Va cruzando el parque, bajo árboles añosos. A su alrededor, parte de la barra canta ahora: El vino y la droga me vuelan la mente / yo vengo a alentarte con toda esta gente / Ganes o pierdas no me interesa / te sigo re loco siempre de la cabeza… Más gráfico, no podría ser.

De pronto, advierte que a su lado camina el Mencho. No sabe si es producto de la casualidad o es algo deliberado; lo cierto, es que está ahí.

¡Qué embole el partido!…, le dice el Mencho cuando lo ha visto.

Y sí, le responde, ¡horrible!

Decí que por lo menos los muchachos le ponen pila, prosigue el otro. Cuando son partidos como hoy me dan ganas de irme a la mierda, pero me quedo porque me entretengo con los pibes, le explica.

Sí, claro, asiente, aunque por dentro esté pensando que, por más pila que ponga la barra, si el partido es una lágrima, como hoy, no dan ganas de quedarse.

Está empezando a oscurecer –el partido se jugó a partir de las cuatro, así que ya deben ser un poco más de las seis– porque las copas de los árboles, no tan tupidas como en verano, pero de todas formas espesas, van cerrando paso a la luz.

El Mencho enciende un faso; esta vez, no es un porro. Él piensa que es lógico, porque no se puede andar fumando porro a cada rato. Después de dar una pitada, el Mencho le ofrece un cigarro. No gracias, le responde, no fumo.

¡Lo bien que hacés!…, exclama el Mencho. ¿Pero los otros te gustan, no es cierto?…, pregunta, retóricamente.

A veces, contesta. Según las circunstancias.

Claro, consiente el otro. Y agrega: pero te quiero decir algo. El porro se puede consumir, y está buenísimo, pero eso es una parte del asunto. Porque hay otra parte que también está buenísima, ¿sabés?…, vuelve a preguntar, quedándose en silencio.

Él lo mira, también en silencio, expectante. El Mencho deja pasar unos segundos, mientras siguen caminando por el parque, sin hablar, hasta que al final le dice: También podés vender porro y ganarte una platita que nunca te vas a ganar repartiendo pedidos en la moto. Sí, ya sé que la idea no te convence, pero tenés que pensarlo, lo azuza.

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