La denuncia contra el sociólogo Boaventura de Sousa Santos por acoso sexual sacude al mundo académico. En un manifiesto titulado Todas sabemos, cientos de docentes e investigadores suman su firma para apoyar y solidarizarse con las víctimas al igual que “con todas las personas sujetas al abuso de poder y otras formas de violencia en el ámbito académico y fuera de él”. Alertan que “la forma en que el acoso y la violencia contra las mujeres se naturalizan en una sociedad patriarcal y sexista”, y que “tales actos suelen ser desvalorizados por las instituciones donde se cometen, beneficiándose los agresores de la inercia y connivencia de personas con responsabilidades administrativas”.

Boaventura de Sousa Santos es doctor en sociología por la Universidad de Yale (Connecticut) y profesor en la Universidad de Coimbra (Portugal). Ha sido uno de los promotores del Foro Social Mundial, y entre sus múltiples reconocimientos por su trabajo intelectual ha sido reconocido en 2018 como Dr. Honoris Causa por la Universidad Nacional de Rosario. Sus ensayos y trabajos forman parte de los programas de formación de estudiantes, docentes e investigadores.

Las denuncias de acoso sexual hacia De Sousa Santos fueron publicadas en el libro Sexual misconduct in academia (Conducta sexual inapropiada en la academia) de la Editorial Routledge; específicamente en el capítulo 12, titulado Las paredes hablaban cuando nadie más lo hacía. Apuntes autoetnográficos sobre el control del poder sexual en la academia de vanguardia. En ese trabajo las investigadoras Lieselotte Viaene (Bélgica), Catarina Laranjeiro (Portugal) y Miye Nadya Tom (EEUU) revelan los hechos de violencia de las que resultaron víctimas, además de maltrato institucional y la falta de protocolos que terminan favoreciendo los abusos de poder.

Al momento de los hechos denunciados, las investigadoras estaban vinculadas con el Centro de Estudios Sociales (CES) de la Universidad de Coimbra (Portugal), del cual De Sousa Santos formaba parte. Al conocerse la denuncia, el CES anunció la suspensión de todos los cargos “hasta que concluya el proceso de averiguación y se tengan conclusiones”.

En el artículo revelador no se dan nombres de personas ni de instituciones, pero sí señales muy claras para reconocer a quienes se acusa. Además de Boaventura de Sousa Santos, también es señalado el antropólogo Bruno Sena Martins. “Ambos niegan las acusaciones y en el caso de Sousa Santos ha anunciado que se querellará contra las autoras del capítulo”, detallan en el diario.es.

Además del CES, también el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) resolvió suspender todas las actividades del sociólogo mientras duren las investigaciones en curso. Bajo el título Tolerancia cero y rechazo al acoso sexual, afirman: “Ante los hechos de pública notoriedad sucedidos en el CES de los que hemos tomado conocimiento en los últimos días, Clacso reafirma su postura de tolerancia cero y rechazo absoluto al acoso sexual y se solidariza con todas las personas afectadas por esta forma de violencia”.

Convocan “a una reflexión profunda en torno al acoso sexual en las instituciones académicas y de investigación que no son ajenas a las relaciones de poder que producen vínculos desiguales y generan violencia y acoso”. Al final, el comité directivo de Clacso reafirma su “compromiso de promover y contribuir a generar un ambiente de trabajo más igualitario y libre de todas las formas de violencia y de acoso”.

Más denuncias

Dos nuevas denuncias se hicieron públicas, apenas difundido lo publicado en el libro Conductas inapropiadas en la academia: el de la diputada brasileña Bella Gonçalves y de la activista mapuche Moira Ivana Millán.

En una entrevista exclusiva publicada por el diario español El Salto, y titulada Moira Millán: No me iba a dejar violar aunque fuera Boaventura, Millán relata “cómo el conocido sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos abusó sexualmente de ella”.

La reconocida activista, escritora y guionista mapuche -describe el diario español- cuenta que los hechos de acoso ocurrieron en un viaje realizado en 2010 a Portugal, invitada a un conversatorio en la Universidad Lusófona. Millán le avisa de su visita a Boaventura de Sousa Santos a quien conocía del Foro Mundial de Brasil, “en donde todo fue agradable, respetuoso, mientras intercambiamos perspectivas políticas”. El sociólogo la invita a Coimbra a dar una conferencia a sus estudiantes. En esa situación -detalla en la entrevista- Millán es acosada sexualmente por el reconocido académico.

Cuando la activista contó en el ámbito de la Universidad de Coimbra lo ocurrido le advirtieron sobre “lo necesario” de guardar silencio: “En Coimbra me dijeron que no me metiera con él, que este hecho lo iba a instrumentalizar la derecha. Pero, ¿un violador de izquierdas comete menos daño que si es un violador de derechas?”, se pregunta acertadamente Millán en la entrevista.

Millán hace notar en la entrevista que le ha dicho “a bastante gente de la Academia” lo ocurrido, incluso que “Clacso lo ha sabido siempre porque yo se lo dije, por eso le convierte en absolutamente cómplice”.

El manifiesto “Todas sabemos”

El 14 de abril pasado el diario portugués Público difundió el manifiesto Todas sabemos, al que suscriben “más de 800 académicos, agentes culturales y otros profesionales” y “en apoyo a los denunciantes de acoso”.

El texto se posiciona “ante el actual debate público suscitado por la publicación del artículo Las paredes hablaron cuando nadie más lo haría. Analiza – a través de trece puntos- lo ocurrido, advierte sobre los hechos que aún no salen a la luz y denuncia lo que generan las complicidades con el poder.

En el primero de los puntos, No es difamación, resaltan que “las reiteradas y persistentes situaciones de abuso que retrata el texto, lejos de ser episódicas o un ataque concertado de difamación personal, institucional o política, deben interpretarse como una crítica a las dinámicas institucionales sistémicas, comunes dentro y fuera de la academia”.

“Es estructural y estructurante” afirma el punto dos del Manifiesto y, entre otras expresiones, alerta que “teniendo en cuenta la forma en que el acoso y la violencia contra las mujeres se naturalizan en una sociedad patriarcal y sexista, tales actos suelen ser desvalorizados por las instituciones donde se cometen, beneficiándose los agresores de la inercia y connivencia de personas con responsabilidades administrativas. Así, ya sea por apatía o por la racionalización de conductas abusivas, los involucrados en la gestión de estas instituciones también se entrelazan en estas complejas redes de poder, convirtiéndose en cómplices del abuso”

En el Manifiesto también se señala que “no es fácil que las mujeres se sometan al escrutinio y al cuestionamiento públicos. Saben de antemano lo que les espera: juicios de valor, humillación, tergiversación, devaluación, ridiculización y posible retraumatización”.

Otro de los puntos advierte sobre la ineficacia de los mecanismos de denuncia -tal como se titula- “debido a un contexto que no protege a las víctimas/sobrevivientes”. “Las denuncias formales ante instituciones y autoridades -agrega el texto- tampoco son un mecanismo totalmente efectivo. Como resultado, a menudo se disuade a las víctimas de presentar una denuncia, sobre todo porque, cuando lo hacen, estas situaciones tienden a silenciarse (el caso en discusión es un ejemplo)”.

Dice también que “pérfidamente, la economía de los rankings, las valoraciones y el prestigio alientan y favorecen la impunidad y la inercia. Así, las instituciones prefieren no «manchar» su nombre, evitando investigar casos de acoso sexual, abuso moral y plagio cometidos por docentes o personal académico superior”.

En este mismo punto, el Manifiesto recalca que la publicación de los hechos se da “luego de varios intentos de denuncia por parte de investigadores «del Sur Global» que han sido silenciados o ignorados a lo largo de los años. Durante este mismo período, ya sea a través de redes de susurros o porque «las paredes comenzaron a hablar», «todos sabían», aunque fuera de manera informal”.

Otro de los puntos, titulado La punta del iceberg, enfatiza en que “los casos reportados son -justamente- solo la punta del iceberg”. “El consentimiento íntimo a menudo se ve comprometido por las relaciones de poder y la dependencia académica”. De hecho subrayan que a pocos días de darse la difusión de este artículo, “ya se han registrado decenas de testimonios públicos y muchas otras denuncias, todo lo cual da cuenta innegablemente de una realidad conocida y tolerada desde hace décadas”.

El Manifiesto resalta la necesidad de “salvaguardar el trabajo emancipatorio”: “Señalamos que, precisamente por la inscripción en un espacio ideológico y discursivo emancipador, no se puede aceptar la impunidad. Es en una ecología de complejidad, conflicto y autocrítica permanente que la justicia social interseccional se vuelve potencialmente alcanzable”.

Se paran en la defensa de “una universidad pluridiversa y por la interseccionalidad de las luchas”. “Luchamos por una universidad en la que el conocimiento circule horizontalmente y no a través de relaciones de poder patriarcales y coloniales”, afirman.

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