El artista Chachi Verona, ilustrador del diario La Capital entre otros medios, presenta la muestra “Los hijos de la pavota”, en la que combina objetos de uso cotidiano, plantas y música. Se puede visitar en el espacio Micelio, de Valparaíso 520.

Aunque los nombres que figuran en su documento nacional de identidad son los mismos (y en el mismo orden) que los del Flaco Spinetta, Luis Alberto Verona es muchísimo más conocido por su apodo –Chachi– y más aún por sus dibujos, que ilustran las páginas del diario La Capital desde hace más de veinte años. Este hombre que nació en el barrio Larrea del noroeste rosarino en 1962, hincha de Rosario Central y amante del rock nacional y el jazz, estará instalando algunos de sus curiosos y llamativos objetos en la muestra “Los hijos de la pavota”, que se podrá visitar este sábado 5 y el domingo 6 en el Espacio Cultural Micelio, de Valparaíso 520.

Porque somos del barrio

“Somos vecinos con Micelio y fui viendo desde el momento en que se instaló cómo fue creciendo y cómo las actividades se fueron volviendo cada más interesantes, y a través del contacto y el diálogo surgió la idea de hacer algo juntos”, responde Chachi cuando se lo consulta por el momento en que nació la idea de llevar adelante esta muestra, y detalla: “El espacio físico del centro cultural es un galpón y dentro de ese galpón voy a armar una puesta en escena, una instalación, con un grupo muy grande de objetos que si bien algunos de ellos ya vienen apareciendo en mis muestras, en este caso van a tener un protagonismo que no tenían”. Esos objetos son pavas transformadas en cabezas, con los picos vertedores haciendo las veces de narices, y con plantas en su interior. “Además hay otros elementos gráficos y como en Micelio trabajan habitualmente con artes escénicas la muestra va a tener una iluminación especial y una musicalización con vinilos de mi colección”, añade el autor del libro Ilustraciones que también puso su pluma creativa al servicio de publicaciones como Rosario 12, Clarín, Perfil, Los Inrockuptibles, Mística y Nueva. “Durante la muestra voy a pasar música que tiene que ver con mi vida, hay discos que tengo desde hace 40 años”, adelanta el artista, que admite que mientras dibuja o pinta “escucho mucha música” y que “me gusta mucho el rock nacional y el jazz”. Y menciona algo de lo que sonará este fin de semana en el galpón cultural de la zona noroeste: “Estuve revisitando discos viejos y por ejemplo me encontré con Disco shock, un tema de Billy Bond que después grabó Serú Girán; tengo un disco del año 1976 de Herbie Hancock, un pianista yanqui de jazz muy bueno; otro de Miles Davis, Tutu, y también voy a poner algo de La máquina de hacer pájaros, de Serú Girán y seguramente Alma de Diamante de Spinetta”.

Se decidió en un bazar

“En el límite de dos barrios, cerca de la plaza con forma de triangulito, se congregan un grupo de seres biomórficos que, al igual que el Hombre de Hojalata, emprenden un viaje rumbo al país de las resistencias, conformando esta muestra viva, donde se mezcla el frío metal plateado con la tierra cálida y marrón. Humanoides de peinados botánicos, reyes con coronas vegetales, cascos de astronautas lunáticos, el interior está vivo, seres que crecen y siguen mutando. Cabezas que piensan, sienten y se mueven e invitan al movimiento colectivo”, se puede leer en la gacetilla de difusión de “Los hijos de la pavota”. Y cuando se le pregunta al creador de esas pavas cabezas, cascos, con plantas adentro, por el origen de las mismas, confiesa que “la historia empezó cuando trabajaba en un bazar y estaba acomodando pavas en una estantería”. A partir de un chiste con un compañero, a Verona se le dio por darle vida a esos objetos. “Primero construí un objeto modelado con masilla, con orejas, patas. Era una escultura. La expuse, estuvo en ArteBa en 2001 y tuvo buena repercusión. Después le fui encontrando otra vuelta y ahora son como cabezas que tienen plantas adentro. Tengo un jardín en casa y me di cuenta que me gustan mucho las plantas así que un poco fui uniendo esas dos cosas o pasiones”.

Chachi recuerda de aquellos tiempos en el bazar otra exposición que en algún momento quiere volver a presentar: “Se llamaba «El difícil arte de parar la olla» y era como una columna de cacerolas, encimadas, pintadas y sostenidas por tanzas. Y de alguna manera también era unir el arte con lo que me estaba pasando o estaba haciendo en ese momento que era laburar en un negocio en el que se vendían ollas, pavas, teteras y todo ese tipo de objetos”.

En cuanto a determinar el origen de su pasión por las artes, Chachi lo sitúa en sus 11 o 12 años y culpa a la música de romperle el marulo: “Por unos primos más grandes empecé a escuchar a Jimi Hendrix, por ejemplo, y me voló la cabeza. Después en el 77 fui al cine Arteón a ver la película Tommy, de los Who, que era una banda que también me gustaba mucho, y lo que hace visualmente el director, Ken Russell, es muy sarpado. Es como una ópera rock, medio rara, pero lo visual me marcó mucho. Aunque en algún momento quería ser músico, siempre estaba dibujando, me la pasaba dibujando todo el tiempo. Y todo esto que voy contando me hace acordar o tiene mucho que ver con El submarino amarillo, de los Beatles. Cuando era chico toda esa cultura pop, la música y las imágenes, fueron como un rayo de esos que vienen en una nave espacial y te golpean”.

Antes de despedirse, este artista cuyas obras han ilustrado tapas de libros, discos, afiches y demás, reflexiona sobre la contradicción que le genera el hecho de trabajar en un medio como La Capital. “Con el diario lo que me pasa es que por un lado he ido evolucionando en lo que es la confección de los trabajos y por supuesto siempre sigo poniendo el mismo compromiso; pero como empresa, como patronal, dejan muchísimo que desear. Y como medio de comunicación también. Cuando laburaba en el bazar y cuando estudiaba arte, el viraje fue conseguir trabajo como ilustrador y se me fue dando con el tiempo. Es mi trabajo, es lo que hago y es el oficio que acompaña mi producción artística, que es lo que realmente me llena”.

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