Después de dormir toda la noche, o mejor dicho lo que restaba de la noche, en la habitación del nene, se levanta. Su mujer se ha ido a trabajar, llevándose al nene para dejarlo en la escuela. 

Va a la cocina y prepara unos mates que toma con parsimonia. Piensa en qué hacer (otra vez aparecen lucecitas de colores que bailan delante de sus ojos, que ahora son más bien azules, o que a él le parecen azules, y que podrían ser pescaditos o en todo caso lombrices chiquitas, según como se las mire, que saltan y saltan en un recipiente acuático que las contiene, una pecera gigante como esas que están al lado del río, en el acuario al que a veces llevan al nene los fines de semana) porque, la verdad, está totalmente desorientado.

No sabe qué hacer con su vida. En realidad, debería decirse que no sabe con cuál de las dos mujeres quedarse, porque de eso se trata. Pero no es tan fácil; a pesar de los choques y las peleas diarias, siente que a su mujer la quiere. Del mismo modo, siente que también quiere a la otra, aunque en este caso se trata menos de amor que de pasión: con ella tiene vínculos carnales que nunca conoció con su esposa.

Sacude la cabeza con preocupación y pesar, y se va a buscar la moto. Camina hacia la avenida y, cuando está por llegar, otra moto se le pega al lado, haciendo ruidos estruendosos con el escape. Montados sobre ella van dos pibes con los cascos puestos, lo que dificulta su visión. 

El que maneja atraviesa la moto delante suyo, impidiéndole continuar la marcha. Y cuando se ha detenido, obligado por esos pibes que le cierran el paso, el de atrás se abre la campera, mostrándole la pistola que lleva en una bandolera, debajo de la axila. 

Seguí jodiendo, le dice en ese momento, que sos boleta, gil.

Después, y como si se tratase de movimientos sincronizados, el de atrás se cierra la campera, y el que maneja acelera, haciendo que el vehículo salga de golpe hacia la avenida.

Cuando la moto se pierde de su vista, él se dice:

Sobre llovido, mojado. 

Pero ya no llueve. En la calle se ven los charcos que dejó la lluvia que cayó, durante horas, hasta que se hizo de día, como restos de un diluvio que, para él, no cesa.

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