Hay que sacarlo todo afuera
Yo no sé, no. Ese 21, como casi todos los que eran de septiembre, nos recibía a Pedro y a mí con la frase de nuestras madres machacando en nuestras cabezas: “Lleven ropa para la vuelta, que a la tarde refresca”.
Yo no sé, no. Ese 21, como casi todos los que eran de septiembre, nos recibía a Pedro y a mí con la frase de nuestras madres machacando en nuestras cabezas: “Lleven ropa para la vuelta, que a la tarde refresca”.
Yo no sé, no. Ese viernes a la tarde, con Pedro nos sentíamos ansiosos, no veíamos la hora para que llegara el sábado pues temprano nos iríamos al parque cerca de la gran fuente que está paralela a Pellegrini.
Yo no sé, no. Con Pedro nos enteramos que una amiga de sus primas había alborotado al grupo de chicas cuando dijo que se comprometería y haría una fiesta. Esto último, lo de la fiesta, nos entusiasmaba.
Yo no sé, no. Los viernes cuando volvíamos de la escuela, por el modo, la actitud, el guardapolvo arrugado y la sonrisa, cualquiera al vernos podía reconocer que en esos instantes comenzaba el fin de semana.
Yo no sé, no. Terminaba Agosto y Pedro sentía que había perdido la pulseada, o mejor dicho las pulseadas. La primera, cuando la vecinita le empezó a sonreír más a él que al de enfrente.
Yo no sé, no. En la página número 18 de la D’artagnan, Pedro se había detenido como disfrutando y sintiéndose partícipe de aquel desembarco. Aunque las balas picaban cerca, no sentía temor, sólo había que esperar el momento oportu
Yo no sé, no. Una mañana de un sábado de agosto íbamos seis en un bondi rumbo al Saladillo, medio dormidos, y el único que sabía dónde sería el partido iba durmiendo de tal forma que sus párpados parecían que habían clausurado por
Yo no sé, no. Las cortinas de esa panadería eran para nosotros la mejor señal, pues según su posición sabíamos si estaba abierta o cerrada. Eran unas tiras como de lana, de color marrón.
Yo no sé, no. Los vidrios del 52 a la altura de Montevideo ya se habían empañado. Con Pedro lo habíamos tomado en San Luis y Mitre, casi vacío, y con los vidrios (a pesar del frío seco de un agosto que se arrimaba) con una transpa
Yo no sé, no. Las reglas eran varias. La principal era no hacer molinete. Al quinto partido Pedro vio cumplido su sueño de mantener la valla invicta y además hizo la mitad de los goles desde abajo, con la línea de 4 y el arquero.