Eduardo Seminara comenzó su militancia a principios de la década del ’70 mientras cursaba el secundario, como tantos jóvenes que se acercaron a la política para reclamar por la restauración democrática, el fin de la dictadura de Lanusse, de la proscripción al Peronismo y por supuesto el regreso de Perón. Vivió el frenesí de la primavera camporista, y sufrió la cárcel de la dictadura. Con el regreso de la democracia, dió su testimonio para poder armar las causas contra los represores, retomó los estudios y la militancia en la Universidad Nacional de Rosario donde fue profesor y los últimos años ejerció como vicerrector, además formó parte del directorio de la afsca, cargos que dejó para asumir una banca como Diputado Nacional. Como sobreviviente del centro clandestino de detención que funcionó en el Servicio de Informaciones de la Policía de Rosario durante el terrorismo de Estado, declaró una vez más, hace apenas unas semanas, en el marco de juicio oral y público Feced II.
—¿Cómo fueron tus comienzos en la militancia?
—La primera actividad de la que recuerdo haber participado era por la libertad de los presos políticos. Se habían formado tanto en Rosario como en Córdoba y Buenos Aires comisiones en defensa de las libertades y para reclamar por los presos políticos. Después con otros compañeros integramos los primeros grupos de secundarios que se identificaron con el peronismo; había muchos, nosotros estábamos en el Movimiento de Acción Secundaria (MAS), y más tarde en el año ’73 participamos de la formación de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).
—¿Cual era el trabajo de militancia cotidiano que desarrollaban?
—Todavía los centros de estudiantes estaban proscritos, así que la actividad era más de reunirse, de formación y de discusión política. Después a partir del ’73 con la organización de los centros de estudiantes, llegó una etapa corta pero muy intensa, entre el triunfo de Cámpora el 25 de mayo y la llegada de Perón el 20 de junio, de tomas de los colegios buscando que el proceso de renovación y democratización también se sintiera en las escuelas.
—¿Qué significó para los jóvenes militantes como vos el triunfo de la fórmula peronista y el regreso de Perón?
—En primer lugar era una reivindicación popular muy sentida, para el regreso de Perón el 20 de junio se movilizaron más de 2 millones de personas a Ezeiza y también hubo una movilización muy importante el 25 de mayo del ’73, donde nosotros íbamos a conseguir una de nuestras reivindicaciones más importantes con la libertad de los presos políticos.
—¿Cómo recordás brevemente esos años entre el retorno de la democracia y el golpe del 24 de marzo del ’76?
—Fué una etapa de conquistas, salíamos de un régimen muy autoritario como la dictadura de Lanusse, de reconocimiento de los niveles de organización que duró bastante poco, ya a mediados de este período de tres años empieza a haber una fuerte derechización digamos.
—Una etapa que se vuelve además muy vertiginosa, luego de la muerte de Perón.
—Claro Perón muere el 1 de julio del ’74 y Cámpora había asumido el 25 de mayo del ’73, es decir un año y un mes donde asume Cámpora, renuncia, gana Perón las elecciones, pasa el 1º de mayo donde los sectores juveniles vinculados a la JP y a Montoneros se van de la plaza y se produce un momento de tensión con el liderazgo del General; el 12 de junio se produce una movilización espontánea importante donde Perón deja esa famosa frase “mi único heredero es el pueblo”; muere Perón y empieza un proceso de abandono de las posturas más populares que tenía el gobierno y comienza una derechización que tiene que ver ya con los preparativos del golpe de estado.
—Golpe que finalmente se produce el 24 marzo de 1976. ¿Cómo fue la reacción ante el golpe de estado?
—El gran nivel de inestabilidad y violencia, hizo que de alguna manera el golpe estuviera naturalizado, y una buena parte de la población tuviera esperanzas en que los militares podían estabilizar el sistema. La mayoría de los que éramos militantes en aquella época no teníamos esa expectativa, lo que creo que nadie pensó lo violenta y sanguinaria que sería la dictadura. Sufrimos una represión masiva e indiscriminada en los inicios durante el primer año, que tendió a desorganizar cualquier intento de resistencia. Represión contra los trabajadores, los estudiantes, lo que determinó que el saldo de la represión fueran 30 mil compañeros desaparecidos, cada uno con su nivel de compromiso, pero en su mayoría militantes del campo popular.
—Ningún movimiento popular es capaz de soportar la pérdida de 30 mil militantes.
—No, ni ningún país, yo creo que inclusive recién ahora somos conscientes de la gran pérdida de cuadros políticos, que hoy se sienten sobre todo desde la llegada de Néstor Kirchner y la posibilidad de ir llevando adelante un proceso nacional, popular, democrático y transformador, donde es necesario contar con una gran cantidad de cuadros para poder producir este cambio cultural en el que estamos involucrados.
—¿En qué momento sos secuestrado por los represores?
—Yo soy de la primer camada de detenidos. Era dirigente estudiantil, militaba en la JUP de la facultad de Filosofía, lo que hoy es Humanidades. Fui detenido en julio del ’76, en abril me había incorporado al servicio militar obligatorio en la ciudad de Azul y ahí me detienen.
—¿Y te trasladan al Servicio de Informaciones de Rosario?
—Si me detienen a la salida del regimiento y me trasladan al SI y después de un tiempo a la U3 de Rosario. En esa época era frecuente que los detenidos pasaramos a disposición del PEN, después a partir de agosto, septiembre del ’76, la represión se vuelve más brutal.
—¿Cuánto tiempo pasaste detenido?
—En la U3 estoy dos meses, sin ver a mi familia, pero en una situación de legalidad. En septiembre el ejército decide concentrar a todos los presos políticos en la cárcel de Coronda, donde estoy hasta abril del ’79, de ahí creo que el 27 de abril, el día del primer paro nacional que hace Ubaldini, nos trasladan a todos a la cárcel de Caseros en Buenos Aires. El 17 de noviembre del ’81 me dejan en libertad condicional. Me sueltan en la Capital Federal sin documentos, tengo que venir a Rosario donde todos los días me tenía que presentar en el SI, yo firmaba un libro y ellos una libreta como de almacenero. No podía salir de la ciudad, estuve así hasta después de la visita del Papa en julio del ’82 cuando me dan la libertad definitiva.
—¿Y como fué tu vida cuando salís de la cárcel, a un país y una ciudad completamente distintos a lo que conocías?
—Sí, ya a partir de Malvinas se empieza a ver que la salida democrática de nuevo era inevitable y de alguna manera nosotros siempre nos mantuvimos vinculados con los pocos compañeros que uno encontraba a la salida, que casi todos eran ex- presos políticos y de a poco empezábamos a volver a la militancia, por ahí de otras características porque todos estábamos limitados y por otro lado gran parte de nuestra energía estaba destinada a ver cómo hacíamos para ganarnos la vida.
—Si no hago mal las cuentas, habías comenzado tu militancia con 15 años en dictadura.
—Sí, y salí de la cárcel con 27.
—De ser un preso político, sin haber terminado tus estudios, sin poder dar cuenta de una competencia específica para un trabajo ¿Cómo encaraste esa nueva etapa?
—Sin tener antecedentes laborales, sin tener una formación profesional porque como estudiante quedás inconcluso y sobre todo sin tener una historia para contar porque en esa época ibas a buscar un trabajo y tenías que inventarte que habías hecho, entonces si no era por alguna relación de amistad no encontrabas nada. Mi familia como una familia de clase media, me pudo ayudar pero después de tantos años de viajes, de sostener un hijo preso, otro hijo en el exilio, no estaba en las mejores condiciones, así que yo salí y a la semana estaba buscando de qué forma me la podía rebuscar laburando.
—¿Y qué hiciste?
—Empecé vendiendo publicidad, un laburo que me ofreció un viejo militante peronista que me dió una mano importante. Él tenía una agencia de publicidad y conocía mi situación. Después mi familia decidió poner una farmacia, mi viejo era farmacéutico, así que él ponía el título y yo trabajaba de empleado de farmacia, y así me pude bancar la carrera universitaria.
—¿Ahí volviste a estudiar a la universidad?
—Sí volví en el ’84 y me recibí en el ’89, también me casé en esa época, nació mi primer hija y después en el ’90 mi hijo.
—¿Y la relación con los militantes como se daba?
—La primer estructura que nos nucleó fué Intransigencia y Movilización que inclusive tenía un local en Urquiza entre Mitre y Sarmiento, esto fué antes del secuestro de Cambiasso que participaba con nosotros de esta organización que nucleaba a los ex militantes de la JP y nuevos militantes. Y después, si bien no terminamos encolumnados en un mismo proyecto siempre nos mantuvimos en contacto, compartiendo a veces más o menos espacios y proyectos y después llegó el momento de la crisis del 2000 y la aparición de Néstor Kirchner que a muchos militantes nos devolvió el optimismo en la posibilidad de llevar adelante un proyecto anclado en lo nacional y popular.
—¿En la universidad militaste también?
—Mientras estudiaba no me quedaba mucho tiempo, seguía reuniéndome con los compañeros en la farmacia. Cuando me recibí me ofrecieron trabajar como docente y ahí empezó una etapa nueva de trabajo y militancia en la universidad.
—¿Y tu trabajo como periodista?
—En el año ’89 era redactor de la revista de cablehogar que sacaba 48 páginas periodísticas. En esa época vendí el negocio y me dediqué de lleno a la universidad y al periodismo. Fuí secretario técnico y director de la carrera de Comunicación Social. Y como periodista, seguía con la revista de Cablehogar, y como productor del noticiero de televisión, y en radio trabajé varios años en LT3 en el primer programa de la mañana, en LT8 y en LT2, y en el año 95’ dejé todo y fui secretario de prensa del Concejo Municipal mientras seguía con la universidad. Después a partir del año ‘99 fuí secretario de extensión de la facultad de Ciencia Política por dos períodos y vicerrector por seis años hasta que renuncié para asumir como diputado.
―¿Cómo viviste los distintos períodos de impunidad de los represores junto a la necesidad de que alguna vez sean juzgados?
—Nosotros vivimos todo, desde el caso de Angel Tacuarita Brandazza secuestrado y desaparecido en el año ‘72 donde la comisión dirigida por Juan Lucero llegó a reconstruir cómo fue el secuestro y a reunir los elementos para llevar a juicio al mismísimo Feced, no se pudo por la situación del país, los cambios políticos, la muerte de Perón y significó una gran decepción para nosotros porque no se pudo hacer justicia.
Después llegó el ’83 con la gran expectativa que generó la Conadep, que alcanzó para juzgar a las Juntas, pero después vinieron las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y los indultos que provocaron una caída en el ánimo de quienes queríamos que se investigara y se hiciera justicia . Y después llegó Néstor levantando las banderas de memoria, verdad y justicia y no dejar las convicciones en la puerta de la casa Rosada y los juicios nos vuelven a revitalizar y es algo que me pone muy contento que esto haya pasado. Es un gran ejemplo Argentina para muchos países de que se puede con constancia, con lucha, con convicciones hacer justicia, no por mano propia, sino en el marco de un juicio con todas las garantías, es una gran enseñanza que nos dejan las Madres y las Abuelas porque ha sido una lucha contínua que es un gran ejemplo para la juventud de nuestro país y creo que tanto Cristina como Néstor lo han puesto en el lugar que tiene que estar como un ejemplo de lucha inclaudicable y de moral intachable.
—¿Cómo te llega el ofrecimiento para participar en la lista de candidatos a diputados del FPV?
—Yo había sido candidato en 2009 por la Corriente Nacional de la Militancia, que es el sector que yo integro, fuí en el quinto lugar y entraron cuatro. Y en esta oportunidad me llamó por teléfono Jorge Obeid y me hizo la propuesta para acompañarlo en la lista y yo dije que sí. Me considero un militante y uno no disputa el lugar que le toca ni pone como condición el lugar, fui tercero en la lista y trabajé en la campaña aportando todo lo que podía aún sabiendo que era probable que quedara afuera, y lamentablemente por el fallecimiento de Jorge Obeid me tocó entrar a la cámara ahora.
Ley de medios
—¿Cómo se dio el proceso tras el cual terminaste siendo una de las autoridades de la nueva Autoridad Federal de Servicios de Comunicación audiovisual (Afsca), que reemplazó a la ley de la dictadura?
—Nosotros somos de las Escuelas de Comunicación que estábamos en esto mucho antes que se instalara la posibilidad del debate. Ya en el año 86’ hicimos un congreso de estudiantes de comunicación, del que participó Mariotto, en el Hogar Escuela de Granadero Baigorria. Fué donde nos conocimos con el grupo de estudiantes de las Universidades de La Plata y Lomas de Zamora, que ya discutíamos la necesidad de una ley democrática de comunicación, además coincidimos que todos éramos peronistas o identificados con el movimiento nacional y popular, algunos veníamos de la militancia en los ’70 y otros post democracia. Nosotros somos de los firmantes de los 20 puntos por una ley de la radiodifusión democrática. Entonces cuando Kirchner, después de la 125, propone sancionar una nueva ley para superar la 22.285 que era la ley de medios sancionada por la dictadura, nos convoca y participamos mucho del proceso previo de discusión y elaboración y cuando se sanciona la ley las universidades tenían que poner dos representantes, entonces el consejo rector propone a Alejandro Verano de la UNLP para Radio y Televisión Argentina, y plantean que yo forme parte del directorio de la Afsca, completé un período y fuí reelecto para otro que concluía en 2017 pero renuncié para asumir como Diputado Nacional.
Diputado hasta el 2017
—Formás parte de los diputados que continuarán con su banca más allá del cambio presidencial. ¿Cómo imaginás ese futuro escenario?
—Yo creo que es un gran desafío para todos, en primer lugar para Cristina que querrá agotar su mandato con el mayor nivel de imagen positiva. Nosotros debemos encontrar la fórmula de que todos los cambios con ampliación de derechos que se dieron en estos años tengan una continuidad política y de no ser así, seremos los defensores en el parlamento de este proyecto. Un proyecto que no es sólo kirchnerista, sino que atraviesa la sociedad y debe convocar al campo nacional y popular a continuar esta transformación, probablemente habrá que hacerle ajustes al modelo, profundizarlo y perfeccionarlo.
—¿Que cosas te parecen que faltan?
—Completar la puesta en funcionamiento de la ley de medios, y otra asignatura pendiente está vinculada a promover un gran cambio cultural en el fortalecimientos de los valores de solidaridad, compromiso desinteresado por la política, que todos esos sean los valores que privan en una sociedad que está atravesada por un individualismo muy marcado y un egoísmo muy fuerte. La inclusión es el gran desafío que tiene Argentina y que tiene la dirigencia, no es la inseguridad el principal tema, sino construir un país con más inclusión, con mejor educación, venimos haciendo mucho, pero todavía falta. Y conformar fuerzas de seguridad y fuerzas armadas compenetradas con los valores de la democracia y los derechos humanos, también es un desafío.
(Publicado en el suplemento Diario de los Juicios del El Eslabón Nº140)