Apasionado por el tango, la actuación, los textos y la dirección, Juan Iriarte prepara su tercer cortometraje en el que, al igual que en sus antecesores, combina todas esas pasiones.

Juan Iriarte nació en Rosario pero vivió su infancia y su adolescencia en Villa Gobernador Gálvez. Su abuela, Charito, le contagió la pasión por el tango y un Tarzán de gomería le despertó el sueño por la actuación. Canta y compone desde hace más de 15 años. En pandemia, ante la imposibilidad de subirse a escenarios, se largó a la aventura de producir materiales audiovisuales para colgarlos de las redes sociales. Así nació el cortometraje Milonga para Clint Eastwood, en el que se pasea montado a caballo con un pañuelo que le cubre la boca (justo en tiempos de barbijos obligatorios) y con la guitarra cruzada en la espalda, y Vergüenzas en flor, en el que interpreta a uno de los tres sospechosos que terminan adentro de un patrullero entonando un tango para que el policía les devuelva la tan preciada libertad. Envalentonado por esas dos buenas experiencias, ahora, como la Selección Argentina, va por la tercera.

Tres reyes gatos roban sus zapatos

En diálogo con este semanario, Juan empieza hablando de su último cortometraje, Vergüenzas en flor, que al igual que su antecesor, Milonga para Clint Eastwood, se puede ver en su canal de Youtube. “Es un cortometraje que filmé en plena pandemia, cuando no teníamos la posibilidad de trabajar como músicos, entonces me puse a producir varios trabajos audiovisuales y lo hice con toda producción rosarina. Es un musical de tango, que no sé si existe algo parecido, y combina la actuación, lo audiovisual y la música en vivo, porque está grabado todo en vivo”, aclara de entrada el cantautor, y argumenta: “Hay tres personajes, que son los músicos, que están en una situación sospechosa y terminan arriba de un patrullero donde el policía les dice: «Si ustedes quieren zafar… ¡Cantá, pibe, cantá!». A partir de eso canto un tango que al tipo mucho no le gusta, entonces vamos buscando la manera de ablandarlo y finalmente pide él una canción en particular y la interpreto. Y después hay un desenlace inesperado”. 

Los músicos que lo acompañan con sus guitarras son Julián Cicerchia y Germán Ruiz Díaz, o Los Chinwenwenza, con los que Iriarte se presenta habitualmente en vivo, y el actor que hace de yuta es Mario Vidoletti, referente del teatro rosarino. 

“Ahora estoy por grabar uno nuevo. Es un trabajo conjunto con la orquesta Utópica. Es una canción de mi autoría, tanto la letra como la música, que se llama Destrato. Se empieza a filmar en marzo y esperamos tenerla lista a mediados de mayo”, adelanta con cierto orgullo Juan, y detalla: “Es un guión mío que trata justamente sobre una situación bastante común y con mucho de tango. El personaje principal es un borracho que está en una habitación y va sacando cosas de un baúl. A partir de eso va recordando y termina totalmente alcoholizado. De alguna manera es una escena repetitiva, cuando uno está tratando de olvidar una persona, un amor”. Iriarte destaca que “este tango en particular tiene arreglos que hacen que esté orquestado en los años 40 con el objetivo de que todo el público de la danza del tango pueda recibirlo para poder bailarlo”, y agrega: “No es tan común que las obras nuevas de tango sean bailables o que se difundan en los espacios de la danza del tango. Hay siempre una gran distancia entre la música que se está haciendo y los bailarines. En este caso está todo apuntado a que se pueda pasar en las milongas y que la gente lo reciba bien”. 

El rey de la milonga

Juan tiene muy claro dónde pueden estar los orígenes de sus pasiones. “Mis primeros recuerdos que tienen que ver con la música están relacionados con el ambiente cotidiano. Con ir al almacén los domingos temprano en la mañana o pasar por un negocio y que esté sonando un tango en la radio. El tango era como la música ambiente del barrio en el que me crié, conjuntamente con el chamamé, otro musical que estoy abordando y con el que el tango también comparte el bandoneón”, señala, y añade: “Mi abuela Rosario, a la que cariñosamente le decíamos Charito, me hacía escuchar tango y mirábamos programas de televisión juntos. Era como nuestro punto de encuentro y es el origen más claro que yo tengo de mi relación con el tango”. 

Y respecto de su atracción por la actuación, Iriarte pela una anécdota imperdible: “La primera vez que vi un acontecimiento teatral fue cuando yo era muy chico. Enfrente de mi casa había un terreno baldío en el que solían parar esos parques de diversión itinerantes y una vez anunciaron que iba a estar Tarzán. Por supuesto nos acercamos con un grupo de amigos y cuando finalmente apareció Tarzán, para mi sorpresa, era una persona que yo conocía: el gomero de la gomería que estaba en la otra cuadra. Lo más loco de todo es que yo nunca dudé ni pensé que él estaba actuando. Lo que me pregunté fue cómo Tarzán estaba a una cuadra de mi casa y yo no me había dado cuenta (risas). El número que hacía era arrastrar un camión con una soga atada al paragolpe y un pedazo de cuero que él mordía y lo movía. Quedé totalmente impactado con la posibilidad de transformar la realidad y de ahí indudablemente me viene la pasión por la actuación”.

Antes de despedirse, Juan, que a la vuelta de una gira por Europa en 2001 decidió dejar la música para incursionar en el teatro (“Pasé por diferentes vertientes como el circo, la magia y el arte teatral tanto dramático como cómico”); y de asegurar que escribe desde siempre (“Lo que no me había animado y es relativamente nuevo, hará unos 15 años, es esto de ser cantautor de tango y milongas, pero siempre había escrito canciones desde los 12, 13 años), concluye hablando del barrio, palabra tanguera si las hay: “Mi viejo es de Saladillo y mi mamá de barrio Magnano, aún más al sur, al lado del arroyo y muy cerca de la antigua parada del 54. Cuando yo tenía dos años nos fuimos a vivir a Villa Gobernador Gálvez y a los 19 volví a Rosario y desde aquel momento nunca más me fui”.

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