En un bolsillo tiene amor y alegrías
Yo no sé, no. La plaza Galicia tenía la mejor iluminación para un picadito nocturno. Ahí nos juntamos José, Tiguín, Carlos, Raúl, Pedro, Manuel y yo. Esperamos un rato hasta que apareció uno que vivía por ahí.
Yo no sé, no. La plaza Galicia tenía la mejor iluminación para un picadito nocturno. Ahí nos juntamos José, Tiguín, Carlos, Raúl, Pedro, Manuel y yo. Esperamos un rato hasta que apareció uno que vivía por ahí.
Yo no sé, no. Manuel no tenía consuelo esa primera semana de septiembre. Había comenzado el segundo cuaderno Campeón, de 42 hojas tapa dura, y en la primera redacción que hizo para la clase de Lengua se comió la “p” de septiembre
Yo no sé, no. Apenas estaba arrancando septiembre y esa mañana fresca, Pedro, antes de salir para la Anastasio, vio un brasero que estaba ahí porque a la abuela le gustaba. Parecía que estaba a punto de prenderlo.
Yo no sé, no. “Pensar que por acá hubo un viñedo”, dijo José, antes de cruzar el primer puente de la Vía Honda cuando veníamos de barrio Triángulo. “Me parece que llegamos tarde al barrio”, agregó Manuel.
Yo no sé, no. Manuel, José, Carlos, Raúl, Pii, Tiguín, Pedro y yo, habíamos cruzado la Vía Honda por el segundo puente rumbo a una quinta donde ese mes la acelga se veía mejor que nunca, en cantidad y en calidad.
Yo no sé, no. Pedro esa mañana de agosto iba a la escuela con un nuevo compañero en su muñeca izquierda. El día anterior le habían regalado el primer reloj pulsera a cuerda, y a darle cuerda fue lo que primero aprendió: dos vuelta
Yo no sé, no. “Agosto, agosto el ventoso”, repetía Manuel mientras volvíamos caminando por Lagos con un fuerte viento en contra y caluroso. “Lo bueno es que la cancha corre de este a oeste –dijo Pedro cuando llegamos a Biedma, mir
Yo no sé, no. El bolón de hierro caía y temblaba la tierra. Caía sobre otros hierros el bolón de la fábrica Acindar. Esa mañana, la última de julio, para Pedro era como un acento que le decía: “Ponele acento a lo que viene”.
Yo no sé, no. Detrás de la capilla Santa Isabel, entre la laguna, el aromito y los ligustros, la luz de la luna para eso de las 8 de la tarde-noche lo alumbraba todo: las pisadas de las vacas, las bostas, el esqueleto de un barril
Yo no sé, no. El frío no aflojaba en esa casi mitad de julio. Faltaban días para que comenzaran las vacaciones de invierno y el anuncio tempranero de la radio que decía “hoy, sin precipitaciones”, hacía que el camino a la escuela