Yo no sé, no. Casi todo el mundo estaba esperando a la lluvia y nosotros también. Cuando digo “nosotros” digo Manuel, José, Pedro, Carlos, Raúl y yo. Eso sí, esperábamos que se cumpliera el pronóstico de “lluvias intensas” que habían dicho por la radio. Y lo que deseábamos sobre todo era que fueran intensas y que duraran 48 horas. Y si ocurría desde el miércoles, “mejor que mejor”, decía Juanchila (otro de la barra), entre otras cosas porque en el patio de su casa había un aljibe y seguro que una lluvia de la pronosticada lo llenaría y tendría agua para regar el patio y la vereda para poder jugar a las bolis.

Eso de regar el patio lo aprendió cuando vio que en el Bochín Club La Palmera regaban todas las tardes las canchas de bochas, y decía: “Si regamos todo alrededor del cuadrado, o del hoyito, mejor que mejor”. Al resto nos interesaba esa lluvia y su intensidad porque sabíamos que por Dr. Riva, entre Iriondo y Crespo, después de unas cuantas gotas se convertía en nuestro balneario, y hasta con una profundidad aceptable. También la calle Biedma se llenaba de agua y era una gran vía navegable en la que el 52 se transformaba en un Buquebus. Pedro hacía cálculos y nos decía: “Si llueve miércoles y jueves disfrutamos el viernes del agua caída. Y con que salga el sol fuerte, para el sábado estará todo seco y muchas y muchos ya estarán pidiendo agua de nuevo”. Con el carnaval arrancando y con manejar bien los baldes, la horizontalidad de una lluvia de media tarde más de uno, lejos de enojarse, nos lo va a agradecer.

Durante muchos años deseábamos una lluvia intensa previa al carnaval, bueno, desde los 8 hasta los 13 años maso, ya que a esa edad a uno lo mandan a la secundaria y la lluvia intensa viene con problemas. Y más si el carnaval y las clases están cerca, porque hubo carnavales en marzo, todo un despropósito. También uno empezaba a sentir esa angustia que le provocaba la incertidumbre de no saber si iba a haber bailongo en Provincial, en Gimnasia, en el Pino o en La Palmera, para encontrarse con esa piba.

El otro día, cuando anunciaron posibles lluvias y que podrían ser intensas, Pedro me dijo: “Ojalá, pero lo dudo. Dudo que sean intensas, será una gran lluvia a lo sumo, pero lo intenso quedó atrás, muy atrás. Cuando en la mañana del miércoles los verdes de los árboles, después de recibir una buena cantidad de agua se pusieron de un verde intenso, Pedro me dice: “Capaz que esta vez me equivoque. Y si es así, mejor que mejor que me equivoque”.

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