A pesar de las medidas tomadas por Mauricio Macri en sus primeros meses de gobierno, Cambiemos no garantiza tributar lo que exige la oligarquía corporativa.
La reaparición de Cristina Fernández de Kirchner en el escenario nacional, desplazando del centro del ring a Mauricio Macri, forzó los tiempos que la política prevé para el comienzo de la declinación en todo gobierno ajustador, que es el medio mandato. El Frente Ciudadano como frontera, no como territorio, es el límite que ya pocos desean que los sitúe al lado del macrismo.
De la pantalla partida al Punto crítico
Tres títulos, tres hechos políticos que son consecuencia directa del retorno de Cristina y la inauguración de una etapa, a muy poco de iniciado el gobierno amarillo:
Durante una reunión del PJ bonaerense, su titular, Fernando Espinoza, llamó a «ponerle un freno» a las medidas antipopulares del gobierno.
b) Para Moyano, Macri cometería «un error muy grande» si veta la ley antidespidos
El jefe de la CGT Azopardo advirtió que «los trabajadores no van a aceptar de ninguna manera» un revés del poder ejecutivo al proyecto de emergencia laboral.
c) Lavagna contra el «festejo bastante tonto» por pagarle a los buitres
El economista del massismo advirtió que entre los bonistas todavía «quedan posibles litigantes».
Si la respuesta del gobierno de Mauricio Macri es negar los despidos masivos, y hacerse el otario respecto del impacto social de sus medidas macro económicas, los niveles de gobernabilidad van a pasar a ser mucho más relevantes que los de la inflación, que es la obsesión del elenco de CEOs que Macri puso a jugar en el superclásico que se viene disputando desde 1820 en adelante entre el Movimiento Nacional y la oligarquía.
Ésta última, llegado el momento, no respaldará a Macri, como él piensa, porque sigue pensando que quien debería haber conducido este proceso era otro. Lo ideal, que la única verdad se encargó de desarticular, era que lo liderara Daniel Scioli. El Plan B, Sergio Massa, sigue siendo parte de las fantasías de no pocas corporaciones.
En todo caso, si hay algún síndrome de abstinencia que afecta a la oligarquía ése es un liderazgo que detrás tenga el mayor peronismo posible. La sustancia Menem, con otro nombre de fantasía, sigue siendo la droga genérica que le garantice a ella un período completo de negocios.
Macri, con algunas cohortes radicales, un puñado de centurias judiciales, y cada vez menos generales del círculo rojo detrás, parece haber tributado el único gran negocio parlamentario de todos los que pretenden los poderes establecidos, vernáculos y globales: la manteca verde que esta semana untó en las tostadas tibias y crocantes que los buitres extendieron como en una cochina coreografía.
Se plasmó la vergonzosa escena de la cerviz gacha ante las aves de carroña, pero ¿alguien puede pensar que otro bocado de esa magnitud pueda salir indemne del Parlamento nacional con el estado de cosas vigente a 140 días de asumido la administración PRO-CAZ?
Por eso los tres títulos, que son enunciados, pero cuyo contenido les asigna un rol por encima de lo exclusivamente periodístico, acaso deban ser leídos, por Macri y por el campo nacional y popular, como el punto crítico al que llega un automóvil cuando alcanza el máximo de potencia y velocidad. Sólo queda estabilizarse y decaer. Nunca podrá mejorar el rendimiento, y eso no pasa atravesando el medio mandato. Está pasando a 140 días de los 1460 que una estrecha mayoría le otorgó a Macri para que muestre que sí, se puede.
Fragmentación del frente anti K
Más allá de los temas vinculados a la forma de organización que vaya a tener la CGT cuando se unifique –está previsto un congreso normalizador para agosto– los líderes gremiales de las cinco centrales obreras –sumadas las dos CTA– finalmente organizaron la masiva concentración que para conmemorar el Día de los Trabajadores y, especialmente, reclamar al gobierno de Macri que ponga punto final a los despidos en la administración pública y en el sector privado, a través de una ley de emergencia ocupacional, rechazada de plano por el presidente.
Hasta la semana pasada, la administración Macri ya se encaminaba a una primera derrota en el Parlamento (la ley antidespidos obtuvo dictamen en las dos Cámaras), y a pesar de que esa perspectiva se alteró a partir de la intención de Sergio Massa y su bloque de diputados de rechazar cualquier proyecto que promueva la doble indemnización para desincentivar las cesantías, eso lo único que consiguió es que el líder del Frente Renovador quede más aislado que una isla en Polinesia.
«No entendemos el cambio de posición del massismo: ¿para qué alentó Massa la ley antidespidos?», planteó a Telam un dirigente de la CGT de Moyano, en el convencimiento de que el ex intendente de Tigre debió facilitar la sanción de un proyecto que «el Presidente iba a terminar vetando», interpretó el vocero.
La media sanción que el Senado dio al proyecto que se venía analizando en ambas cámaras representó, finalmente, esa derrota tan inquietante que afecta al gobierno neoliberal, lo que se suma a la multitudinaria movilización de las centrales obreras este último viernes, que no sólo quiebra en los hechos parte del frente que posibilitó a Macri el acceso al gobierno, sino que le otorgaba cierta tranquilidad y sustentabilidad a su gestión, que ahora ya no se ve jaqueada sólo por el kirchnerismo puro.
La gravedad de la situación no es en absoluto exagerada, y el primero en saberlo es Macri, quien en forma destemplada, y casi fuera de sí, fustigó la media sanción de la ley antidespidos, prometiendo «decir siempre la verdad», algo que por lo general pregonan quienes nunca cumplen esa premisa.
El presidente empresario sabe que el último gran negocio parlamentario que le exige la oligarquía fue el pago a los fondos buitre, y que ya jamás podrá juntar la masa crítica de legisladores que logró para derogar las leyes cerrojo que impedían rifar el patrimonio financiero futuro en pos de obedecer el dictamen del juez yanqui Thomas Griesa.
Cristina y el Frente Ciudadano
Por mucho que se esfuercen en interpretarlo como en espacio político nuevo lanzado por Cristina, el Frente Ciudadano parece contener todas las características de una frontera y no de un territorio.
La definición de la ex jefa de Estado traza una línea definida, taxativa, que separa al neoliberalismo del campo nacional y popular. Sitúa a la dirigencia política a uno u otro lado de esa divisoria de aguas y exige actuar en consecuencia a aquellos sectores que se encuentran bajo la égida de la historia de los movimientos populares en la Argentina.
Los pocos pero intensivos movimientos que llevó adelante Cristina en la semana que estuvo instalada en el centro escenográfico de la política nacional apuntan a consolidar aquellas coordenadas que no podrán ser ignoradas por quienes se sientan alternativa real al experimento de la derecha arribada al poder por imperio de la voluntad mayoritaria y no de los tanques y las bayonetas.
Nadie que minimice el rol de los organismos de derechos humanos podrá alegar que se opone a los sectores que dan sustento a Macri y sus secuaces. Las organizaciones de trabajadores y sociales, el mundo de la ciencia y la tecnología, el universo cultural, son áreas que perfilan un proyecto de Nación que da continuidad al proceso que se desarrolló entre el 25 de mayo de 2003 y el 9 de diciembre de 2015, y pretende que desde esos lugares y sectores se avance en la profundización de ese ciclo, que interpreta como una secuencia interrumpida pero no agotada.
Por eso quienes cuestionan su liderazgo interpretando que su iniciativa no coagula en un frente electoral y que los errores –que existieron y no han sido negados por la ex presidenta– obligan a encontrar nuevos liderazgos que estén a tono con la hora, pueden llegar a quedarse muy solos y en orsay, apelando a la jerga futbolera.
La semana que termina dejó algunas pistas en ese sentido. El diputado provincial y dirigente de la conducción nacional del Movimiento Evita Fernando «Chino» Navarro salió a plantear que no está seguro de «si es conveniente» que Cristina Fernández de Kirchner sea candidata en las elecciones legislativas de 2017.
Pero no se quedó en esa tibia incertidumbre. En un reportaje que concedió al diario La Nación, el legislador provincial sostuvo: «Nunca la llamé jefa. Fue mi líder y conductora. Hoy el liderazgo la trasciende, pero hoy no me conduce. No porque yo no quiera, sino porque ella decidió no conducir».
En una cosa Navarro está en lo cierto. El liderazgo de Cristina la trasciende. Sobre el resto, tiene tiempo para arrepentirse.
Infamias, relatos y actos fallidos
El lunes 25 de abril, el diario La Nación publicó un reportaje que Jaime Rosemberg le hizo a Carolina Stanley, ministra de Desarrollo Social de Macri, que los editores titularon así: «Éste es un gobierno social y sensible». La funcionaria, durante la entrevista, desmiente que las medidas tomadas por el gobierno de Cambiemos hayan provocado la crisis y vuelve a poner en valor una palabreja infame: «sinceramiento».
Ya desde el inicio del reportaje, surgen indicios de la mirada que Stanley tiene del trabajo en el área más castigada por la gestión neoliberal que la tiene como una de las protagonistas. ««Cuando asumí en la ciudad, una veintena de trabajadoras de comedores comunitarios de Lugano me vinieron a patear la puerta. Les pedí que me esperaran dos meses, que me vieran trabajar primero antes de juzgarme. Hoy son mis leonas», cuenta, divertida y con orgullo, la ministra de Desarrollo Social del gobierno de Mauricio Macri». Para Rosemberg, se puede estar cumpliendo esa función «divertida y con orgullo», no importa si en sólo cuatro meses se incrementaron dramáticamente las copas de leche y los comedores comunitarios, prácticas que en los últimos doce años casi habían dejado de tener sentido práctico.
Stanley es hija de de Guillermo Stanley, ex director del Banco Macro, el mismo que organizaba las corridas bancarias contra el gobierno de Cristina.
El miércoles, dos días después de que saliera publicado el reportaje a Stanley, el jefe de Gabinete Marcos Peña debió presentar su primera rendición de gestión en la Cámara de Diputados.
La mano derecha de Macri, en medio de su alocución, cometió un acto fallido que ingresará en la galería de los sincericidios oficiales más elocuentes que se hayan registrado. «Tenemos que avanzar en un sistema de tarifas para proteger a los que más tienen».
Cuando se le observó el fallido, Peña se corrigió e hizo un gesto que indica dos cosas. La primera, que debería sobreentenderse que quiso decir lo contrario (teléfono para Lacan); y la segunda, que esto les pasa a casi todos los macristas porque su relato gira siempre en derredor de un eje en el que no creen ni un poquito: el bien común.
Por esa razón le molesta tanto al macrismo lo que llaman «el relato kirchnerista». Saben que el peronismo del siglo XXI primero cree y luego expresa eso en lo cual cree. Y por eso el relato kirchnerista no registra fallidos o lapsus, pese a que seguramente algún trasnochado pueda sacar de la galera algún traspié discursivo para intentar tapar el sol con el dedo meñique…
Fuente: El Eslabón.