Yo no sé, no. La idea de armar un arbolito de Navidad en el patio común a todos estaba buena. En la cuadra, desde hacía dos navidades, sólo había un par de arbolitos: uno lo tenía la Tolita, que vivía por Zeballos cerca de Callao, y el otro estaba en la verdulería de Josecito. Una cosa lo preocupaba a Pedro: un arbolito con sus luces y sus pelotas (bolas) en el patio sería una gran tentación para el más sigiloso de la familia, el que siempre andaba en cuatro patas con su color negro que de noche se confundía con su propia sombra. Sí, el Bachicha, su gato negro, que no se iba a poder contener. Desde que llegó la noticia del arbolito, durante las noches Pedro se despertaba después de tener una pesadilla recurrente: las sombras del arbolito corriendo, sus luces trepando por la pared, las bolas escondidas entre las macetas y el Bachicha, o su sombra, al acecho. En menos de una semana, tendría dos símbolos del hemisferio norte cerca: el primero, un Papá Noel que junto a la escalera mecánica de Gath & Chavez lo había asustado, y ahora el arbolito. Hablando de árboles y pelotas, otra cosa que lo preocupaba a Pedro era ir hasta lo de su abuela a recuperar la pelota que había escondido detrás de uno de los árboles de la plazoleta de Rioja y Pascual Rosas en una calurosa siesta de diciembre. Ya en el sur de la ciudad, la sombra de unos paraísos que parecían custodiar la lagunita pegadita a la Vía Honda era la que nos salvaba de una insolación. Mientras tanto, sus amigos, con Carlos a la cabeza, se empeñaban en hacer la mejor combinación de luces del arbolito que ya estaba instalado en el patio y al que sólo corríamos para ponerlo a resguardo cuando pintaba un cabeza o un picadito. El otro día, mientras veía en pleno festejo a personas, una arriba de otra, convirtiendo una montaña humana en un árbol viviente, Pedro me dice: “Para estas fechas se me instala en la mente el pesebre, y más el pesebre viviente que desde chico me gustó ver. Estoy teniendo una imagen que me acompaña para dormir y soñar, es la de un gran árbol que se mueve, cuyas luces nos alumbran el camino por el que nos vamos juntando todos para liberar a la Patria, con una sombra que nos protege y unas bolas que van cayendo y se convierten en juguetes, en tiras de asado, en sánguches, en bebidas, en brazos que levantan al que está caído, que abrazan al que está solo o sola. Pelotas que van cayendo en todos los patios, en todos los campitos. No sé, tengo un presentimiento: que por fin todos nos juntamos y empezamos a construir un gran sueño viviente”. ¡Sumate y ampliá el arco informativo! Por 700 pesos por mes recibí todos los días info destacada de Redacción Rosario por correo electrónico, y los sábados, en tu casa, el semanario El Eslabón. Para suscribirte, contactanos por Whatsapp.