Foto: Manuel Costa

Foto: Manuel Costa| Equss, referentes de la psicodelia en la ciudad.


El legendario colectivo contracultural y sello discográfico rosarino Planeta X (PX) lanzó a mediados de abril el centésimo álbum de su catálogo, que fue registrado durante una presentación en vivo a cargo de gran parte de sus integrantes, en el Centro Cultural Parque de España (CCPE) a fines de mayo del año pasado.

“Cien minutos de música en vivo”, rezaba un austero afiche que publicitaba el recital, donde saltaban a la vista decenas de nombres; entre ellos: solistas, bandas, deejays, veejays y una fotógrafa. Planeta X hacía gala desde el anuncio del multidisciplinarismo en pos del transdiciplinarismo que lo caracterizó desde sus inicios; en sus filas militaron diversos instrumentistas, artistas plásticos, cineastas, cocineros, diseñadores, guardavidas, un psicoanalista, un historiador, un fletero, un plomero, un bioquímico, un contador, un carnicero, un abogado y la lista sigue.

Las intervenciones de los músicos, realizadas por formaciones compuestas exclusivamente para la ocasión, se sucedieron una a la otra sin interrupción. El resultado fue más de una hora y media de una paleta sonora que incluyó desde canciones de impronta latinoamericana a la electrónica abstracta, una propuesta que puede leerse tanto en clave estética como política, la música es y no es una sola.

Las centenas de curiosos que se hicieron presentes en el túnel cuatro del CCPE fueron testigos de un genuino diacrítico en la historia de la música grabada de la ciudad, que ostenta escasos registros en directo y, de ellos, sólo algunos memorables.

Los discos propuestos como documentos de presentaciones en público rara vez justifican su existencia, suele tratarse de híbridos compuestos por versiones inferiores a las originales y que no terminan de dar cuenta de la fisicalidad que los músicos despliegan sobre el escenario. Para Oscar Favre, uno de los miembros fundadores de PX y ex vocalista de Sumergido, hay algunos discos en vivo que alcanzaron su cometido. Mencionó, entre otros, a Entreat de The Cure, por su homogeneidad, y Live at Leeds de The Who, por haberle hecho justicia a su virtuoso baterista Keith Moon, enterrado en las grabaciones de estudio. Para Oscar, PX 100 gozaría de ese estatuto. Se trata de una grabación que dio lugar a la presentación, y no viceversa, como suele suceder. Las canciones que forman parte del disco distan de manera rotunda de sus predecesoras y en algunos casos se trata de improvisaciones, composiciones realizadas en tiempo real, irrepetibles.

Estado y autogestión
En cuanto a la aparente ironía de que Planeta X, un emblema de la autogestión local haya recurrido a una institución en manos del Estado para llevar a cabo el evento, el vocero del colectivo dijo que “actualmente no contamos con una sede propia, como lo venimos haciendo desde principios del 2000, y de haberla tenido probablemente no podríamos haber albergado a la cantidad de concurrentes que asistió esa noche. Además, si bien creemos que contar con un espacio propio habría sido ideal, el Parque España es una institución bastante neutral, donde el discurso del aparato político subyacente no está presente de manera explícita, como sí sucede en otros centros culturales de la ciudad articulados por el Gobierno Provincial o Municipal”.

Sonidos de los pensable
El disco tiene una duración de 37 minutos, casi un tercio del tiempo real del recital. El material, que forma parte de la edición final, fue seleccionado por todos los músicos partícipes. Aquí una breve síntesis en orden cronológico de las apariciones:

Equus – Y, por fin este yugo: Los pioneros del post rock en la ciudad fueron los encargados de abrir la velada. Alejados de los escenarios hace años pero con la intención de volver pronto, dieron un atisbo de su versión en la actualidad que los encuentra más cerca de los improvisadores alemanes de los setenta que de la escena post rock de Chicago que los influenció en sus inicios.

Andrés Mantello con Luko y Martín Arias – Cuando empieza el amor: Trío de guitarras, dos acústicas y una eléctrica a cargo de Martín, ex miembro de Sumergido, quien obturó una balada de rasguido sincopado con una memorable intervención en plan space rock.

NMR – Troceado: Nicolás Maggi Riba, un abogado de tardío acercamiento a la música, recita con una lengua filosa sobre una base –a cargo de miembros fundadores de PX– con reminiscencias al no wave neoyorquino de fines de de los setenta. Uno de los puntos más altos del disco.

San Dimas con Jorge Capriotti y Oscar Favre – Luna va a los ensayos: Hipnótico krautrock, al mejor estilo motorik (patrón rítmico andante y mecánico patentado por el difunto baterista alemán Klaus Dinger) donde junto al cuarteto se destacan las participaciones de los invitados en guitarra y percusión.

Audiodélica – Sin título: Intervención del laboratorista del sonido Franco Ingrassia, con una improvisación de electrónica de pulso no bailable, entre el drone y el ambient. Otro de los puntos altos del disco.

Maru con Charly Egg, Juani Favre y Pablo Rajoy – Sudeste: Canción de base country con Maru en voces y guitarra acústica, Charly en guitarra eléctrica, Pablo Rajoy en bajo y los sublimes contrapuntos de mano de una quena ejecutada por Juani.

Rodrigo Jávega – Pares: Balada de sesgo spinettiano a cargo del virtuoso guitarrista.

Juani y Juan Manuel Godoy con Rodrigo Jávega – Este gran amor: el momento más pop del disco, canción con base secuenciada a cargo de tres de los grandes compositores del sello.

Peces – Cable: Improvisación a cargo del inclasificable grupo de experimentación sonora de la ciudad, que contó para la ocasión con un recitador de poesía y hasta una performer que se sumó súbitamente al escenario con la banda.

Oscar Favre con Emi Boero y Nata Rangone – Espectros: emotiva canción de piano y voz que cierra el disco, al igual que Utopía mínima, la ópera prima de Oscar, para la ocasión se sumaron las acertada guitarras drone de Emiliano Boero.

Publicada en el eslabón nº 140

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