La primera huelga general en Brasil en 22 años, la segunda desde la recuperación de la democracia, en 1985, se cumplió este jueves con fuerza en más de 20 grandes ciudades en más de una decena de Estados.

Las organizaciones convocantes, que incluían desde la poderosa Central Única de Trabajadores (CUT) —afín al gobernante Partido de los Trabajadores (PT) de la presidenta Dilma Rousseff—, hasta el Movimiento de los Sin Tierra (MST), reclamaron la reducción de la jornada de trabajo, el archivo del proyecto de ley que amplia el número de tercerizados y además sumaron las demandas de las protestas sociales que surgieron en coincidencia con al celebración dela Copa Confederaciones sobre más inversión en transporte, educación, salud.

La “jornada de lucha” fue convocada por las principales centrales sindicales, y además dela CUTse sumaron Força Sindical, Unión General de los Trabajadores (UGT), Coordinación Nacional de Luchas (Conlutas) y Central General de los Trabajadores Brasileños (Cgtb).

Los sindicatos decidieron no incluir entre sus lemas el de “Fuera Dilma”, pero las manifestaciones en bastiones del PT, como las de San Bernardo del Campo, en la periferia de San Paulo —capital de la industria automotriz brasileña y el lugar donde el ex presidente Lula saltó a la fama como líder sindical—, se interpretan como un mensaje de descontento desde las filas de un sector del partido y sus aliados.

Las principales demandas de los sindicatos son la reducción de la jornada de trabajo hasta 40 horas semanales, la modificación de una ley que reduce las pensiones de quienes se jubilan prematuramente y el pedido de que se archive un proyecto de ley que permite a las empresas ampliar el número de trabajadores tercerizados.

Algunos sindicatos también reivindican medidas para reducir la inflación, que consideran como la principal preocupación de los trabajadores actualmente, y exigen mayores inversiones públicas en educación, salud y transporte.

La jornada de lucha, sin embargo, dividió a los propios sindicalistas entre los que piden apoyar a la presidenta Dilma Rousseff y los que acusan al gobierno de no atender las reivindicaciones de los trabajadores.

La CUT, la mayor unión de sindicatos del país y controlada por el Partido de los Trabajadores (PT), al que pertenece Rousseff, alega que las manifestaciones tan sólo buscan presentar la «agenda de reivindicaciones» de la clase trabajadora «en el momento particular que vive la Nación».

La Força Sindical, por su parte, exige la destitución del ministro de Hacienda, Guido Mantega, a quien responsabiliza de orientar una política económica que, en su opinión, ha permitido que la inflación corroa el salario de los trabajadores.

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