Sale del bar, preocupado. A veces se deja llevar por los impulsos, lo cual le juega malas pasadas, como en este caso. Piensa que no debía haber acusado al Mencho, primero porque no tiene pruebas de que haya sido el instigador del crimen, y segundo porque ahora puede querer cobrársela.

Pero las cosas ya están hechas, reflexiona. No tiene sentido pretender retroceder en el tiempo, lo cual es imposible, así que ahora a cruzar los dedos para no enfrentarse con los mismos pibitos que balearon a ese muchacho con el cual, hace un rato nomás, estaba jugando al fútbol.

Sacude la cabeza y al hacerlo aparecen de nuevo las lucecitas rojas que había visto en el bar. Mueve entonces una mano, intentando despejar la vista. Las lucecitas desaparecen, como si las hubiese ahuyentado.

Sube a la moto, creyendo que irá al trabajo, pero cuando ha hecho un par de cuadras se desvía, doblando hacia el oeste. Se mete por una calle poco iluminada donde hay muchos terrenos vacíos y algunas casas desperdigadas, lo que provoca la impresión de estar en una zona más bien campestre, donde la ciudad se diluye.

Al cabo de unos pocos metros se detiene. Unos perros se acercan, ladrando. Él los ignora, y se mete en un pasillo que conduce hacia una casa situada lejos de la calle.

¡Juira, bichos!…, les dice. Los perros se alejan, como si entendieran.

Llega hasta la casa, que tiene la puerta cerrada pero las luces encendidas. Golpea la puerta, sin que le respondan. Se queda un momento quieto, esperando algo, hasta que vuelve a golpear. En ese momento la puerta se abre, dejando ver la figura de un nene.

¿Está tu mamá?…, le pregunta. Sí, le contesta el nene, que sale corriendo.

Se queda esperando. Después de unos segundos el nene reaparece de la mano de una mujer que lo mira, sin hablar, como si estuviese esperando que sea él quien hable.

¿Qué hacés?…, la saluda. Y antes de que la mujer responda, le dice: andaba por aquí y me dieron ganas de venir a verte. 

Pasá, dice la mujer, pegando la vuelta en dirección al interior de la casa. Él la sigue, yendo detrás suyo, y del nene, que no le suelta la mano.

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