El Museo de la Memoria y el Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara presentan “Argentina Proyectada”, un ciclo de películas nacionales que reflejan los tiempos de la pos dictadura. La curaduría es de Pablo Romano y habrá invitados en cada edición.

Desde el 10 de febrero y hasta el 3 de marzo, todos los viernes a las 20.30 y en la terraza del Museo de la Memoria (Córdoba 2019), se desarrollará el ciclo “Argentina Proyectada: un país mirado desde el cine”, con la exhibición de cuatro pelis nacionales que forman parte del catálogo de esa institución de derechos humanos: Mundo grúa, de Pablo Trapero; El visitante, de Javier Olivera; Bolivia, de Adrián Israel Caetano, y El camino de San Diego, de Carlos Sorin. La curaduría está a cargo de Pablo Romano y habrá comentaristas invitados en cada edición: Federico Fiscella, economista; Leandro Arteaga, periodista especializado en cine; Marilé Di Filippo, docente e investigadora, y quien escribe esta nota. La entrada es libre y gratuita y en caso de lluvia las fechas se trasladan al interior del Museo. 

“Me convocó Lucas (Massuco, director del Museo de la Memoria) y el equipo con la idea de hacer algo con el acervo de las películas que tienen allí. Me pasaron el catálogo y elegí cuatro con algunas características que tienen que ver con las deudas de la democracia. Y no sólo deudas, porque El camino de San Diego tiene que ver con la devoción al Diego, lo que sucede con eso a nivel popular y lo que se despliega socialmente”, detalla Pablo Romano, cineasta de extenso recorrido, y remarca: “Estas son muy buenas oportunidades de poner el acervo en cuestión, reverlo, porque el acervo del Museo no es algo que está muerto y no se puede modificar, sino que a través de cada lectura adquiere un nuevo significado, y eso es lo más importante: poner ese acervo nuevamente ante las miradas, cuestionarlo, dejar que sea permeable a uno y que uno también empiece a pensar otros recorridos, otros pensamientos, otras miradas. Y también es muy importante el hecho de invitar a personas de diferentes disciplinas a que observen esos materiales y que los materiales también nos observen a nosotros, que sea un ida y vuelta”.

Un mundo de cine

Pablo es cineasta y asocia su pasión por la pantalla grande y las producciones audiovisuales en gran parte a la cámara de fotos que le regaló su padre a los 5 años y al pequeño estudio de revelado que había en su casa. “Mi viejo tenía desde muy joven un pasatiempo que era que revelaba sus propios negativos e imprimía las fotos en blanco y negro. Tengo ese recuerdo de estar con él en el cuarto oscuro que había en casa, el olor de los químicos, el ver que vaya apareciendo una imagen en el papel blanco. Es un recuerdo muy vital e intenso a lo largo de toda mi vida”, rememora, y agrega: “Y después hay un par de películas que me impactaron mucho. Una es 2001: Odisea del espacio, que me llevó mi viejo a los 7, 8 años y aunque no entendí nada salí del cine enloquecido. Después a los 13, 14 años veo Blade Runner, que fue un fracaso comercial pero yo quedé tan loco que la fui a ver otras tres veces más, y a partir de ahí me propuse ir entre dos y tres veces por semana al cine. Imaginate que había doble función así que a veces me veía hasta seis películas por semana. Empecé a leer críticas en los diarios, a interiorizarme más, a los 15 hice un curso de Análisis con Emilio Bellon y a los 16, en la secundaria, fui presidente del Centro de Estudiantes y propuse hacer un taller de cine. Nos dieron un espacio los sábados a las 10 de la mañana, que era como una prueba de fuego para ver quién se levantaba un sábado tan temprano para ir a la escuela, pero lo armamos, lo hicimos, convocamos a Hugo Grosso que aceptó darlo con una generosidad enorme, y de ahí no paré más”.

Proyectar memoria

A Romano le cuesta más encontrar, si es que hay un punto de partida, de dónde le viene eso de estar siempre muy cerca de los derechos humanos. “En los 90 hice un documental en la cárcel de Rosario que fue como muy iniciático de mis trabajos. Al tiempo, en 2009, alguien de Cultura de la Provincia me pidió que armara un ciclo para TV en relación a los derechos humanos y cine y armé algo con películas santafesinas muy interesantes, pensé recorridos posibles y cuando voy a presentar el proyecto, le comento a esta persona que se estaban desarrollando los primeros juicios de lesa humanidad en Rosario y que estaría muy bueno hacer algo. Así que con un equipo mínimo nos pusimos a trabajar y se inició Los días del Juicio, documental que registró aquella histórica sentencia y los cinco gritos de «¡cadena perpetua!» en el bulevar.”

En cuanto al papel que cumplió el cine en los oscuros tiempos de la dictadura y los primeros años de democracia, Pablo destaca que “el cine tiene la posibilidad de imaginar otros mundos en los cuales nosotros habitamos y en los que de alguna manera hay algo que no vemos. El cine nos permite habitar esos mundos desconocidos para nosotros”, y afirma: “Durante la dictadura se hicieron películas extraordinarias que hablaban de lo que ocurría en nuestro país con una profundidad tremenda. Puedo nombrar tres de Adolfo Aristarain que fueron clave: La parte del león (1978), Tiempo de revancha (1981) y Últimos días de la víctima (1982). Todas, como con un cuchillo de cirujano, van hasta el fondo de temas clave como la violencia, la violencia ejercida sobre otro sujeto. Y también cuestionan y reflejan el papel de las grandes corporaciones económicas asociadas a la Justicia o a la eliminación de personas. Aristarain fue un gran referente del cine argentino durante la dictadura”.

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