Foto: Manuel Costa
Foto: Manuel Costa

El ex bajista de Fito Páez, Coki and the Killer Burritos y Zona 84 contó a el eslabón cómo lleva a cabo, junto a Cristian Lois, el programa radial abocado a géneros musicales que tradicionalmente no tuvieron espacio mediático en el país.

Mensaje no preciso de imagen es el título del segundo disco de No Demuestra Interés (NDI), una de las bandas emblema de la escena hardcore del Buenos Aires de los noventa, con el que cosecharon más detractores que seguidores por alejarse del género que acuñaron en el país. También, es el nombre con el que el fotógrafo Cristian Lois y el músico Eloy Quintana bautizaron al espacio radial que lanzaron hace unos meses, todos los sábados por la noche en la subsidiaria local de la Rock & Pop. Una suerte de revival de Radio Activa, el programa de difusión de grupos de la escena under marginal que sostuvieron durante años hace más de una década.

—¿Cómo salió la idea de Mensaje no preciso de imagen?
—La idea surge porque con Cristian Lois hacíamos un programa a fines de los noventa que se llamaba Radio Activa, que estaba dedicado a géneros específicos como el hardcore, el metal y el punk rock. Un formato más de ese momento. Ahora por suerte se rompieron un poco esos límites y es común que se escuche en radio géneros que antes eran considerados marginales. Pero nosotros lo quisimos volver a hacer como se hacía en esa época y a la producción de la radio le gustó la idea, lo necesitaba, porque hay bandas que no las pasan en ningún lado, no porque no se pueda o quede mal, sino porque no le interesan a nadie. Yo ya había hecho La noche de Bárbara y Dick en Rock & Pop, junto a Coki Debernardi y Federico Fritschi, y sin dudar nos dieron el espacio. Un espacio que es bastante libre para todos los programas que están. Recuerdo que con La noche de Bárbara y Dick podíamos pasar desde Piazzolla hasta Los Dead Kennedys, y eso que era un horario más popular, salíamos a la tarde después de Pergolini. A veces los límites no son tan específicos de géneros musicales, porque sería un poco condicionante no pasar un grupo porque no está dentro de los estilos que se estipularon de antemano. Se puede decir que la columna vertebral son géneros como el punk, el heavy metal, el thrash, el hardcore, pero la música no es tan fácil de catalogar algunas veces y eso está bueno.

—¿Se podría decir que hay un enfoque hacia la década del noventa?
—Eso empezó un poco para jugar, yo desconozco mucha de la música que se hizo desde mediados del 2000 para acá. El programa nos sirve para descubrir qué está pasando a nivel musical. Yo vendría a ser un personaje nostálgico que se queda en el recuerdo y Cristian Lois me actualiza. Igual, hay un segmento titulado El bloque antropológico, que consta de la visita de músicos que tocaron en bandas de los noventa u ochenta, ya sea que sigan tocando o no, y en el caso de que ya no lo hagan, a veces es aún más interesante, porque te develan qué están haciendo ahora. Y mediante ellos darle a conocer a los pibes que nos escuchan cómo era tener una banda en décadas pasadas, sin medios como internet. A mí me gusta jugar con eso. Nos visitaron miembros de Animal Dead, Carillon, Entre la basura; ya es un acontecimiento periodístico en sí mismo que cuenten cómo se podía conseguir una batería en el país en el año 1987. Una pregunta que hoy sería completamente anacrónica.

—¿Creés que existe una tendencia al revisionismo de ese período? (El libro Inédito de Diego Giordano, un libro inconcluso a cargo de Andrés Conti y los artículos publicados por Ezequiel Gatto para este periódico).
—Creo que tiene que ver con la edad de los personajes que nombraste, que estamos más cerca de los cuarenta que de los treinta, quizá haya un poco de nostalgia. Creo que también pasó un período de tiempo suficiente para que amerite un revisionismo, porque no sé si hace cinco años o seis años atrás se podía hacer un revisionismo de lo que fue la escena de los noventa, porque diez años es bastante cercano, pero veinte años o quince es otra cosa, no sé si para estudiarlo, pero al menos para analizarlo desde una mirada sociológica. Cambiaron los formatos de edición de música hasta tres veces, hasta la edición de material periodístico. Por lo cual ya tiene varios puntos interesantes para irse un poco hacia atrás. No quiero decir que haya sido mejor, ese período tuvo muchas cosas que estuvieron buenas, de las cuales vale rescatar algunas. Pero creo que es más que interesante contar qué se hacía no solamente en el plano musical en la ciudad hace veinte años.

—¿Qué opinas de los programas radiales de la ciudad que tienen como foco al rock?
—No soy el más indicado para hablar porque casi no escucho radio, pero creo que hoy la música pasa mucho por la movida de prensa, los encargados de difusión que tienen hoy a las bandas, una figura que hace diez años no existía. La información está volcada hacia un lado, los programas terminan teniendo el mismo contenido, porque la información va en busca de ellos y no viceversa, hay una tendencia a eso. Está la persona que trata de conseguirle entrevista a los artistas, entonces por semana, por día, en los programas está el mismo contenido. Antes el trabajo de prensa era exclusivo de bandas más populares, que requerían otra organización y hoy casi todas las bandas tienden a este modo de operar. Entonces la nota ya no se hace cuando quiere el periodista, sino el músico. Está todo mucho más homogeneizado. A todos los programas les llegan cuatro gacetillas de la agenda de la semana y lo más probable, porque es lo más fácil para los productores de los programas, es que todos terminen entrevistando a los mismos sujetos. De todos modos, en Rosario hay excelentes periodistas, en Rock & Pop está Marcelo Mogetta a quien respeto mucho, hay gente con mucho oficio, que lo hace muy bien. Yo no catalogaría a Mensaje no preciso de imagen como un programa periodístico de rock, porque este no depende de nuestro oficio, sino de lo interesante que sea lo que tengan para contar los invitados. Buscamos cosas que sean interesantes porque no somos conductores con oficio. Si no fuese por los músicos que nos visitan nuestro programa sería el más aburrido del mundo. A mí me interesa tanto que venga a hablar Gustavo Rowek, baterista de V8, como uno de los editores de un sello independiente de Rosario. No nos consideramos conductores, sino seleccionadores de música.

—¿Qué lectura hacés de la escena musical local y nacional actual?
—Si me preguntabas hace un par de meses te habría dicho que todo es una mierda, pero por suerte el programa me sirvió para descubrir música nueva. Lo hago en vivo, la escucho ahí, me sirve para actualizarme y encontré cosas que están muy buenas. Porque no me dediqué mucho a escuchar qué sucedió desde principios del 2000 para acá, soy bastante reacio. Pero creo que en la música hay un deterioro del arte, de la poca gente que va a los shows, va al evento, a que le saquen una foto social en el boliche de turno, a ver gente. Una banda, para que la vayan a escuchar, requiere hacerlo en el contexto de una fiesta. De todos modos el programa me sirvió para no adjudicar este fenómeno exclusivamente al público, sino a todos. Entre esos factores está el de que las bandas se tornaron aburridas. Sé que es un fenómeno sociológico más complejo, pero lo que se puede comprobar empíricamente es que a los recitales asiste mucha menos gente. La diferencia que puedo ver con los noventa es que antes era un fenómeno colectivo, multidisciplinario, conformado por publicaciones editoriales, inquietudes políticas, y eso se perdió. Ahora, en la mayoría de los casos, sólo se trata de una banda tocando, nada más que eso.

Apostilla Ramonera

—El otro día fui a el estadio cubierto de Newell’s casi después de veinte años, la última vez que había entrado lo primero que vi fue a vos colgado de un caño de calefacción, a punto de saltar desde el primer piso para pasarte de la platea a la popular en el recital de Los Ramones, para ahorrarte los cinco pesos que costaba una entrada a diferencia de la otra.
—¿En serio? No me acordaba. Lo que recuerdo es que no iba a ir, pero a Los Ramones ya los escuchaban todos y a mí me parecían demasiado populares, los escuchaban mis compañeras de la escuela, y mi mamá, que no le gustaba que yo sea rockero, me vio en mi casa ese día y me dijo: «¿Qué hacés, hoy tocan Los ramones?, y me dio la plata y me incitó a que vaya. Le voy a estar agradecido toda la vida porque Ramones en Rosario no es algo que pase todos lo días.

Nota publicada en la edición 146 del periódico el eslabón

Más notas relacionadas
Más por Aníbal Pérez
  • Cantar la ciudad

    A fines del año pasado Agustín Priotto estrenó su primer álbum solista, El transa atlántic
  • Sólo cuesta vida

    Maxi Falcone sacó su tercer libro de historietas. Se trata de El último verano del rock en
  • Lástima acordeón

    La escritora Bárbara Pistoia se lanzó a la aventura de registrar la historia de la cumbia
Más en Cultura

Dejá un comentario

Sugerencia

No hay aplausos para leones falsos

El jueves 23 de enero se llevó a cabo la asamblea anual del Foro Económico Mundial en Davo