Cambio de tiempo
Yo no sé, no. La primavera parecía despedir ese noviembre de a poco, con días de lluvia y días de calor. Nosotros, los pibes, sabíamos que los días que quedaban atrás quedaban con algunas cuestiones pendientes.
Yo no sé, no. La primavera parecía despedir ese noviembre de a poco, con días de lluvia y días de calor. Nosotros, los pibes, sabíamos que los días que quedaban atrás quedaban con algunas cuestiones pendientes.
Yo no sé, no. Pedro estaba invitado al cumple de Mónica. Ella vivía pasando barrio Acindar, donde casi todos los días el canto de los pájaros se mezclaba con el ruido de los pequeños talleres.
Yo no sé, no. Manuel, ese lunes de noviembre, apareció en la esquina donde estábamos reunidos con un fuerte dolor de garganta, que había comenzado con una picazón.
Yo no sé, no. El Biki, el perro de Manuel, parecía conocer las calles del barrio por el color. Un día Pedro nos dijo: “Vamos hasta el tercer puente de la Vía Honda, ahí cuando Uriburu se pone de un negro intenso”.
Yo no sé, no. José ese jueves nos dijo: “Si mañana nos vamos para Los Bretes a pescar, nos mandamos todos en bicis”. Esa tarde, el punto en que quedamos de acuerdo en reunirnos fue en su casa ya que ahí, su hermano Tiguín junto a
Yo no sé, no. Esa tarde había un desafío en la cortada donde vivían Carlos, Raúl y Juancalito. Un partido de 7 contra 7, a 12 goles, contra la barra del Corcho (de Riva y Crespo).
Yo no sé, no. Las tardes de octubre se ponían fresquitas, a veces demasiado. Un jueves Pedro vino con la novedad que en una tienda que estaba por Biedma vio una de jean (una vaquera o de lona) y que el precio era más barato que la
Yo no sé, no. Raúl ese primer lunes de octubre vino con la noticia de que había descubierto una gran cueva de cuises enormes cerca del cañaveral del segundo puente de la Vía Honda y Manuel había descubierto la mejor forma de hacer
Yo no sé, no. Manuel durante toda una semana nos decía que tenía el presentimiento de que la suerte por fin iba a estar de su lado. Una señora le había regalado un número para el sorteo que harían en una zapatería por unos botines
Yo no sé, no. Hacía dos días que al Bachicha no se le veía el pelo. El álamo, primer árbol plantado en casa de Pedro, por ese septiembre cumplía 3 años y aparte de mostrar sus ramas con brotes, tenía algunas marcas del Bachi.