No todo, pero sí mucho, depende de la insistencia argentina. El impulso que genera la vuelta al gobierno brasileño de Luiz Inácio Lula da Silva abre puertas que en los años recientes permanecieron entornadas. Para forzar el establecimiento de un pasadizo beneficioso es preciso evitar las ilusiones y sincerar los intereses.

¿Ilusiones? La más importante es la que padecemos a lo largo del lustro reciente en las naciones del Sur continental: este encapsulamiento que nos hace creer en soluciones independientes del vínculo con los vecinos.

El lector conoce los titulares: distribución, recursos, divisas, exportaciones, importaciones, inflación. Y todo lo demás también. Los volúmenes de cada país de la región son el borde que limita la salida e impide un despliegue que, sin embargo, posee bases formidables para concretarse.

El mate humeante de los pagos australes, y el tereré de los más cálidos, bien podrían marcar un ritmo para re pensar las decisiones con serenidad en base a un diagnóstico certero sobre potencialidades y necesidades. La trascendencia de la conjunción es tan fuerte que su desplazamiento hacia un segundo o tercer plano damnifica, curiosamente, la posibilidad de desanudar aquellos ítems identificados como prioridades.

Premisas

La Argentina necesita hacer pie genuino y articulado en la Cuenca del Plata. Relacionarse otra vez, en modo limpio y futuro, con Uruguay. Controlar la salida al mundo que implica el Río de la Plata, intensificar -dentro de sus posibilidades presentes- la presencia en el Atlántico Sur, incrementar las tareas en la Antártida, hacer valer su paso bioceánico. Afiatar el nexo comercial con Brasil.

También, diseñar una política andina que, en relación con la anterior, envuelva la zona; no en beneficio particular, sino en función de los intereses compartidos. Chile, Bolivia, Perú, necesitan una coordinación que los establezca como estados imbricados rumbo a una política exterior común, inserta en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) a partir de una potenciación honda del Mercado Común del Sur (Mercosur).

Los dilemas de escala que los citados –y Paraguay- evidencian, empezarán a resolverse al trastrocar sus mercados interiores (todos interesantes, todos reducidos, aún Brasil créame) en una gran coalición del Sur que concurra a las negociaciones con los emergentes multipolares en bloque, sin olvidar las peculiaridades. Cooperación, en vez de competencia.

Nadie debe dejar de hacer lo que está haciendo. Sobre todo Brasil y la Argentina. Lula ya sabe de qué se trata el desmalezamiento del sendero de unidad. Alberto Fernández debe persistir en Atlántico sur, Malvinas, Antártida. Todos necesitan seguir adelante sus vínculos parciales con China, con los Estados Unidos; pero muy especialmente necesitan mirar en derredor y comprender que el ensamble regional, el borroneo persistente de fronteras que obliteran el desarrollo de cada distrito, es la tarea fundamental.

Nieblas del Riachuelo

La idea parece lejana. Propia de una tiempo pasado, que apenas sirve para recordar de las ansias industrialistas del ABC planteado en 1953, o del acercamiento que implicó el Unasur en la primera década del siglo en curso. Todos los protagonistas se han encerrado en trampas parciales que les atosigan y les impiden mirar más allá del horizonte. Con algunas curiosidades dignas de mención.

Por caso: el espacio mejor posicionado para disparar la articulación es el propio, pues desde la asunción del gobierno del Frente de Todos la Argentina no ha dejado acierto por cometer en el plano mundial. Sólo se le pueden endilgar faltantes y una de ellas es la ausencia de énfasis en la construcción de la coalición del Sur. Pero la lista merece conocerse, aunque las prioridades informativas artificiales y el sentido común militante desenfoquen su evolución.

Nuestro país respaldó la persistencia de la democracia en Bolivia y en Brasil, debilitó al extremo el Grupo de Lima, entabló vínculo con proyectos concretos en Eurasia, plantó bandera contra exclusiones y bloqueos en la Cumbre de las Américas, concretó posturas terceristas en el hostil marco de la Organización de Estados Americanos (OEA), suscribió la Iniciativa de la Franja y la Ruta, asumió la propuesta mexicana para presidir la Celac, está logrando la integración al BRICS, entre otros puntos de realce que enlazan la gestión actual con la Década Ganada y también, con lo más interesante de nuestra historia.

Sin embargo, en la conciencia militante nacional popular, que por momentos parece controlada por los grandes medios de comunicación anti nacionales y anti latinoamericanos, esos hechos no cuentan, o se perciben difusos. Hasta se los ha licuado afirmando que se trata de gambetas promocionales del oficialismo destinadas a ocultar la inacción interna.

La contradicción entre las acciones reales y la valoración de las mismas es flagrante y puede perjudicar la concreción del objetivo planteado en el primer tramo de este artículo, la integración regional. Esa distorsión es grave y ha generado ideas sin fundamento, sintetizadas en el mantra “avanza la derecha” que se reitera a diestra y siniestra. Un disparate, emitido justo cuando las puertas del tiempo se están abriendo.

Vale repasar a Juan Domingo Perón para absorber la dimensión del desafío.

La vigencia de Descartes

En 1951 escribe un texto firmado como ‘Descartes’ en el diario Democracia. El artículo se titula Confederaciones Continentales y su bajada apunta: ‘Unidos seremos inconquistables. Separados, indefendibles’. Poco más tarde, presenta la idea fundamental en el discurso pronunciado en la Escuela Superior de Guerra, en noviembre de 1953.

En el artículo Confederaciones Continentales, Perón considera que existe una sucesión de ciclos históricos que evoluciona hacia una mayor escala y a una superior complejidad de los vínculos entre los pueblos. Al ciclo de formación de los Estados nacionales (‘las nacionalidades’) debía seguir un ciclo de constitución de ‘confederaciones continentales’.

El líder pensador señala que han sido necesidades de Defensa las que llevaron a Europa y Asia, “a agruparse bajo el signo del dólar o de la bandera roja, respectivamente, formando verdaderas confederaciones imperialistas”. Luego inserta el concepto de confederación continental, de una forma original, citando al Barón de Río Branco:

“Hace ya muchos años un brasileño ilustre que veía lejos –Río Branco– lanzó la idea del ABC, pacto político regional destinado a tener proyecciones históricas. América del Sur, moderno continente latino, está y estará cada día más en peligro. Sin embargo, no ha pronunciado aún su palabra de orden para unirse.

Una parte substancial del futuro económico del mundo se desplazará hacia las zonas de las grandes reservas territoriales aun libres de explotación. A la tercera guerra mundial de predominio ha de suceder una carrera anhelante de posesión territorial y reordenamiento productivo. De ello se infiere que un que un grave peligro se desplazará sobre los países de mayores reservas territoriales aptas “.

Perón fue más lejos y definió: “La República Argentina sola, no tiene unidad económica; Brasil solo, no tiene tampoco unidad económica; Chile solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países unidos conforman quizá en el momento actual la unidad económica más extraordinaria del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva. Estos son países reserva del mundo. Los otros están quizá a no muchos años de la terminación de todos sus recursos energéticos y de materia prima; nosotros poseemos todas las reservas de las cuales todavía no hemos explotado nada”.

La comprensión de Methol

El foco que iluminó esto es muy importante, lo puso el pensador oriental Alberto Methol Ferré. Es pertinente evocar su interpretación:

“Siguiendo con la idea de Perón, la unificación tiene reglas y procedimientos. La Unión Europea no surge de la alianza entre Italia, Suecia y España, por poner un ejemplo. Eso podría ser una aventura simpática o un antecedente, pero la Unión se produce sólo cuando se unen Alemania y Francia, que son los países que destruyen dos veces a Europa entera. Esos sí pueden generarla, esos son los únicos que pueden unificar. Y eso lo percibieron Monet, Schuman, Adenauer, De Gasperi; todos ellos dijeron: se avanza en la unidad por el camino de la alianza franco-alemana, y sólo por ahí, porque ese es el camino principal. Y Perón descubrió que el camino de la unidad necesaria de América del Sur – no de la Argentina y Brasil, de América del Sur – era ese, y planteó ese camino. Puso la manzana para que se mordiera”.

Hay mucho más para indicar sobre este presente. La acción de Brasil puede operar como disparador de una conciencia colectiva destinada a ampliar las fronteras sin pretensión colonizadora, sino articuladora. Es probable que del éxito del emprendimiento dependa el destino de las naciones del Sur. La apuesta a la inversión productiva bajo control estatal sin anular la iniciativa privada, ha brindado a los emergentes multipolares una densidad que están haciendo valer y van a profundizar en las décadas que se avecinan.

Un futuro en construcción

Las dificultades que se observan –el corcoveo uruguayo, la desestabilización peruana, entre otras- no deben alejar a las dos potencias sudamericanas de su rumbo. Aún en el desacuerdo, es preciso dialogar de manera continua con todos los actores regionales estableciendo relaciones en los puntos posibles y recordar, siempre, que la responsabilidad recala sobre los espacios más voluminosos. Para el deteriorado bloque anglosajón, la unidad del Sur es la pesadilla del Norte. Lo cual permite inferir el sendero a recorrer.

El futuro es Multipolar. Después de la guerra que ralentiza el andar quedará más claro.  El Sur de América es el otro gran protagonista de ese futuro.

Debe resolverse a ocupar su lugar. Por conflictos que surjan, por trabas que se presenten. En el otro hemisferio espera México, quien sólo respaldará a pleno una opción potente.

* Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica / Autor de Fuentes Seguras

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