Los viejos vinagres que se oponen al voto a partir de los 16 años, han liquidado el último vestigio de juventud que pudieron haber tenido todavía oculto, bajo su densa dermis forrada –una capa sobre otra– de moralina, hipocresía, prejuicios y pacatería. En vez de abrir la cabeza para aprender de los que están creando el mundo nuevo, se aferran a sus certidumbres pedorras y agitan fantasmas. “Ojo que La Cámpora lava cerebros”; “quieren la reelección de Cristina”, repiten. No pueden ocultar su miedo al cambio, a lo nuevo, a lo que no pueden controlar, a seguir perdiendo.
Viejos vinagres
