Vientos de abril
Yo no sé, no. Abril, abril se acercaba, y con él la temporada tanto de las bolis como de las figus. A Pedro y a mí los nuevos gastos nos agarraban con cierta solvencia en los bolsillos, más aún con los tres paquetes de figuritas q
Yo no sé, no. Abril, abril se acercaba, y con él la temporada tanto de las bolis como de las figus. A Pedro y a mí los nuevos gastos nos agarraban con cierta solvencia en los bolsillos, más aún con los tres paquetes de figuritas q
Yo no sé, no. A la tercera semana de haber comenzado las clases, Pedro volvía a su casa con una angustia, una angustia doble. Esa mañana, en el recreo más largo y en el patio más grande de la Anastacio pintó un picado que esa vez,
Yo no sé, no. Faltaban quince minutos para las 23 de ese viernes y quedaban los últimos cinco cigarrillos del paquete de Big Ben de Pedro. La discusión era si las ranas cantaban antes o después de las lluvias.
Yo no sé, no. Sabiendo que la puntualidad no era su fuerte, Pedro ese viernes se fue a dormir temprano porque al otro día, en la Anastasio Escudero (la escuela de Acindar) iban a estrenar el proyector de pelis con una documental q
No va por ahí la cosa, responde Joe. No se trata de andar cagando a tiros a medio mundo, porque en esa pueden ponértela a vos, fácilmente. Y si te la ponen, ¿qué pasa?… vuelve a interrogarlo.
Yo no sé, no. El sonido de los piques de una pelo en el piso del patio, ya sea de tierra o de cemento, para Pedro era inconfundible, hasta sabía por cómo sonaba de dónde venía y de quién era.
Yo no sé, no. El último viernes de un febrero, que aunque lo quisimos estirar no pudimos, nos encontró con un presupuesto corto en los bolsillos así que la salida iba a ser cortita, hasta 24 y Lagos.
Yo no sé, no. Casi todo el mundo estaba esperando a la lluvia y nosotros también. Cuando digo “nosotros” digo Manuel, José, Pedro, Carlos, Raúl y yo. Eso sí, esperábamos que se cumpliera el pronóstico de “lluvias intensas”.
Yo no sé, no. Todos o casi todos los varones de la cuadra sabíamos que ese año sería el fin de los cortos. Y digo casi todos porque Josecito tenía un par de años menos, aunque él decía que sólo eran un año y medio.
Yo no sé, no. Ese viernes, hasta las 8 de la mañana, las nubes iban y venían. A veces lentamente y por momentos rápido, tanto que parecía humo. Para cuando aclaró un poco, con Pedro y algunos de la cuadra nos fuimos para el parque