De vez en cuando, me velo.

Preparo mi cajón, me acomodo dentro.

Elijo mi ropa preferida y abro la sala.

A cada invitado, le he confiado una fantasía distinta.

Llegan peleando mis padres, no saben cuál de los dos me dejó morir.

Dice mi mamá que yo me morí sola, que dejemos de hacer tanto escándalo, que ya va a pasar.

Entran mis hermanos, puntas del ovillo que han tejido esos padres y yo me río sarcástica, qué harán estos dos sin mí, sin mi país neutral. Me río de pícara y de muerta que estoy.

Mis sobrinos han venido por el wifi, y el adolescente le explica al niño que yo era una tía que regalaba siempre mil pesos.

El que llora en la punta es Hugo, mi pareja actual, el viudo digamos, con quien jamás conviví pero le di amor. A quien elegí desde la felicidad, con el peligro que implica ya haber sido feliz sin él.

 

Tengo mucho miedo de que estén llegando todos los hombres que enamoré en esta vida y se me junte el ganado. (nota mental: la próxima vez que me vele, daré turnos).

Hay olor a café y estoy rogando que no sea La Virginia paquete azul, y que mi muerte haya valido la compra de algún buen tostado colombiano.

¿Los amigos, ya se habrán apelotonado en la calle y llorarán abrazados??

Controlen las fotos que publicarán en mi memoria, toda mi vida escondí acomplejada mis rodillas, no manchen mi honor.

Noto poca concurrencia, raro que no vengan a verme por última vez.

¿De cuántos habré sido el amor de la vida?

¿Quién continuará los libros que dejé?

¿Quién pausará las charlas y dirá… ¡esperen! ¡Estamos siendo felices!?

¿Cómo podrán seguir sin mí?

 

Sigo viendo pocos amigos, y no está sonando Drexler, y yo que amé tanto más a la trama que al desenlace.

 

De repente, como una nube de polvo, todo oscurece.

Ya no veo nada

Ya ni huelo flores

Me morí.

 

Con el último sonido que percibo, escucho a mi mamá diciendo: “Vivió como quiso”

 

Al menos me queda la tranquilidad de que cada vez que me velo es para darme cuenta que

los amigos son pocos

Que uno se enamora una sola vez con el corazón y las siguientes con los anhelos.

Que ninguna muerte detendrá los brindis

Que las rodillas eran más pequeñas que los miedos

Que debería dejar pelear a mis hermanos porque nada evita la guerra de los que se quieren, ni la pasión de los vínculos

Que siempre morimos solos, que no hagamos tanto escándalo.

cada vez que me velo,

Es para poder seguir viva.

 

Otros, harán meditación.

 

Foto: Ornela Avedikian

Publicado en el semanario El Eslabón del 23/11/24

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