias sobre el número de muertos oscilaron entre 141 y 148, pero hoy se sostiene que murieron 146 personas: 123 mujeres y 23 hombres. La mayoría de las víctimas murieron de quemaduras, asfixia, lesiones por impacto contundente o una combinación de los tres. La primera persona en saltar fue un hombre, y se vio a otro hombre besando a una mujer joven en la ventana antes de que ambos saltaran a la muerte.

El desastre de Triangle Shirtwaist obligó a las autoridades a realizar algunos mínimos cambios legislativos en las normas de seguridad y salud laborales e industriales. Detonó, asimismo, la creación del importante Sindicato Internacional de Mujeres Trabajadoras textiles (International Ladies’ Garment Workers’ Union) que lucharía por mejorar las paupérrimas condiciones laborales de esos tiempos.

El libro de 2003, El incendio que cambió a EEUU (The Fire that Changed America) de David Von Drehle, comienza con un epígrafe que reproduce una nota del 10 de enero de 1910 publicada en el diario Jewish Daily Forward: “Empresa Triángulo, con sangre se escribirá este nombre en la historia del movimiento obrero de EEUU, y con mucho sentimiento esta historia recordará los nombres de los huelguistas de esta fábrica, de los cruzados”. 

Von Drehle señala en su libro que uno de los muelles de Nueva York, el Charities Pier (Muelle de las Organizaciones de Caridad) fue rebautizado por las trabajadoras y los trabajadores como Calle del Dolor (Misery Lane). En ese lugar se depositaban los cuerpos de los hombres y mujeres que morían trabajando, debido a las malas condiciones de seguridad y salubridad, las jornadas extenuantes y la sobre-explotación.

“El 26 de marzo de 1911, la morgue improvisada al final del muelle se llenó con los restos de más de cien mujeres jóvenes y dos docenas de hombres jóvenes, víctimas de un incendio catastrófico en una fábrica de ropa de gran altura. Algunos de los cuerpos, los que cayeron por las ventanas y por el hueco del ascensor, eran fácilmente identificables. Los que permanecieron en el desván en llamas, atrapados por las llamas y una puerta cerrada, no lo estaban”, señala el autor, que además hace referencia a que cien mil personas hicieron fila afuera de la morgue ese día. 

“Muchachos mascadores de chicle y sus novias, que reían entre dientes, esperaban junto a los familiares atónitos o sollozantes de los muertos. La fila se extendía por el muelle, hacia la calle, doblaba la esquina y se perdía de vista. Un policía en la puerta de Misery Lane estimó que seis mil personas por hora pasaban frente a las filas de ataúdes. Finalmente, a última hora de la tarde, unas veinticuatro horas después de que estallara el incendio, un oficial de policía enojado ordenó a sus hombres que purgaran la cola de demonios y buscadores de emociones. «¿Qué se creen que es esto, refunfuñó, el Eden Musee?». Ese era el cine mudo más popular de la ciudad”, se lee en El incendio que cambió a EEUU.

Una larga lucha

En 1909 tuvo lugar una huelga de las camiseras de Nueva York, también conocida como El levantamiento de las 20 mil. Participaron principalmente mujeres inmigrantes de origen europeo. La lideró Clara Lemlich, de origen ruso, y contó con el apoyo de la Liga Nacional de Sindicatos de Mujeres de América (National Women’s Trade Union League of America-NWTUL). Comenzó el 23 de noviembre de 1909 y en febrero de 1910 el sindicato acordó con los dueños de algunas fábricas la mejora en los salarios, mejores condiciones laborales y reducción de la jornada laboral. La huelga se suspendió el 15 de febrero de 1910, aunque algunas protestas continuaron. El incendio que se produjo un año después en la fábrica Triangle Shirtwaist dejó en claro que lo que se había conseguido no fue suficiente. Y sobre todo, que los patrones no cumplieron con lo acordado. 

El 22 de noviembre de 1909, Clara Lemlich Shavelson, de 23 años, después de escuchar durante 25 minutos a los hombres hablar sobre los inconvenientes de participar en la huelga laboral que se estaba convocando desde septiembre en algunos sectores de la industria textil de Nueva York se levantó y declaró en yiddish que quería hablar. Subió al estrado y ofreció un discurso considerado histórico. Se lo conoce como “la filípica yidishh”, e instaba a que todos las trabajadoras y los trabajadores que confeccionaban camisas debían ir e irían a la huelga.

El 23 de noviembre de 1909, se lanzó el paro de once semanas. Se lo conoce como El levantamiento de las 20 mil (Uprising of the 20.000). Fue una de las huelgas de mujeres más importantes en la historia de EEUU. El 24 de noviembre, 20 mil personas, en su mayoría mujeres, salieron de las fábricas. La huelga duró hasta febrero de 1910 y terminó en un “Protocolo de paz” o acuerdo entre empresarios y sindicalistas, que permitió a los huelguistas volver al trabajo y satisfacer, en alguna medida, las demandas de los trabajadores (mejor salario, reducción de la jornada laboral, igualdad salarial e igualdad de trato para los trabajadores que estaban afiliados a los sindicatos y aquellos que no lo estaban).

Las jóvenes huelguistas obligaron al liderazgo predominantemente masculino en los “oficios de la aguja” y a la Federación Estadounidense del Trabajo (American Federation of Labor) a revisar sus prejuicios arraigados contra la organización de las mujeres. Los huelguistas ganaron sólo una parte de sus demandas, pero la sublevación provocó cinco años de revueltas que transformaron a la industria del vestido y la convirtieron en uno de los oficios mejor organizados en EEUU, un país donde todavía hoy muchas empresas sólo contratan a personas no sindicalizadas y en el que, además, se combate abiertamente la formación de nuevas organizaciones sindicales.

En 1909, existían más de seiscientos talleres, fábricas y tiendas en Nueva York que empleaban a unos treinta mil trabajadoras y trabajadores. Desde el principio, las jóvenes en huelga fueron víctimas de una fuerte oposición y represión a sus demandas: represión por parte de los patrones, la dirigencia política, la policía, y la persecución implacable de los tribunales de justicia. 

Además, las empresas (entre ellas Triangle) contrataron matones y prostitutas para acosar y perjudicar a las huelguistas, a menudo con ayuda de policías que luego detuvieron a las mujeres en lucha por cargos inventados. 

En la Corte Suprema, las huelguistas se enfrentaron a magistrados hostiles que reprochaban a las mujeres jóvenes su mal comportamiento (uno dijo a una mujer: “Usted está en huelga contra Dios y la naturaleza”). Las luchadoras fueron multadas, y, en algunos casos, condenadas por distintos delitos. 

La memoria

Hoy tres placas de bronce en la esquina sureste del edificio recuerdan aquellos hechos. La Organización en recuerdo del Incendio de Triangle (Remember the Triangle Fire) se dedica a trabajar por la memoria e informar al público sobre el incendio de 1911 a través de proyectos artísticos, divulgación educativa y sitios de redes sociales. Trabaja en conjunto con el Consejo Laboral Central de la Ciudad de Nueva York, el Departamento de Bomberos, la Universidad de Nueva York y varios grupos comunitarios para planificar e implementar las actividades anuales de conmemoración del aniversario del incendio cada 25 de marzo. 

“A lo largo del año, la Coalición ofrece programación para aumentar la conciencia pública sobre el incendio y explorar su relevancia contínua para los derechos de los trabajadores y la seguridad en el lugar de trabajo. En nuestro sitio web y a través de las redes sociales, brindamos recursos sobre el incendio de Triangle para educadores y promovemos el trabajo de organizaciones que defienden los derechos y la seguridad de los trabajadores en los EEUU y en todo el mundo. Nuestro objetivo es ser lo más inclusivos posible con nuestra programación para que esta historia sea relevante y accesible para personas de color, personas con discapacidades o comunidades cuyo idioma principal no es el inglés. La Coalición está trabajando actualmente para establecer un monumento de arte público permanente en el edificio Brown (anteriormente Asch) donde ocurrió el incendio para honrar a los que murieron, para que su sacrificio nunca sea olvidado”, señala el sitio oficial de la agrupación.

La guía sigue rememorando la historia frente al edificio. Pero de las ocho personas que la rodeaban hace unos minutos, tres se desprendieron del grupo, dejaron el corro y se entregaron de lleno a la devoción de las pantallas de sus teléfonos. Ni siquiera sacaron fotos.

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