Edson Arantes do Nascimento dejó su huella por estos pagos: jugó en el Coloso y en el Gigante, y cayó en el luego llamado Cementerio de los Elefantes. Enfrentó a dos ex Newell’s y Central de estrechos vínculos con la dictadura.

De los 39 partidos que Pelé jugó, con el Santos o con la Selección de Brasil, en canchas de la Argentina, dos fueron en Rosario y uno en la ciudad de Santa Fe, todos amistosos y con el Peixe: el 1° de octubre de 1961 empató 1 a 1 ante Newell’s en el Coloso, mientras que el 11 de febrero de 1966 le ganó 1 a 0 a Central en el Gigante de Arroyito. En el medio, el 10 de mayo de 1964, cayó 2 a 1 ante Colón en el Brigadier Estanislao López.

En su andar por el país, mal no le fue: ganó 24 partidos, empató 9 y perdió 6. Convirtió 28 goles. El pasado 29 de diciembre, falleció a los 82 años.

Enfrentó al ex arquero de Rosario Central, Edgardo Andrada, quien con las mismas manos que atajaba secuestraba militantes; y a Juan de la Cruz Kairuz, quien marcó tanto a Pelé como a los obreros del Ingenio Ledesma

Visita colosal y gigante

Las tribunas del estadio del Parque Independencia estaban rebalsadas de gente el domingo 1° de octubre de 1961, algo poco común en un equipo que jugaba en la segunda categoría del fútbol argentino. Pero esa efervescencia no era para menos: el equipo rojinegro tendría enfrente al popular Santos de Pelé, un habitué de las giras por el mundo.

“Jugué contra él muchos partidos”, se enorgullece Jorge Solari, quien esa calurosa tarde primaveral formó parte del equipo titular dirigido por Adolfo Celli y plagado de futbolistas brasileños como Roberto Belángero, Eduardo Pimentel do Barros, Ivo Diogo, Mario Zucca y Deraldo Conceicao, entre otros.

El Indio enfrentó a O’Rei no sólo en aquella jornada, sino también jugando para River en varias oportunidades. “Era físicamente dotado, superior a los demás, y también era habilidoso, difícil de agarrarlo”, lo describe en diálogo con el programa La Voz del Estadio, de radio Eter Mar del Plata. En su rol de mediocampista, asegura que le tocó marcarlo siempre. Lo define como un “tipo bien, que no te sobraba, pero era guapo”. Y agrega: “En cualquier descuido te la colocaba, era un tipo atento al rebote, a todo”. Esta virtud explica que pese a no haber tenido una buena tarde en el Coloso, según la crónica del diario La Tribuna, puso en ventaja a su equipo a los 10 minutos del primer tiempo picando la pelota por encima del arquero. Afirman que fue la única oportunidad en la que el brasileño le escapó a la ardua marca de Pedro De Cianci. El merecido empate, siempre según la mirada de la prensa local, llegó a los 79, con un cabezazo de Diogo.

El viernes 11 de febrero de 1966, llegó el turno de Rosario Central. El Pelé que llevó su calidad a Arroyito ya era el jugador super consagrado a nivel mundial, con su club y su Selección: ya había levantado dos copas Libertadores, dos Intercontinentales, y dos del Mundo. Sin embargo, en aquel verano rosarino no mostró su mejor versión.

Quien sí se destacó fue el autor del único gol del partido, Emanuelle del Vecchio. A los 61, el delantero brasileño aprovechó un largo rebote del arquero canaya Antonio Spilinga, y no perdonó. Del Vecchio fue un histórico del Santos y de la Verdeamarela, con pasos por el fútbol italiano (campeón con el Milan) y de breve etapa en Boca (jugó apenas 6 partidos). En los 80 volvió al Peixe, como DT, y en el 95 fue asesinado en medio de una pelea familiar.

Quien no estuvo en aquel partido para frenar a Pelé –aunque, al parecer, no hizo tanta falta– fue el rudo defensor José Agustín Mesiano, el Chino. Jugando para la Selección Argentina en la famosa Copa de Naciones de 1964 (que ganó tras vencer al bicampeón mundial Brasil y a los poderosos Inglaterra y Portugal), el por entonces jugador de Argentinos Juniors indignó con su férrea marca a Pelé, quien le metió un certero cabezazo que le fracturó el tabique. El árbitro vio sólo la consecuencia del golpe, la sangre, pero no el delito. Y el brasileño zafó de la roja. Al año siguiente, el defensor pasó a Central, pero en el 66 no hubo revancha.

Santos Fe

Su paso más llamativo por territorio santafesino, sin lugar a dudas, se vio en la ciudad de Santa Fe, donde aterrizó el 10 de mayo de 1964 con su temible Santos que traía en su equipaje un largo invicto, incrementado con las recientes victorias ante Boca y Racing. Y en el duelo ante Colón, las tenía todas a favor: el vigente bicampeón de la Copa Libertadores e Intercontinental enfrentaba a un equipo recientemente ascendido a la Segunda División, por un decreto de la AFA que alcanzó a varios equipos. Y para colmo, el día anterior al partido, había jugado (y perdido 2 a 0) ante Platense, de visitante. “La Gobernación puso un avión a disposición para llevarlos de inmediato y concentrarlos”, cuenta el periodista y escritor Luis Vinker en su libro Pelé en celeste y blanco.

En una nota con El Gráfico, Demetrio Ploto Gómez reconoció que “ellos eran casi invencibles”, y que por eso, el entrenador sabalero se conformaba con “hacer un buen papel”. Léase: evitar una goleada.

A cancha llena, comenzó el partido: “Pelé nos mató a pelotazos desde el primer minuto, pero nuestro arquero y los palos estaban inspirados y fuimos zafando. Incluso reventó el travesaño desde la mitad de la cancha. Pero nos embocó cuando terminaba el primer tiempo”, relata Gómez, que arrancó en el banco. Se refiere al gol que abrió el marcador, a los 37. 

Pero el partido empezó a tomar forma a los 6 del segundo tiempo, con el empate anotado por Fernando López. El DT José Belarmino Canteli mandó a la cancha, a los 25, a Ploto Gómez, quien faltando tres minutos para el final, marcó de cabeza el gol histórico, el de la victoria.

Los jugadores, aturdidos por la victoria y por la figura de Pelé, quisieron cambiar las camisetas con los brasileños, pero el público que ingresó a la cancha ya se las había llevado, como una especie de souvenirs. “El pueblo colonista fue a ver una exhibición del Santos y se encontró con una victoria impensada de su equipo”, señaló el periodista santafesino Hugo Luis Sánchez, testigo presencial de la gesta. “Espectacular triunfo de Colón ante el famoso Santos”, “Colón concretó una gran hazaña”, fueron los títulos del diario El Litoral del 10 y el 11 de mayo.

Con aquella victoria empezó a tomar forma la leyenda del Brigadier Estanislao López. En amistosos jugados allí, también fueron enterradas las ilusiones de grandes equipos como la Selección Argentina, River y Peñarol. Por eso, el cronista Ángel Gutiérrez llamó al estadio Cementerio de los Elefantes.

En un entendible portuñol, Pelé recordó tiempo después que “en esa fecha que jugamos contra el Colón, Santos había ganado todos los partidos: Boca, River, Racing, Peñarol. Pero cuando fuimos a jugar ahí, nosotros perdimos. Desde ahí para adelante, todos empezaron a llamar a la cancha Cementerio de los Elefantes”.

El Sabalero no se quedó en esa histórica victoria. Si bien varios protagonistas partieron, en el 65 logró el tan ansiado título y ascenso a Primera. Alejo Medina, salido de Rosario Central, fue el goleador del campeonato. El Mono Alfredo Obberti, quien más tarde brillaría en Newell’s, fue figura.

Demetrio Gomez, héroe de la tarde del 10 de mayo de 1964, murió en 2013. Vinker cuenta que el autor del gol histórico fue empleado del club, y que solía vestir una remera con la estampa: “Yo le gané al Santos de Pelé”.

La marca de la gorra

“Pelé callado es un poeta. Cuando abre la boca sólo dice mierda”, lo reprendió alguna vez otro ex delantero brasileño como Romario, volcado a la política de su país, a la que ingresó por izquierda (en el Partido Socialista) y terminó como aliado de Jair Bolsonaro (desde el Partido Liberal) en las últimas elecciones.

La crítica hacia Edson Arantes do Nascimento fue por el eterno posicionamiento del tricampeón mundial, siempre cercano al poder. Sea militar o democrático. Fue cercano del dictador Emilio Garrastazu Medici cuando ganó su último Mundial, en 1970; fue ministro de Deportes del gobierno de Fernando Henrique Cardoso en 1995; y como casi todos los jugadores brasileños, apoyó en las últimas elecciones al ultraderechista Bolsonaro, a quien le obsequió una camiseta autografiada. La única vez que se peleó con la Fifa, fue por negocios.

Pelé enfrentó a personajes oscuros dentro de la cancha, aunque no lo sabía: tales fueron los casos del ex Newell’s Juan de la Cruz Kairuz, y del ex Rosario Central Edgardo Norberto Andrada.

A principios de 1966, un mes antes del choque ante el Canaya, el Santos realizó una pretemporada en Tucumán. En el primer amistoso, le ganó 2 a 0 a un combinado de Atlético y San Martín. Desde un palco del estadio, Carlos Pedro Blaquier quedó con las palmas rojas de tanto aplaudir, pero no a O’Rei, sino a Kairuz, por su memorable marca al astro brasileño. “Cuando ande por Jujuy, venga a verme”, le dijo después del partido, según contó en una nota para la agencia Télam el periodista e investigador Ricardo Ragendorfer.

Sus buenas actuaciones llegaron a oídos de dirigentes leprosos, que lo contrataron en 1968 por una cifra millonaria. Pero una lesión en la rodilla no lo dejó mostrarse en su esplendor, y al poco tiempo volvió a sus pagos. Su retiro fue sin pena ni gloria en Jujuy, donde vivía aquel hombre que lo saludó tras el partido con el Santos, ahora dueño del Ingenio Ledesma. Lo ubicó como DT del equipo local, a la vez que estrechó vínculos con la Policía jujeña: fue oficial auxiliar en la comisaría 24 y en el Centro de Inteligencia paralelo de la fuerza provincial. Participó en la Noche del Apagón, y en diciembre pasado fue condenado por delitos de lesa humanidad. “Técnico de día, represor de noche”, lo definió Gustavo Veiga en su libro Deporte, Desaparecidos y Dictadura.

Pelé también tuvo cara a cara a otro defensor, tanto del arco de Central como de la última dictadura: el Gato Andrada. Se enfrentaron en una situación muy particular, a fines de 1969, ya que con un penal a favor el brasileño estaba a las puertas de convertir su gol “número 1.000”. Enfrente lo esperaba Andrada, por entonces arquero del Vasco Da Gama. El histórico guardavalla auriazul le adivinó el palo, alcanzó a tocar la pelota, pero no fue suficiente para desviarla. 

Andrada también jugó fuerte para la dictadura. Fue agente secreto del Destacamento de Inteligencia de Rosario y formó parte de la patota de Feced en el operativo en el que se secuestró a los militantes peronistas Osvaldo Cambiasso y Eduardo Pereyra Rossi. “No me mates que no tengo nada que ver”. Con esas “curiosas” palabras, el Gato le pidió piedad al cronista de este medio, Santiago Garat, cuando en 2011 publicó una nota contando las andanzas del Gato con botas.

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