Eran los 90 cuando Alicia Affatato decidió tomar por concurso la dirección de la Escuela Primaria N° 6.089 de Christophersen, una localidad del sur santafesino ubicada a unos 200 kilómetros de Rosario. La escuela le ofrecía una casa muy humilde para vivir, pero ella estaba feliz con ese lugar que había elegido para enseñar. Una experiencia que extendió no sólo a los salones de clase sino también con sus docentes, a quienes entusiasmaba para que sigan estudiando.

Llegó el 2001, la crisis social y con ella el hambre. Alicia no dudó en repartir letras y panes. Sabía que con la panza vacía es difícil atender a la seño contando un cuento o escribir cuentas en el pizarrón. Pero también sabía que la falta de un buen plato de comida afectaba de lleno a las familias de sus alumnas y alumnos. No dudó en comprar más de lo que el magro presupuesto que le asignaba una provincia totalmente indiferente a las necesidades sociales. Carlos Reutemann era el gobernador.

Alicia no fue indiferente y le hizo un lugar en la mesa del comedor escolar diario a las mamás de sus alumnos. Compró carne y preparó guisos. Sin el permiso de la burocracia que mira números antes que al ser humano. El plato de comida estaba asegurado, al menos en la escuela. Esa decisión de jugársela por el más débil no se la perdonaron. Una auditoría del Estado provincial de la provincia gobernada por Reutemann, hay que recordarlo siempre la terminó separando del cargo. Los números “no daban”. ¡Qué era eso de darles de comer a los pobres con el dinero destinado para otros fines!

El tiempo se encargó de que ese maltrato se revirtiera. Quizás en parte, porque lo injusto no se olvida. Alicia le ganó el juicio a la Provincia. Aunque ya no volvió a su querida escuela rural.

Esta parte de la historia de Alicia María Affatato la recordó María Rosa Montes públicamente, en sus redes sociales, el 28 de septiembre pasado, cuando se enteró de la muerte de la querida maestra “de la sonrisa hermosa, camarada, compañera”. Y más tarde la repasó en charla con El Eslabón.

María Rosa vive en Teodelina, está jubilada de la docencia. “Me jubilaron” (en 2009), reprocha a la gestión ministerial de entonces. Fue supervisora de 11 escuelas urbanas y 16 rurales del sur provincial, entre ellas la primaria de Christophersen en la que trabajaba Alicia. “Me encantaba andar por las escuelas rurales, donde todavía no se había desertificado tanto el campo. La escuela rural era muy importante para que las familias siguieran afincadas en el lugar”, dice de su trabajo.

Alicia cuando trabajaba en la Escuela N° 6.089 de Christophersen.

De Alicia recuerda que “tenía una experiencia de crecimiento pedagógico maravilloso”, que “estaba acostumbrada a debatir y se plantaba delante de quien sea”. “Tenía una personalidad muy fuerte. Amorosa con sus docentes y de mucha autoridad”, que por su carácter y forma de ser podía confundirse con autoritarismo.

A María Rosa le preocupaba que “Alicia no le daba pelota a las rendiciones de cuenta”. “Como supervisora tenía que cuidar también lo administrativo, que tuviese las boletas en reglas, las rendiciones de cuenta, porque sabemos que el Estado es muy celoso con los centavos de las raciones miserables”, aunque no igual con otras grandes cuentas.

Sabía que andaban detrás de las dos, “era un período de mucho ajuste, muy tremendo para la docencia”. Un día la citan a María Rosa a la escuela, había caído una auditoría de Santa Fe. Ella se entera en el lugar. “Revisaron todo, no dejaron que Alicia se defendiera”, dice de aquel día.

“Yo intentaba explicar pero tampoco era una explicación para esta auditoría decirles que Alicia le daba de comer a las familias. Porque iban las mamás con los bebés y se sentaban en la galería de la escuela a esperar que los chicos salieran del comedor ¡Imaginate vos! ¡Sin comer! Imposible mirar para otro lado. A Alicia no le interesó salir con la plata de la copa de leche y comprar carne. Hacían guisos y comida para compartir con las familias, y mandaban viandas a muchos hogares”, repasa María Rosa en un relato que genera impotencia y rebela a la vez.

Alicia continúa “no iba a mentir en nada, era imposible para su conducta. Ella tenía una convicción enorme y asumía los riesgos”. Nunca pensó en justificar “esos gastos” con comprobantes que no fueran reales.

Tiempo después, ya separada del cargo, citan desde la Provincia a María Rosa a testimoniar en el caso: “Siempre decía lo mismo, la verdad, ¿qué iba a decir? Si supieras con los zapatos que andaba Alicia, con los zuecos viejos que andaba. Cuántas veces tomé el mismo colectivo con ella, La Verde, para viajar y siempre con lo mismo. Vivía en condiciones precarias y humildes. Eso lo sabía todo el mundo”.

Había más. María Rosa recuerda que el presidente comunal de Christophersen de entonces “la tenía entre miras porque le estaba disputando un poder político sin querer, él la veía así”.

Escuela de Christophersen

La historia comenzó a cambiar cuando a María Rosa la llaman una vez más a dar su testimonio en Rufino. “Ya era 2003, 2004. Una sumariante más me toma declaración. Empiezo a decir que se trató lisa y llanamente de una persecución política, porque había una lucha campal por la comida, una necesidad tremenda de las familias pobres y más en esos pueblos. Fue una persecución política porque Alicia venía del comunismo, era una luchadora sindical”.

Ese relato en voz alta lo escucha también “un fiscal muy conocido de Venado Tuerto”, que estaba allí. Se interesó y le pidió que le cuente en detalle lo sucedido. Ese fiscal es Tomás Orso, hoy juez. Al poco tiempo se revirtió la historia, se hizo justicia, Alicia volvió a la docencia, en un cargo en Rosario y le ganó el juicio a la Provincia. “Pero la amargura no se la sacó nadie. Porque ella había sido muy feliz en esa escuela”, lamenta María Rosa.

La educadora y ex supervisora rescata del trabajo colectivo de aquellos años haber generado conciencia en el magisterio, “trabajado con las pedagogías liberadoras, a través de los contenidos”. “Lo humano de Alicia era fantástico porque llegaba a un pueblo una persona con un nivel político, intelectual, muy interesante, que de alguna manera logró liderar bastante a las docentes rurales en aquella zona, a través de lecturas; y se podían trabajar maravillosamente bien los cambios constructivos. Contribuyó a elevar el nivel de conciencia docente. Yo le decía: «Alicia, andá despacito, despacito con tanto…»”.

Defensora de los derechos

Las muestras de reconocimiento a la maestra y dirigenta sindical fallecida (a los 77 años) no tardaron en expresarse también por las redes sociales, en todos los casos siempre dimensionando su perfil de educadora, de defensora de los derechos de las infancias y de militante. Entre esas expresiones, la de Amsafé provincial que la despidió como una compañera “muy reconocida por su solidaridad y su defensa indeclinable de los derechos de las y los trabajadores de la educación”.

Uno de los militantes sindicales cercanos a Alicia también la rescata desde esas miradas. Es Claudio Ciani, docente jubilado, ex dirigente de Amsafé. La conoció en el 81, cuando estaba en la Casa del Maestro: “Era una oradora de primera, se paraba y tenía la capacidad de entender qué pasaba en la base docente. Las mociones surgían ahí, se argumentaba a viva voz. Era toda argumentación política, sindical, no dejaba nada al azar, no era demagoga y eso le valió el respeto y también la bronca de las otras agrupaciones porque había que responderle con argumentos y no con chicanas”.

El educador repasa que Alicia fue “la secretaria adjunta de Amsafé a la vuelta de la democracia”. El maestro César Oxley era el secretario general de aquella lista histórica. “Ella fue parte de esa construcción. Siempre muy clasista y defensora de la democracia sindical”.

Claudio la recuerda en las asambleas de dos mil o tres mil asistentes, con sus dos hijos de la mano, “llevándose los aplausos como las puteadas”. Alicia estaba afiliada al Partido Comunista. “Era una militante de clase. Una maestra con mucha escucha, que preguntaba a los maestros cómo la ves, qué pensás. Nunca en un lugar sectario”, dice de ella, y pide resaltar su figura de “mujer luchadora”, “que ponía la cara, militaba y trabajaba”.

Ya jubilada repasa Claudio Alicia reivindicó al kirchnerismo en materia de derechos humanos, la cuestión salarial y la aprobación de una ley nacional de educación, entre otras conquistas. “Eso nos reencontró a muchos que reivindicamos la justicia social, la unidad popular”.

El maestro César Oxley solía repetir: “Si no es un buen docente, entonces no venga al gremio. Y si pretende ser un buen gremialista, sea un buen docente”. Esa premisa bien define quién era Alicia a la hora de enseñar, de dar clases y militar por la educación pública.

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