Yo no sé, no. “¿Cuál será la esquina más ventarrosa?”, nos interrogaba la voz de Martínez Lo Re durante su programa. Y por qué no preguntarse también por la más lluviosa, la más fría, la más calurosa, la más triste, la más alegre; la más rockera, cumbiera o tanguera; la más memoriosa. En cada barrio debe haber una esquina con mucha memoria. Me acuerdo cuando mi abuela me decía por calle Mendoza, en barrio Etchesortu: “Acá fusilaron a uno que salió a la puerta, llegó a la esquina y gritó viva Perón”. Más acá en el tiempo, la de Córdoba y Oroño, que nos trae el recuerdo de otro alarido, el de Tacuarita: “Me secuestran, me secuestran, soy Brandazza”. Están las esquinas de los festejos; antes de que se usara el Monumento, por ejemplo: Córdoba y Corrientes. Cada barrio tenía alguna esquina que era el comienzo de algo. De una movilización o simplemente que ahí arrancaba el corso.
Volviendo a la pregunta de Martínez, para mí y para el vendedor de turcas, es la de Ovidio Lagos y bulevar Seguí. En esa vi por primera vez un fenómeno –digo fenómeno pero debe ser algo común– que es el límite de una lluvia. Cuántos se acordarán de haber visto la frontera de la lluvia. Pues yo vi que hasta una esquina estaba mojada y cruzando estaba todo seco. También es la misma esquina que durante la década del setenta tenía uno de los tres teléfonos públicos que funcionaban en 20 cuadras a la redonda. Teléfono con llamadas hacia nuestros amores, hacia nuestros laburos.
O como para un amigo mío, que era el único que tenía para las citas y el control telefónico cuando la dictadura arrasaba en plena represión. Y, era una década que muchos creíamos que al doblar la esquina teníamos la posibilidad de cambiar el mundo. A la luz de los resultados, para cambiar el mundo o tener la posibilidad vamos a tener que –con paciencia– doblar muchas esquinas.
Mientras tanto los medios te instalan el temor de que al llegar a la esquina te va a pasar algo. Yo la verdad que ya pisando este mayo prefiero recordar las esquinas de aquellos mayos de rosariazos, de las grandes movilizaciones, y pensar que existe la posibilidad de que al llegar a la esquina nos demos cuenta que está pasando algo y que sea un poco más rápido, como por ejemplo la inclusión de los que todavía la ven de afuera. Y que para muchos lo que les esté pasando sea que en la cuestión colectiva y mayoritaria va a pasar la solución.
(Publicada en el eslabón n°141)