Explorar y experimentar la realidad virtual dentro de la cárcel. La potencia de la narrativa transmedia y todo lo que puede la imaginación vinculada al deseo en un espacio de encierro: la Unidad 3.

La cancha. De pronto, Luis. El banderazo en el estadio de Newell´s y Lautaro, su hijo, que ahora tiene 15 años. La popular y ellos dos ubicados justo detrás de uno de los arcos, alentando al equipo como lo hacían hace diez años atrás cuando Lautaro tenía cinco.

De pronto, la vida. Luis habita su lugar en el mundo. Cuando lo observa, llora. Busca imágenes, detalles, sensaciones. Mira hacia abajo y hacia arriba. Luego hacia los costados. Todavía no puede creerlo. “Es como vivirlo en carne propia” describe. Tres minutos de libertad, una gafa, el celular, y su cuerpo que se traslada a ese espacio-tiempo que tanto imaginó.

El parque. A Jonatan todos lo llaman Mancha. “Cada uno de los que estamos acá tenemos un deseo”, dice mientras comparte reflexiones en el taller de narrativas creativas. El suyo es estar con su hijo y su mujer jugando en el parque Scalabrini Ortiz. “Ver a mi hijo andar en su monopatín, riendo, divirtiéndose, saltando a mis brazos. Tomar unos ricos mates calentitos junto a mi mujer y compañera de vida, riendo y disfrutando de su compañía”.

El Mancha escribe su sueño y busca palabras a las imágenes que rebotan en su cabeza. Después, la magia de la realidad virtual hará tangible ese momento tan deseado. Entonces sucede: la plaza, el juego, los mates, las risas. Todo lo que escribió está allí, a su alrededor. Su mujer y su pequeño hijo. El Mancha lo vive: él también disfruta de la tarde a sol pleno en el parque Scalabrini aunque sólo esté parado en el salón húmedo, frío e inhóspito de una cárcel.

El baile. Suena bachata en el playón del Parque España. Todo está listo para comenzar a filmar. Juli tira los primeros pasos. El baile transcurre y Joel, junto a su novia, es protagonista de su propio sueño. La potencia del deseo lo traslada a ese lugar que él mismo dibujó, primero en su mente, después en un papel. Baila con ella y alrededor ya no existe el pabellón, ni las rejas, ni el miedo, ni el guiso rutinario de las noches, ni las órdenes de los penitenciarios. “Vengo el taller a despejarme, a cambiar de pensamiento y romper con la estructura y esto es lo que hacemos acá, todos juntos”.

Alrededor hay otros doce compañeros de Joel, el Mancha y Luis imaginando su propio entorno deseado. Facundo, por ejemplo, anhela poder alentar a su hijo que hace poco comenzó a jugar al fútbol profesional. Agustín sueña con volver al Gigante de Arroyito, la cancha de sus amores, para compartir un partido de local. Y así, cada chico preso que participa del taller en la U3 se animará a derribar los muros de la cárcel; a construir su lugar en el mundo. 

Una realidad virtual

“Crecer”. “Aprender”. “Conocer nuevas experiencias”. “Salir del encierro”, aunque sólo sean dos horas y una vez a la semana. Así describen lo que para ellos significa “Contala Como Quieras”, el Taller de Narrativas Creativas que dicta, en la cárcel de varones de Zeballos y Riccheri, la Facultad Libre en el marco del programa provincial Santa Fe Más. Un espacio que conjuga la imaginación y el deseo dentro de una institución de encierro.

Este año, los talleristas a cargo, Patricio Irisarri y Agustina Marenghini, se propusieron explorar y acercar una tecnología inmersiva sumamente disruptiva: la realidad virtual. Así nace “Un Lugar en el Mundo”. “Primero empezamos con unos prototipos de cartón del visor 360 que fabricamos y unos videos que había en Youtube” explica Patricio. Así arrancó la experiencia: probando, jugando, investigando. Los materiales eran simples: una gafa de cartón con dos lentes y un celular con giroscópico que simula el movimiento. “Los pibes se llevaban todas las semanas ese prototipo y flashearon. Se volvieron usuarios y esa es la clave. Lo cuidaban, lo arreglaban, tenían un respeto por el artefacto impresionante”.

Comenzaron, colectivamente, a diseñar el proyecto. “Empezamos a alfabetizarnos sobre qué es la realidad virtual”, agrega Agustina. Después llegó la pregunta: ¿Qué pasa si la utilizamos para ir detrás de un deseo? Y si no estuvieras en la cárcel ¿dónde estarías?

Papel en mano: escribir un guión del momento, de ese concreto lugar en el mundo. Hacerlo posible y cercano. Describirlo con imágenes y ahondar en detalles. Esa fue una de las tareas que, martes tras martes, los quince integrantes del taller empezaron a realizar. Algunas clases estuvieron destinadas a la enseñanza de aspectos más técnicos: uso y manipulación de la cámara digital, analógica, sonido, grabación, organización del set, armado de guión. 

“Un lugar en el mundo” le dio continuidad al trabajo que Patricio y Agustina propusieron hacer el año pasado en el mismo taller. En el 2021, “Qué hermoso día” consistió en la producción de un audiovisual donde cada uno de los chicos relataba días felices en sus vidas. “Empezamos a pensar momentos, espacios, ellos construían su historia, su hermoso día y después pensaban imágenes para representar esos relatos”. Así llegaron a producir cinco capítulos audiovisuales y un sitio web. Este año, la experiencia va un poco más allá. Se trata de que los jóvenes privados de su libertad puedan imaginar “entornos deseados”, lugares a los que incluso quieran ir por primera vez en sus vidas, para luego transitar una experiencia inmersiva. 

La pre y post producción es todo un desafío porque además implica contactar y vincular a los familiares. Filmar también: se trata de ubicarse en el lugar de quien luego será usuario de esa experiencia. Ver a través de sus ojos. Hasta ahora lograron grabar cuatro historias y esperan, con mucha expectativa, continuar el año que viene y además finalizar el rap que están componiendo entre todos junto al rapero Leito. “Ellos piensan, se visualizan en el afuera. Por eso es muy potente esta experiencia. Trabajamos con una camarita, dos gafas y un auricular, con esas herramientas hacemos este proyecto. Pero le dedicamos muchísimo tiempo, mucha militancia porque creemos que hay una apropiación del proyecto por parte de los chicos, ellos son los protagonistas”.

Contala como quieras

“Contala como quieras” tuvo su primer antecedente en la Unidad 3 en 2017. A través de la narrativa transmedia, un grupo de docentes, talleristas, militantes sociales y periodistas, comenzaron a darle forma al “El Feriante” uno de los proyectos más difundidos, premiados y reconocidos a nivel nacional por lo que implicó, por primera vez, la aplicación de un lenguaje inexistente en el trabajo en cárceles. “Fue una experiencia documental transmedia que tenía una serie web, un libro, una revista, podcast, postales, un disco de música, la webdoc. Todas esas plataformas organizadas expandían la trama hacia un montón de lugares y distintos públicos y se hizo muy visible lo que veníamos haciendo”, recuerda Patricio Irisarri, uno de los principales impulsores de la iniciativa. “Lo que hacemos es narrativa transmedia para el cambio social”, resume.

Foto: Contala como quieras

Cuando llevaron adelante “El Feriante” todavía no existía el taller de narrativas creativas. Al año siguiente, en 2018, el espacio se consolidó al interior de la Unidad 3 y “Contala como quieras” cobró dimensión, identidad y potencia. Se conformó el espacio-taller con un denominador común que atraviesa cada proyecto transmedia: “La estrategia es pensar las narrativas, para qué nos sirven, qué historias podemos contar, qué lenguaje podemos utilizar, cuáles son los dispositivos que tenemos para contar eso, cómo se construye una historia, cómo se construye un personaje, cómo se organiza una trama. Rápidamente prendió y tuvimos una primera experiencia que en ese momento fue una historia de cómic que se llamó 360. El círculo de la traición. Se imprimieron 12 ejemplares para los pibes”. 

Boleto al infierno proponía un videojuego virtual donde cada uno elegía un personaje y recorría la trama tomando distintas decisiones. También elaboraron un podcast con 5 episodios. Ya contaban con el comics y todo el material junto integraba una trilogía narrativa transmedia que fue ganadora de la convocatoria de lo que en ese entonces era Espacio Santafesino. 

“Lo más interesante del proyecto es el desarrollo de la imaginación”. Y todo lo que inscribe de manera subjetiva en la trayectoria de una persona privada de su libertad. “La imaginación trasciende la cárcel en todos los proyectos”, dice Patricio. Lo que observan este año con la realidad virtual es cómo los integrantes del taller no sólo pueden producir ficción e imaginar personajes, ahora comparten su propio mundo real: su familia, sus hijos, su pareja. 

Puedo ver y sentir

Disputar ese sentido común casi siempre estigmatizante que se construye alrededor de la población carcelaria es una de las motivaciones que sostiene a “Contala como quieras”. Lo hacen a su modo: contando historias, a veces ficcionadas, a veces no. El uso del lenguaje transmedia abre múltiples posibilidades para que esas historias trasciendan. “Es un universo donde hay distintos mundos. El lenguaje y la estructura narrativa transmedia permite mucha más versatilidad. Y además propone otra participación: el usuario no se queda mirando un documental de treinta minutos sino que tiene que tomar decisiones. Es la participación de creadores y consumidores del contenido. Lo transmedia permite potenciar lo colectivo, lo social, poder provocar cambios y visibilizar la agenda”.

Agustina agrega, también, la importancia de buscar calidad en las producciones que realizan. Casi nadie espera que las personas presas sean capaces de producir este tipo de contenidos. Cada proyecto de “Contala como quieras” deslumbra no sólo por la propuesta creativa y novedosa que refleja, sino por su altísima estética visual. “Venimos a demostrar que se puede. Que ellos pueden hacerlo. Y creemos que podemos disputar ese sentido. A nivel micro está la potencia, está creciendo. En cada persona que está haciendo el taller hay un registro nuevo, una nueva curiosidad que es justamente lo que la cárcel les quita”.

La comunicación en clave política

Imaginar. “Es algo que te lleva a ver más allá de lo que vemos acá”. “Estamos acá encerrados, pero nuestra imaginación está en la calle”. “Es como atravesar los muros, no sé, algo inexplicable”. “Con la imaginación podés volar, crear, porque somos el resultado de lo que pensamos. Si lo pensás y te enfocas, lo haces. Yo, por ejemplo, me imagino haciendo emprendimientos pero es lo que imagino, porque yo no estoy ahí para poder hacerlo”. “Cuando estaba en la calle tenía a mi hermano preso, a casi toda mi familia presa Y yo me imaginaba cómo era estar en la cárcel. Cómo debe ser vivir ahí dentro. Y hoy, hace cuatro años que lo estoy viviendo. Y ahora, ¿sabés que me imagino? Volver a estar afuera con mi familia”.

Las palabras fluyen en la ronda del taller. ¿Puede también la imaginación estar asociada al miedo? Acaso, ¿siempre imaginamos lo mejor? “Muchas veces imaginamos lo peor”, dice con franqueza uno de los chicos que está preso en la U3. Entonces, de pronto, el deseo: ¿qué sucede cuando imaginamos algo que queremos, que soñamos, que anhelamos? ¿Qué ocurre cuando, además, ese deseo es colectivo? “Todo se potencia”, dirá Patricio Irisarri quien no dudará en elegir a la cárcel como su “lugar” prioritario para ejercer la docencia. “Es poder pensar otra forma de educación que no tiene que ver con lo formal, con la estructura académica. Está todo por hacer y se trata de pensar algo distinto. Lo nuestro también es militancia, es decir, poder aplicar todo lo que venimos aprendiendo en la universidad en un paradigma distinto que no es ni el mercado ni la educación formal. Es lo social. Pensar la narrativa transmedia en estos espacios y buscar objetivos políticos desde la comunicación. Es estratégico operar desde adentro para cambiar lo que sucede ahí. Cuando vas a la cárcel y ves el dispositivo y la injusticia que propone ese dispositivo y la población para la que está pensado ese dispositivo, ahí te empieza a movilizar otra fibra”.

“Tener esta experiencia nos acerca más a esa realidad que estamos buscando que ya no es virtual, sino que es una realidad en carne propia. Es como un sueño hecho realidad”, afirman los chicos de la Unidad 3.

“Esta experiencia genera en ellos condiciones de felicidad, de encuentro con un escenario que a través de la realidad virtual parece más cercano. Es una visualización de lo que harían fuera de la cárcel. «Nos visualizamos ahí, queremos eso», dicen. Y ahí radica la importancia de este trabajo, en que los ayuda a ellos a visualizarse de otra forma que no tiene que ver con lo que viven cotidianamente en la cárcel. Nadie les propone otra cosa, y esa es la apuesta: proponerles algo distinto” dicen Patricio y Agustina. Y ambos coinciden: “Es un punto de partida para proyectar el afuera”.

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