Mocchi

Mocchi nació en Montevideo, escribe y canta canciones. Fue telonero de Paul McCartney pero asegura que eso no le significó nada en su vida ni en su carrera. Toca en la calle, en casas y en cualquier espacio en el que se defiendan las causas nobles. Pasó por Rosario para brindar un gran show en la Casa de las Artes. En diálogo con este cronista, confesó: “La música que hago es cumbia villera que no se puede bailar. Canciones tristes con onda. Música contradictoria, eso”.

Vamo’ arriba del cajón

“La música siempre fue parte de mi vida y surge de una manera espontánea, natural”, dice de entrada Mocchi, que lleva editados cuatro disco: La velocidad del paisaje (2013), Mañana será otro disco (2016), Autores en vivo (2020) y 1990 (2022), y detalla: “Mi abuela Carmen cantaba mucho bolero, tangos, lírico, y la música se fue haciendo parte de mi vida. En mi casa también se escuchaba mucha música, sobre todo clásica, aunque también mucho canto popular, música zurda (risas). Yo quería tocar música clásica, quería ser pianista, hasta que mi profesora de piano me desfiguró literalmente la mano a palos porque no tenía postura, tenía 12 años y desde ese momento me enfoqué en hacer otra cosa. Ahí descubrí el punk y me puse a tocar todo lo opuesto a lo que hasta entonces pensaba que era la música para mí: ejecutar obras clásicas ya compuestas; y pasé a buscar de alguna manera lo que hoy hago que es hacer canciones con las que intento comunicar desde mi lugar como compositor”.

Mocchi habla con esa cadencia y esa voz cerrada que tienen los uruguayos, y sobre todo con esa amabilidad que los caracteriza. “Mi primer show fue a los 8 o 9 años, en el patio de la casa en la que vivía y parada arriba de un cajón de birras. El público estaba conformado por una decena de vecinos. Había hecho unos papelitos que decían «Entrada: 1.50 o si no, entre igual». Canté en loop dos canciones, una era Milongón del Guruyú, de Roberto Darvin, y alguna otra canción zurda. Y vendí pan con manteca”.

Mocchi
«Mi primer show fue a los 8 o 9 años, en el patio de mi casa y parada arriba de un cajón de birras», contó Mocchi. Foto: Jorge Contrera

Las cosas que veo

“El hecho de que Montevideo tenga puerto hizo que llegue un montón de música y de data cultural”, asevera Mocchi, y se explaya: “Eso generó una corriente de artistas dedicados a observar la ciudad y a describir personajes desde la narrativa y desde un lugar muy melancólico, a diferencia de Argentina que tiene grandes descriptores de paisajes. Veo como esas dos caras a ambas orillas del Río de la Plata, como una clara dicotomía entre argentinos y uruguayos: nosotros como todo más tristes y ustedes describiendo paisajes de una manera maravillosa”.

Pese a que nunca pensó dedicarse a otra cosa, Mocchi confiesa que “cuando cumplí 18 años y salí del liceo, trataron de convencerme de que no tenía que dedicarme a eso y al igual que los que estaban siempre alrededor mío, estudié algo de Derecho, de Psicología y Filosofía. En un momento viajamos a Nueva York y conocí a un músico chileno (Edgardo Yayo Serka, baterista de la cantante mexicana Lila Downs) y me dijo «vos te tenés que dedicar a la música» y terminé tocando con él y viviendo una historia muy interesante. Cuando volví ya tenía muchas menos dudas que antes de que esto era lo que quería e iba a hacer toda mi vida. Desde ahí sólo empecé a pensar cómo hacer de eso un negocio rentable, porque hay que comer, pagar cuentas y todo eso. Están los que te dicen que es imposible dedicarte a la música y quienes te dicen que es hermoso. Ahora digo que ni es imposible ni es hermoso, es un trabajo. Un trabajo que se hace con el corazón, pero un trabajo al fin”.

A la hora de definirse musicalmente, Mocchi asegura que “la música no tiene género y yo tampoco”. Aunque tira entre risas: “Hago una suerte de cumbia villera que no se puede bailar. Canciones tristes con onda. No sé definir bien qué es lo que hago, ¡por suerte!, porque si la pudiera definir haría otra cosa”, y cierra: “Música contradictoria, eso”.

Y en cuanto a la lírica, la cosa es mucho más fácil de explicar: “Las letras vienen de donde vengo yo. Me considero un gran mentiroso excepto cuando hago música. Lo que escribo es lo que soy, lo que hago, lo que me pasó, lo que veo que le pasa a la gente que me rodea. Y siempre tengo claro que no quiero dejar ningún mensaje de mierda dando vueltas por ahí, porque hoy en día cuando decimos o cantamos algo, eso queda en un lugar, en la nube”

Y respecto de cómo ve al paisito vecino en la actualidad, se pone serio y sentencia: “Estamos al horno. Hay algo ahí con la memoria que no sé qué onda. No sólo Uruguay, ojo, América latina en general. Agarrá cualquier país de la región y es el mismo loop en todos lados, hay como un plan macabro para que suceda en simultáneo y que todo sea así como está siendo: gobiernos neoliberales y países en los que los derechos de nosotres dan básicamente lo mismo”.

Al igual que le ocurre al momento de componer, para hablar de memoria, derechos y el colectivo Lgbt, Mocchi elige cuidadosamente las palabras: “Mi militancia hoy pasa por hacer canciones. Por supuesto dentro de esos espacios de encuentro se generan otras cosas y voy a lugares en los que pienso y siento que puedo generar algo, un cambio. En otro momento tenía otra vibra, otra energía, de salir a la calle siendo parte de movimientos sociales pero en este momento mi lucha va por otro lugar que es hacer canciones y ser parte de eso que justamente es la Memoria, porque la cultura es eso. Siendo yo, siento que puedo generar un cambio o un impacto que quizás no se vea hoy pero yo sé que dentro de 10 años alguien dirá que un niñe cantó tales canciones o se preguntó qué carajo es la derecha o qué es el Vaticano. A mí me llegan mensajes que me dejan en bolas. Antes buscaba eso desde otros caminos pero este me parece súper efectivo: mi objetivo siempre fue tratar de cambiar el mundo y hoy siento que lo hago a través de mis canciones. Capaz que mañana vuelva a salir a la calle, vuelva a salir a pintar o a cargar una molotov y vuelva a tirarlas en las catedrales, no lo sé. Hoy hago canciones”.

 

Una letra

La primera vez que Sandra sonrió

Fue una tarde y fue en un hospital

No sabía si era nena o si es varón

Solo sabía que el mundo

Solo sabía que el mundo era de dos

 

Cuando Juan sentó cabeza y aprendió

Quiso tirarse en la arena y despertar

No sabía si era río o si era mar

Solo sabía que el mundo

Solo sabía que el mundo era de sal

 

José dice que todo le sale mal

Ha intentado ínfimas veces sin ganar

Ya no sabe si quiere verse llorar

Pero supo que vivir

Pero supo que vivir era intentar

 

Pedro hace tiempo que ya no ve el sol

Ve la luz en los colores y en su piel

No ha sabido si ha aprendido a sonreír

Pero sabía que el mundo

Pero sabía que el mundo no era ahí

 

Y en un rincón

Se juntaron, se juntaron a beber

 

Nadie supo qué era el mundo

Nadie supo qué era el mundo

Pero sí con qué brindar por él

 

Nadie supo qué era el mundo

Nadie supo qué era el mundo

Pero sí con qué brindar por él

 

Fuente: El Eslabón

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