Marcha de Amsafé para pedir "Basta de balaceras a las escuelas"

La pregunta por cómo educar para la esperanza se abre a diario junto a las noticias de escuelas baleadas y de niños y jóvenes asesinados por la narcocriminalidad. Las voces docentes dicen que no hay recetas, más bien se trata de apelar a lo que le da sentido a la enseñanza, que hace la diferencia para un niño y quien educa. Y dicen también que hay que escuchar y contener, que a ese mensaje de un mejor futuro hay que darle pelea, porque hay pibes que “vienen con situaciones de vulnerabilidad desde siempre”.

Victoria Acosta y Eduardo Matuc son docentes, trabajan en escuelas de diferentes barrios de Rosario, donde hablar de balaceras y muertes es parte de las conversaciones de todos los días. Y aquí una de las primeras tareas que marcan: desnaturalizar la violencia, el “esto siempre fue así”, para construir lo diferente. Piensan que es esencial apoyarse en el trabajo colectivo con las comunidades y en reclamar una respuesta integral del Estado. 

Victoria trabajó por seis años en la Escuela Marcelino Champagnat (Rueda al 4500) y actualmente hace reemplazos en escuelas públicas, en los barrios Tío Rolo, De la Carne en la zona sur y en la zona oeste de la ciudad. Asegura que hay un panorama común en las escuelas, el de “comunidades educativas comprometidas que intentan resolver con las herramientas que tienen a mano”. 

Marca que hay escuelas “más fortalecidas y organizadas colectivamente, en las que sí existe ese trabajo en red del que tantas veces se habló”. Y que hoy son fundamentales para hacerle frente a las situaciones de violencia. 

Nota educación #ElEslabón
La profesora Victoria Acosta, que enseña en escuelas primaria de Rosario.

“El momento exige otra apertura mucho mayor de las escuelas, que durante mucho tiempo fueron más reacias, no sólo con las familias sino con la comunidad entera. El trabajo en red tiene que ser una de las apuestas para la resistencia en los territorios, ante la violencia y la narcocriminalidad”, expresa Victoria. 

La docente marca como doble preocupación “el temor ante lo que pasa en los barrios y que manifiestan las familias”, pero también de “naturalizar eso que pasa” y que se evidencia en expresiones como “Ya sabemos que hay tiros, y que muestran que es una realidad que se vive en algunos barrios desde hace años. 

“Muchos vecinos se acostumbran a la situación, a que los chicos no salgan tanto, o a que se dejen de usar esos playones tan lindos” dispuestos en los barrios para que las infancias jueguen. Poco a poco, la violencia gana los espacios públicos. Lo que cambia esa naturalización es cuando alguien conocido o familiar es una víctima más de la criminalidad.

¿Y cómo se hace en esta realidad para educar para la esperanza? Victoria dice que no hay ninguna receta. Pero que sí “se trata de aferrarse a esas pequeñas cosas que nos enamoraron de la docencia, de nuestro trabajo en la educación: la inocencia de los pibes, el cariño que te dan; el gracias que te pueda decir una familia; el que no escribe nunca y ese día te escribió y la alegría con la que te vas a tu casa. Yo creo que esas pequeñas cosas son el combustible que nos sigue llenando el motor”.

“Son los pequeños fueguitos que decía Galeano, que después permiten conversar con los chicos, profundizar las cosas que vamos viendo, poder plantear que lo que pasa no es común y desnaturalizar la violencia. Hay un trabajo muy arduo por hacer y que necesita del apoyo de todas las instituciones”, expresa Victoria.

Para la maestra es muy necesario “pensar la tarea por fuera del aula, bajarla a la comunidad, con nuestras compañeras, en ayuda con unas y otras”. Opina que a la situación de inseguridad que se vive en los barrios se suma la realidad económica, marcada por la pobreza. 

Para todo esto se requiere de “presupuesto para cubrir los cargos que son necesarios, para el centro de salud, para más trabajadoras sociales, más psicólogos”. Se trata de pensar en una respuesta integral, marca la docente.

“Que no se naturalice el temor”

Eduardo Matuc es profesor en la Escuela Secundaria N° 407 del barrio Las Flores, la única pública de este nivel en ese barrio. Los relatos sobre las balaceras son cotidianos en su tarea docente. Sabe que se originan en la disputa territorial de las bandas narcocriminales y que no pocas veces llegan hasta las puertas de otras escuelas de la zona, aun en el horario escolar. “Nos han contado de la desesperación de las madres”, dice de ese paisaje que le describen esos relatos.

Sabe que las balaceras hacia los edificios escolares representan un medio de estas bandas para mandar mensajes, no son contra las escuelas en sí. “Sabemos que las escuelas son lugares más que simbólicos”, y por eso las usan.

¿Y cómo se sostiene desde el aula la mirada de futuro? Al igual que Victoria, Eduardo dice que no hay una fórmula mágica. En cambio se inclina por señalar como tareas más que básicas con sus estudiantes, “estar todo el tiempo que podamos, tratar de contenerlos cuando llegan con una situación conflictiva de este tipo (violencia) o cualquier otro”.

Y admite también que el mensaje de un futuro de esperanza “no es tan fácil de llevar, más cuando los pibes vienen con situaciones de vulnerabilidad desde siempre” . “Muchas y muchos de nuestros estudiantes –cuenta con dolor Eduardo– han visto morir de manera violenta a integrantes de su familia, a gente vecina o con quien tienen un vínculo afectivo, a sus madres o padres; muchos tienen familiares detenidos. Esta es una realidad que no es de ahora sino de hace mucho tiempo”, advierte sobre la complejidad en la que se enseña.

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El profesor de escuelas secundarias, Eduardo Matuc.

El profesor cuenta que quienes –como su caso– llevan más de 20 años trabajando en el barrio son testigos de cómo se ha ido perdiendo en calidad de vida, y cómo ha ido ganando lugar la naturalización de la violencia. “El temor está tan internalizado que lo viven como una situación rutinaria, como algo que les puede pasar, que es parte de su vida marginal, de haber sido discriminados desde la misma panza de su madre”.

Eduardo reconoce que a la adversidad hay que darle pelea desde la escuela, justamente para que no se naturalicen el temor, la violencia y la pobreza. Y a la vez que “hay que dar una discusión al interior de éstas, para que no sean quienes reproduzcan” las desigualdades.

“Me tiene muy confundido esto que pasa. Uno quiere tratar de entender las razones de quien manda a gatillar contra una escuela, de qué manera razona esa persona”, confía el educador sobre cómo vive la situación. 

En su mirada, la respuesta debe ser integral, de parte del Estado. “No sirve un despliegue de federales o que la policía detenga cien gatilleros, hay otros quinientos esperando para hacer ese trabajo. Tampoco sirve enfrentar un ejército de asistentes sociales a grupos armados y muy organizados. La solución es muy difícil, llevará tiempo, pero el trabajo hay que hacerlo”.

Escuelas violentadas

El fin de semana de Pascuas otras dos escuelas fueron alcanzadas por las balas de bandas narcocriminales. Las balaceras a la Escuela N°84 José Mármol de barrio Ludueña y del Complejo Rosa Ziperovich, de Empalme Graneros, fueron acompañadas de mensajes amenazantes.

Marcha de Amsafé para pedir "Basta de balaceras a las escuelas"
Foto: Sebastián Granata | Télam

Desde la Regional VI de Educación y desde Amsafé hubo coincidencia en señalar que no son ataques contra las escuelas, sino que éstas son usadas como medios para mandarse mensajes entre quienes disputan el territorio narco. “Una vez más queda claro que usan a la escuela como vidriera o medio para algún mensaje criminal, entre bandas, y de paso intimidar, demostrar poder, control del territorio”, afirmó el director de la Regional VI de Educación, Osvaldo Biagiotti.

El secretario gremial de Amsafé, Paulo Juncos, analizó que “la mayoría de estas acciones violentas no son contra las escuelas, sino que las escuelas son usadas como medios de estas mafias para mandar mensajes” a otras bandas. Lo cual muestra además que “en muchas comunidades la escuela es la única cara visible o la única institución importante del Estado”, y por eso son usadas por las mafias.

“El docente tiene que ser alguien que contagie esperanza, porque la educación es eso: poder construir un mañana, tener una perspectiva de futuro. Y eso se hace muy difícil cuando la realidad está atravesada por la pobreza, el narcotráfico y por la muerte”, advirtió Juncos.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 15/04/23

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